lunes, 18 de enero de 2021

Los esclavos negros del Tesorero de Margarita Juan Ibarreta Ladrón de Guevara

por Francisco E. Castañeda M. (fran.caman@hotmail.com

Introducción

Durante el año de 1992, fue publicado el estudio intitulado Desventuras del Tesorero de Margarita Capitán Juan de Ibarreta Ladrón de Guevara, cuya autoría corresponde al historiador y cronista neoespartano Ángel Félix Gómez Rodríguez (Felito), del cual hemos extraído importante información relacionada con la presencia de esclavos negroafricanos en el territorio insular durante un determinado período de la época colonial, específicamente el comprendido entre los años de 1643 a 1654, lapso de tiempo correspondiente al ejercicio administrativo del nombrado Tesorero Ibarreta en la gobernación de la provincia insular margariteña.

Sucinta Semblanza Biográfica

Natural de la localidad de Luzurriaga del consejo (sic) de San Millán, Provincia de Álava, actual País Vasco. Estuvo Casado con doña Caterina Arze de Roxas, de cuya unión no hubo descendencia. Es menester señalar que el segundo apellido de nuestro personaje en comento, Ladrón de Guevara, es también originario de la Provincia de Álava.

Asimismo, el referido Ibarreta, fueCaballero de la Orden de Alcántara, una de las Instituciones Religiosas y Militares más antiguas e importantes de España conjuntamente con las de Santiago, Calatrava y Montesa, las cuales permanecen actualmente vigentes como órdenes honoríficas. (“Orden de Alcántara” (s.f.). En Wikipedia. Recuperado el 11 de enero de 2021).

El propósito fundamental de estas Corporaciones fue la defensa y preservación de los principios ideológicos y espirituales de la cristiandad medieval. Cabe destacar que solo podían formar parte de estas Órdenes, los Hidalgos, es decir, aquellas personas que ocupaban el nivel más bajo del estamento de los Nobles quienes tenían derecho a portar armas, a servir a Los Reyes en sus campañas militares y además estaban exentos del pago de algunos impuestos.

Su Presencia en la Provincia de Margarita

La organización burocrática de la administración fiscal y tributaria, es decir, la Hacienda Real de las posesiones coloniales hispanas, inicialmente estuvo conformada por cuatro Oficiales Reales, a saber: Tesorero, Contador, Factor y Veedor . Estos funcionarios constituían el cimiento base de la administración colonial pues eran los responsables de recaudar los ingresos por concepto del pago de impuestos, rentas y otras entradas así como también lo relacionado con su distribución entre las demás dependencias gubernamentales al igual que el debido cumplimiento con los pagos pendientes tanto a los proveedores como a los demás beneficiarios. Otra de sus obligaciones era la de brindar asesoría permanente al gobernador en todo lo relacionado con el acontecer económico de cada territorio provincial (Donoso Anes, A., 2008: 58 y 60. Véase también, Bertrand, Michael, 2010).

Es importante señalar que los cargos de Factor yVeedor, fueron eliminados de la estructura organizativa hacendística colonial, quedando solo los de Tesorero y Contador, quienes se distribuyeron las obligaciones de los mencionados oficios reales desaparecidos. No obstante, en lo que respecta a la isla de Margarita, se mantuvo durante cierto tiempo el cargo de Factor ya que la mayoría de los pagos hechos a la Real Hacienda insular se hacían en especies, es decir, con perlas y este funcionario era el responsable de la custodia de las arcas donde se depositaban los bienes pertenecientes a su majestad (Martínez de Salinas, M.L., 1991: 147).

A partir del año de 1643, el capitán Juan Ibarreta comenzó a ejercer sus funciones como Tesorero Real de la isla de Margarita durante la administración del gobernador Francisco Santillán y Argote (13-IV-1643 al 23-III-1649), en sustitución por fallecimiento del tesorero, también de origen vasco, Francisco Ruiz de Guizaburuaga (Garmendia Arruebarrena, J., 1989: 125 y 190).

Concluida la gestión gubernamental de Santillán, el Tesorero Ibarreta continuó ocupando ese cargo en la administración del nuevo gobernador insular, el capitán y Caballero de la Orden de Santiago, Fernando Mendoza Mate de Luna (23-IV-1649 hasta el año de 1653) e igualmente también en el período siguiente cuya máxima autoridad provincial nombrada por la Corona fue Pedro de Rojas Manrique, quien inició sus funciones gubernativas el 4 de mayo de 1654 y finalizó el 15 de febrero de 1657.

