sábado, 29 de noviembre de 2014

ANDRES BELLO ANTE LA HISTORIA

Octubre y noviembre recogen las fechas inicial y final de Andrés Bello; de su nacimiento en Caracas, el 29 de noviembre de 1781, y de su muerte en Santiago de Chile, el 15 de octubre de 1865. Un periplo vital de 84 años, repartido en tres etapas: su época caraqueña, de 29 años; su época londinense, de 19 años, y su época santiaguina, de 36 años. Una vida de esfuerzos continuos, con voluntad y dedicación de aprender y ser útil, para erigirse ante la historia como educador, Libertador Cultural de América, y Patriarca de las Letras Americanas.
Hasta junio de 1810, en que, de 29 años, sale hacia Londres con Simón Bolívar y Luis López Méndez, en misión diplomática, a buscar apoyo y reconocimiento ante la Corte inglesa para la independencia venezolana, cumple su labor venezolana, que es la de su aprendizaje básico, de sus primeros escarceos en la educación, con alumnos particulares, tarea que será la fundamental de su vida, y que se inicia con su primer y más significativo discípulo, Simón Bolívar, el futuro Libertador, y su labor administrativa como Oficial Segundo en la Capitanía General de Venezuela, y de sus primeros escritos. Obtuvo en Caracas Bello sus conocimientos básicos en idiomas, latín, inglés y francés, y en matemáticas, humanidades y filosofía, y su título de Bachiller en Artes, expedido por la Real y Pontificia Universidad de Caracas, donde inicia también estudios de derecho y de medicina, que abandona por razones económicas, pero que le dan bagaje suficiente, para ser reconocido ya en Caracas como aventajado intelectual, para, luego, continuar con éxito su formación en Londres, y su tarea docente, que luego será intensa y provechosa en Chile.
En Londres, además de su actividad diplomática como representante de Venezuela, y de otros países americanos continúa sus estudios y realiza profundas investigaciones, fundamentalmente en el Museo Británico, donde fue asiduo visitante por 17 años, cuyos primeros resultados publica, entonces  y basamentan, además de las políticas y diplomáticas, sus actividades docentes, que le permiten su subsistencia. Destaca, entonces su labor periodística, y de difusión, en sus importantes revistas, Biblioteca Americana y El Repertorio Americano. Es la época también de abogar por su regreso a Venezuela, primero y a Colombia, luego, sin éxito, lo que lo obliga a marcar rumbo hacia Chile. Y la época también de establecer familia, contrae matrimonio en 1814, con Mary Anne Boyland, y nacen sus primeros hijos, viudo, vuelve a casarse con Isabel Antonia Dunn, en 1824. En su larga vida, Bello ve nacer y crecer sus hijos, tres con Mary Ann y doce con Isabel, quince en total; pero también ve morir a ocho de ellos, tres infantes y cinco adultos.
En Chile, la más amplia y conocida de las etapas de su vida, es su total dedicación a su labor civilista y educativa, donde se destaca en su tiempo y para la historia, como jurista, político, consultor, científico, historiador, gramático, filólogo, lingüista, educador, internacionalista, legislador. Y su labor docente, enriquecida con su tarea rectoral al frente de la Universidad de Chile, desde la fundación de la institución en 1843 hasta su muerte en 1865, a lo largo de 22  años, dedicados al desarrollo de una tarea educativa de gran aliento y significación, que enriquece en sumo grado su labor pedagógica que contribuye en grande a reconocerlo como “el gran Humanista de América”. Se proyecta entonces como paradigma intelectual de Hispanoamérica, y Chile lo ostenta como uno de sus preclaros connacionales.
La obra de Bello en su amplitud y profundidad comprende: sus poemas y silvas, El análisis ideológico de los tiempos de la conjugación castellana, Gramática castellana, Gramática latina, Filosofía del entendimiento, Código civil, Derecho internacional o de gentes, Derecho romano, Cosmografía, Estudios filológicos, educativos, históricos, su obra periodística, y su rico epistolario. Su obra, copiosa para “un solo hombre y una sola vida”, obra profunda, extensa, variada y rica, su publicación abarca ya 26 tomos, en la edición caraqueña, organizada con dedicación, disciplina, amor, admiración  y sumo cuidado por la Comisión Editora designada para tal efecto.

