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domingo, 21 de octubre de 2012

Un gran terremoto destruye Cumaná

El 21 de Octubre de 1766, un gran terremoto deja en ruinas a la Ciudad de Cumaná.

Teatro en ruinas; litografía de Cumaná de H. Neum, 1878; detalle.
Este violento terremoto destruyó y dejó en muy mal estado las edificaciones y la mayoría de las iglesias de Cumaná, entre ellas: El templo de "Santa Inés", "la Purificación de Nuestra Señora", el de "Nuestra Señora de Altagracia" (El Salado); efectos parecido sufrió la "Parroquial de la Natividad de Nuestra Señora de  Cumanacoa"  y los templos de la isla de margarita. La peor consecuencia de este terremoto fue la viruela, que se desató en epidemia por toda la provincia. 

En 1799,  el Varón Alejandro de Humboldt,  tres años después de aquel funesto y gran terremoto, lo refiere en base a las indagaciones personales que adelantó entre los habitantes de Cumaná. Humboldt es testigo del estado ruinoso en que aún se encontraba la ciudad, estado que se prolongó hasta ya avanzado el siglo XIX: 

"Sábese tan sólo que en tiempo más inmediato a nosotros, el del año 1766 fue a una vez el más funesto para los colonos y el más notable para la historia física del país. Desde hacía quince meses habíase mantenido una sequía semejante alas que se experimentan de vez en cuando en las islas de Cabo Verde, cuando el 21 de octubre de 1766 fue enteramente destruida la ciudad de Cumaná.  Renuévase todos los años la memoria de ese día con una  fiesta religiosa acompañada de un procesión solemne  En el lapso de pocos minutos hundiéronse todas las casas y repitiéronse las sacudidas durante catorce meses de hora en hora. En varias partes de la provincia se abrió la tierra vomitando agua sulfurosa. Estas erupciones fueron frecuentes sobre todo en la llanura que corre hacia Casanai, dos leguas al Este de la ciudad de Cariaco, conocida con el nombre de tierra hueca, porque parece enteramente minada por fuente termales, Durante los años 1766 y 1767 los habitantes de Cumaná acamparon en las calles, y empezaron a reconstruir sus casas cuando no se sucedieron sino de mes en mes los temblores de tierra. Sucedió entonces en estas costas lo que se experimentó en Quito inmediatamente después de la gran catástrofe del 4 de febrero de 1797. Mientras que oscilaba de continuo el suelo, parecía la atmósfera resolverse de agua. Fuertes aguaceros hicieron henchirse los ríos; fue el año sumamente fértil; y los indios, cuya frágiles cabañas resisten fácilmente las más fuertes sacudidas, celebraban, según las ideas de una vetusta superstición  con fiestas y con danzas  la destrucción del mundo y la época próxima de su regeneración." (Humboldt, Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente, t. I).


por: Rommel Contreras