Tal día como hoy, en 1819 -hace 206 años- se desarrolló la Batalla de Boyacá.
Simón Bolívar, con su ejército -compuesto en gran parte por venezolanos- había tomado la importante ciudad de Tunja el 5 de agosto de 1819, próxima a la hermosa Villa de Leiva; donde, entre otros, nacieron Antonio Nariño, Antonio Ricaurte y vivió Juan de Castellanos. Habían salido de Angostura (actual Ciudad Bolívar) setenta y ocho días antes. Con la toma de Tunja, se cortó la comunicación de las fuerzas realistas con Bogotá.
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Puente sobre el ríoTeatinos |
El día 7, el comandante realista José María Barreiro se dirigió hacia el sitio de Boyacá, con la intención de tomar el puente sobre el río Teatinos. Estas fueron las dos fuerzas que se encontraron: la avanzada realista, apostada en los parapetos y en la vecindad del puente, y su grueso, ubicado a varios centenares de metros en las alturas del campo. Por su parte, los patriotas descendían desde el norte -a pie y a caballo- desparramándose por las montañas.
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Monumento a Bolívar en el campo de Boyacá |
La batalla comenzó alrededor de las 2:00 p. m., en las inmediaciones del pequeño puente. La caballería patriota recibió las primeras balas francas, pero junto con la infantería logró asegurar el paso. La lucha concluyó a las 4:00 p. m. del 7 de agosto de 1819. Murieron más de 100 realistas y 150 quedaron heridos. De parte de los patriotas, hubo 13 muertos y 53 heridos. En el seno del grueso de la tropa enemiga, a lo lejos, cundió el pánico y la desesperación. En una batalla rápida, los patriotas conquistaron el campo. El camino a Bogotá quedó libre. Los realistas entraron en desbandada general -hasta el virrey huyó a Panamá-, cada uno buscando su propio remedio y la salvaguarda de su vida.
Finalmente, Bolívar llegó a Bogotá, donde entró sin resistencia alguna el martes 10 de agosto de 1819, a las 5:00 p. m.
por: Rommel Contreras
PD: A principios de este año tuve la oportunidad de visitar el hermoso y bien cuidado Campo de Boyacá. Me impresionó profundamente el monumento a Bolívar: sobrio, gigante, celestial, como si, en lugar de ascender al cielo, descendiera para seguir luchando por nuestras patrias. En contraste, llama la atención el diminuto e invisibilizado monumento a Santander, se muestra encerrado en un pequeño óvalo naranja, casi perdido cerca de la esquina inferior derecha de la imagen inferior. ¿Es el destino? ¿O acaso una forma de justicia simbólica para quien traicionó no solo la amistad, sino —peor aún— la patria?
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Campo de Boyacá |
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