Durante el transcurso de este último periodo gubernamental, al Tesorero Ibarreta se le dictó un auto de detención el cual se extendió hasta la llegada del subsiguiente gobernador, Juan Marroquin de Montehermoso (desde el 14-V-1657 hasta el año de 1661) quien le sustituyó la prisión carcelaria por la pena del arresto domiciliario (Gómez Rodríguez, A.F., 1992: 8. Véase también, Nectario María, Hermano, 1986: 122. Heredia Herrera, Antonia M.,1996: 96 y Morón , Guillermo, 2003: 30-32).

Ahora bien, cabe preguntar entonces ¿cuál fue la causa o el motivo de la detención del Tesorero Ibarreta?

Según refiere el historiador Gómez Rodríguez, la noche del 9 de enero de 1654, arribó al puerto porlamarino la carabela portuguesa”Nuestra Señora de las Llagas de Cristo”, bajo el argumento por parte de su capitán de una “arribada forzosa” como consecuencia del mal tiempo imperante en su travesía rumbo hacia Brasil, por tanto, se vieron obligados a buscar refugio en las costas insulares (Gómez Rodríguez, A.F., Ibídem, 11).

Esa misma noche, la mencionada embarcación fue visitada con fines administrativos de acuerdo con las disposiciones gubernamentales existentes al respecto por varios funcionarios de la Real Hacienda bajo la coordinación del Tesorero Ibarreta quien, supuestamente, se apropió para su beneficio personal de diversas mercancías contenidas en la bodega de la referida carabela por lo cual fue sometido a juicio y dictado el correspondiente auto de detención (Ibídem).

En virtud de ello, le fueron embargados los numerosos bienes que poseía Ibarreta quien, para esa época, era uno de los hombres más ricos de la provincia de Margarita. De su cuantiosa hacienda, también le fueron confiscados y posteriormente vendidos los esclavos negros que poseía en el territorio insular.

A continuación, basados en el citado texto, presentamos una relación de lo sucedido con dicha población esclava. Veamos:

Con fecha 7 de noviembre de 1655, se dio comienzo en la ciudad de La Asunción, a la venta pública o almoneda con la intervención de la justicia de los bienes muebles propiedad del capitán Ibarreta, entre los cuales fueron incluidos los negros esclavos quienes eran considerados durante esa época, simplemente como “cosas”, “objetos”, “bienes semovientes”, similares al ganado. Asimismo, vale señalar que el esclavo se encontraba sujeto a los designios del amo o propietario quien, a fin de cuentas, era el dueño de su existencia y por tanto podía venderlo, adjudicarlo, enajenarlo, en términos generales.

Así, pues, ese día, durante el remate de los bienes de Ibarreta, el súbdito hispano Miguel de la Calle, adquirió a la “negrita criolla” Josefa, de dos años de edad, por 560 reales de plata (Gómez Rodríguez, A.F.,1992: 37).

Con fecha 14 de noviembre prosiguió la referida venta pública en la cual el Licenciado Antonio Altamirano, compró a los esclavos siguientes: A)María, de 18 años y Sebastiana, de 14; ambas, negras criollas, por la cantidad de 300 pesos cada una. B) Antonio, “negro cuchi cuchi”, de 18 años de edad por 320 pesos. Respecto a esta denominación, el Cronista Gómez Rodríguez, hace referencia a una “cuarteta”, recogida por el profesor Rosauro Rosa Acosta en la población de Aricagua, municipio Antolín del Campo, que a la letra dice lo siguiente:

“Cállate la boca/ boquita de cuchicuchi/ a tu madre la encontraron/ robándose unos catuches” (Gómez Rodríguez, A,F., 1992: 37).

C) Antonio Gurumeye, “negro de nación Angola”, de unos 28 años de edad por300 pesos. D) Diego, de “nación Tari Tari”, de unos 13 años de edad, por 270 pesos. E) Madalena (sic), negra Angola, de más o menos 40 años con una cría de 8 meses de nombre Antonia, ambas por 300 pesos (Ibídem). Nota: como vemos, el Lic. Altamirano hizo una inversión de 1.790 pesos con los cuales adquirió siete esclavos, cada uno de ellos en 256 pesos aproximadamente.

