Sebastian Francisco de Miranda Rodríguez:
El Americano Universal
Hablar de Sebastián Francisco de Miranda es nombrar a un trotamundos, intelectual comprobado, de conocimientos infinitos, político consagrado, militar de primera línea de los pocos con grados en varios países, combatiente en 3 continentes : África, Europa y América y en 3 acontecimientos magnos de la época: Independencia de los Estados Unidos de América, Revolución Francesa e Independencia de Hispanoamérica, su ilusión fundar una sola nación desde Méjico hasta la Argentina incluyendo todas sus islas, como todo héroe muy envidiado, criticado, denunciado e intrigado por sus compañeros y algunas autoridades militares y eclesiásticas, también muy agraciado por las féminas, no solo por su apariencia física, sino por su inteligencia, y conocimiento de todos los temas mundiales, no hay nada escrito sobre el oficio de su madre pero en Caracas se le llamaba el hijo de la panadera, lo cierto es que su padre era comerciante y se le concedió ser capitán de la Compañía de blancos isleños razón por la cual los mantuanos se opusieron y le exigieron “limpieza de sangre” ya que un noble no podía trabajar considerándolo un deshonor. Soñaba con la liberación de América se apasionaba con viajar, adquirió muchos conocimientos con lecturas en varios idiomas, se entretenía con la política y se ilusionaba con planes militares bien calculados, caballeroso, altanero, perspicaz y valeroso, admirado por hombres y mujeres, por su resolución, energía y habilidad para entrar y salir de los acontecimientos que enfrentaba. Debido a las calumnias y conspiraciones el gobierno español lo perseguía, la iglesia así como sus inquisidores querían apresarlo por algo que nunca se probó, el ser fundador de logias masónicas. Nunca se imaginó que sus propios compatriotas lo iban a juzgar de traidor y ladrón después de entregar su vida y su fortuna por la libertad del continente y ser entregado en bandeja de plata a sus perseguidores de toda la vida. Nunca pudo demostrar su inocencia a ninguno de sus acusadores, solo el tiempo le daría la razón y un puesto privilegiado en la eternidad.
(Cont.)
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por: DR. KELVIS CAMPOS