Las temáticas, variadas y ricas, comprenden, además de su valiosa actuación como columnista y difusor, diversos aspectos del quehacer humano, y de la naturaleza, que unida a su labor entre otras, en el campo jurídico, administrativo y gubernamental, expresan  su valiosa actuación en los tres países en que le tocó vivir y actuar, para ser conocido históricamente como hombre de cultura, y para la cultura de un pueblo, en suma: educador y civilizador, sin parangón en nuestro ámbito hispanoamericano. Ejemplo fecundo, para las nuevas generaciones.

por:  Gilberto J. López

miércoles, 12 de noviembre de 2014

EL ARCHIVO DE MIRANDA

En sus distintos viajes y circunstancias, Miranda se aficionó a recoger y conservar, anotándolo, todo lo que veía y obtenía. Así fue reuniendo un gran número de papeles, folletos, tarjetas, programas artísticos, cartas, negociaciones, referencias, invitaciones, recomendaciones, impresiones y observaciones anotadas de su propio puño y letra, con lo que conformó un extraordinario archivo, copioso como sus propias aventuras y largo caminar por las más importantes sendas de su época. Será constante de su vida: la compra de libros, la visita de lugares, iglesias, hospitales, instalaciones militares y fortalezas, conventos, museos, bibliotecas, universidades, puertos, conciertos y representaciones teatrales, campos y regiones agrícolas, admirando y describiendo paisajes, y el conocer connotados personajes de las regiones visitadas, hombres y mujeres: políticos, clérigos, artistas, filósofos, escritores, cortesanos, en cuyas conversaciones no falta el conocimiento e intercambio de libros, y el amor correspondido de alguna damisela, para el solaz de sus noches solitarias. Todo registrado en sus Diarios y recogido en su fenomenal Archivo.

Ese impresionante archivo, producto de la acuciosidad y amplitud de miras de un fabuloso personaje, fue llamado por él mismo “Colombeia”, conformado ahora por 63 tomos. Hoy se dispone de una versión digitalizada de ese archivo, producto del esfuerzo del Gobierno bolivariano por conservarlo y difundirlo.

Pero ese archivo no reposaba tranquilamente en la londinense casa mirandina de Grafton Street (hoy Grafton Way); parece que siempre se movía, viviendo las mismas vicisitudes de su inquieto propietario.

Ya en Venezuela, en su última gran aventura, de 1810 a 1812, Miranda lo llevaba consigo, y nutriéndolo con nuevos papeles. Después de la Capitulación de 1812, y previendo su incumplimiento por Monteverde, Miranda hace gestiones para salir por La Guaira. Aspiraba llegar a Cartagena, para con el apoyo de Nariño reemprender la lucha. Miranda envía su archivo a La Guaira para ser embarcado en la goleta inglesa Saphire, para trasladarse a Curazao. Apresado Miranda en la Guaira, en la infausta madrugada del 30 de julio, quizás no supo más de su archivo, para aumento de sus tormentos y desesperación en las prisiones de La Guaira, Puerto Cabello, Puerto Rico y La Carraca, de Cádiz, hasta su muerte el 14 de julio de 1816.

Sin embargo, el archivo también siguió su particular aventura. Según lo referido por Gil Fortoul, en nota 3, p. 172 de su Historia Constitucional de Venezuela, el archivo de Miranda fue a parar a Curazao, en manos del Gobernador Hogdson de esa isla, entonces posesión británica. Hodgson lo envía a Londres a Lord Bathurst, a la sazón Ministro de Guerra y Colonia, quien lo lleva a su castillo de Girencester en Glouseterhire. Allí lo descubre en 1922 el historiador norteamericano Robertson. En 1924 el historiador Caracciolo Parra Pérez confirma el hallazgo y lo participa al Gobierno venezolano, y por orden de éste lo compra en 3.000 libras esterlinas al Lord Bathurst, de entonces. Fue publicado bajo la dirección del historiador Vicente Dávila. Los papeles correspondientes a 1810-1812 fueron comprados por el historiador venezolano Marqués de Rojas a Leandro Miranda, hijo del Precursor y lo entregó a Rojas Paúl, Presidente de la República. Durante mucho tiempo el archivo mirandino estuvo en la Academia de la Historia. Hoy se encuentra en las bóvedas del Archivo General de la Nación.

Así se recuperó para las generaciones posteriores este interesante y colosal aporte mirandino, la fuente más segura de información para conocer, entender y justificar las acciones de este extraordinario pensador y combatiente de la libertad, revolucionario cabal que le cupo en suerte participar en las grandes revoluciones de su época: la estadounidense, la francesa y la hispanoamericana. Honor y gloria a nuestro insigne compatriota.


por: Gilberto J. López



                       Los papeles de Miranda