Ese mismo día, 14 de noviembre, nuevamente el hispano Miguel de la Calle obtuvo, mediante el pago de la cantidad de 300 pesos, al negro José, de “nación Castariba”, y por su parte, el Licenciado González de Albornoz, compró al “negrito criollo” de 7 años de edad llamado Vicente, por 130 pesos.

El 22 de noviembre continuó la venta almoneda y el nombrado Miguel de la Calle adquirió también a Juan “Mandinga” de 30 años de edad por la cantidad de 300 pesos. Asimismo, en esta sesión de venta, Antonio Brito de la Cruz Aguilar, compró al “negro criollo” de nombre Andrés de 25 años y a la negra Inés “Castariba”, también de esa misma edad, pagando por cada uno de ellos la cantidad de 300 pesos. Participó también en este operativo de compraventa, el sargento mayor, Manuel de la Riba Herrera, quien compró a la “negrita criolla” Germania, tuerta de un ojo y de doce años de edad, por la cantidad de 150 pesos.

El 29 de noviembre, continuó el remate de los bienes de Ibarreta y en esta oportunidad, el Alférez Beltrán de los Reyes, pagó la cantidad de 130 pesos por la negra esclava Leonor.

Al día siguiente, el capitán, Cristóbal García de Córdova, Provincial de la Santa Hermandad, compró al negro José, de nación Angola,de 25 años de edad por la cantidad de 300 pesos (Ibídem).

Cinco días después, prosiguió la venta en La Asunción y el ya mencionado Alférez Baltasar de los Reyes, compró a la negra Beatriz Ancheta de 24 años y al negro Juan Mantena, de 10 años, ambos por la cantidad de 215 pesos (Ibídem, 39).

El día 24 de diciembre de ese año de 1655, se llevó a cabo una distribución de los negros restantes de tal manera que al Maese de Campo, Luis Fermín, le otorgaron a Diego de nación Angola, por 340 pesos. Asimismo, a Antón García Lucinoso, le concedieron al negro Malambo Damián, por 270 pesos. Igualmente, al Capitán Francisco A. de Andrade, le entregaron a la negra Mónica por la cantidad de 260 pesos. A Valentín de la Riba Hernández, el negro criollo Luis, por 325 pesos y a Beatriz de Aguiar, le vendieron a María, negra Taritari, por 300 pesos (Ibídem).

Ahora bien, la información contenida en la descripción de esta nómina presenta algunos aspectos de interés que es menester aclarar:

En primer término, vemos que todos los nombres de los esclavos son cristianos puesto que, de acuerdo con las disposiciones reales y eclesiales de la época , era obligatorio bautizarlos e imponerle un nombre propio tomado del santoral católico. Su identificación étnica originaria se eliminaba totalmente y con la asignación de esta nueva denominación, se iniciaba formalmente el proceso transculturativo: ahora eres Damián o Juan o Diego o Mónica o María y como tal debes responder.

Se observa además, el uso de dos categorías clasificatorias, a saber: Negro de Nación y Negro Criollo. La primera se utilizaba para identificar a la región o sitio de dónde supuestamente era originario el esclavo y la segunda, se usaba para referirse a los esclavos nacidos en tierras americanas y así diferenciarlos de los primeros.

En cuanto a los etnónimos o nombres de los grupos étnicos colocados a manera de apellidos después del nombre cristiano, facilitaba la identificación de sus distintos lugares de origen o procedencia, verbigracia, Antonio “gurumeye” de Angola, Diego y María, “tari tari”, del grupo Tari, de las riberas del río Popo, Juan, mandinga, etc.

Como hemos visto, la nómina de esclavos propiedad del capitán Juan Ibarreta, no fue nada despreciable: veintitrés piezas de cautivos que conformaron una significativa dotación propiedad de un solo dueño.

Este referencia resulta importante por cuanto evidencia la presencia en la provincia de Margarita durante la época colonial de una población negra esclava originaria tanto de África como nacida también en el territorio insular sobre la cual es muy poco lo que conocemos. De allí , pues, la necesidad de investigar y estudiar cuánto podamos acerca de ella. En nuestra opinión, los aportes de este variado y diverso grupo humano tanto en el aspecto biogenético como en el sociocultural, constituyen un factor fundamental en la conformación de eso que solemos llamar la margariteñedad.

Francisco E. Castañeda M. 

La Asunción, 16-I-2021