viernes, 10 de octubre de 2025
jueves, 9 de octubre de 2025
A propósito del 43° aniversario de la Masacre de Cantaura:
Casualmente ayer también se cumplieron 48 años desde que, con tan solo 16 años, ingresé a la ESCUTEFAV, la Escuela en Maracay de suboficiales de la Fuerza Aérea Venezolana (los técnicos de la aeronáutica, hoy —gracias a Chávez— forma oficiales y TSU). Ingresé a estudiar Electrónica, por mi propia voluntad y decisión.
Canberras sobrevolando Los Monjes |
Antes, conversé con mis padres —que nunca pensaron que yo podía tomar una decisión como esa, de andar con militares— y también lo consulté con la dirigencia del partido donde militaba (Voz Socialista, Partido Trotskista de los Trabajadores ). Recuerdo que el profesional del partido, el dirigente juvenil que me atendió (aunque era un viejo barbudo), me dijo que ese paso era importante para el futuro de la revolución en Venezuela.
Al año y medio de estar estudiando Electrónica, fui seleccionado para ser tripulante aéreo (por mis notas académicas, visión perfecta y otros requisitos fisiológicos). Luego ingresé al curso de formación de Navegantes Bombarderos, futura tripulación de los aviones de transporte Hércules y de los aviones bombarderos Canberra* (parte del arsenal venezolano de la época).
No terminé la Escuela: fui dado de baja tres años después, apenas un mes antes de graduarme, cuando ya estaba destacado en Barcelona, haciendo prácticas de navegación; con todos mis requisitos académicos culminados; ya había concluido el entrenamiento en los colosos aviones de transporte Hércules; fui un estudiante destacado y sigo siendo un amante de la tecnología. Se me acusó —falsamente— de mantener relaciones amorosas con una alumna (lo cual estaba prohibido); con esa excusa dieron de baja a 17 alumnos. Sin embargo, yo sabía que habían averiguado mi pasado político: un año antes me habían llevado al Cuartel San Carlos para interrogatorios, desde Maracay a Caracas (en dos oportunidades).
Fui, con 15 años, representante estudiantil de los liceos del oeste de Caracas, en tiempos cuando nuestro presidente hacía lo propio en los liceos del Valle y alrededores. En esa época de pelo largo, él era simplemente Niko, y yo, Rommel. Él distribuía Tribuna Popular por un lado de la avenida Baralt, mientras Malas Pulgas y yo distribuíamos Voz Socialista por el otro lado de la misma avenida. Nuestro punto de encuentro político casual era el "Pedagógico de Caracas", o también el Liceo "Luis Razetti" y la ETI “San Martín”, instituciones próximas al Atlántico, la Silsa, el 23 de Enero, La Quebradita y la avenida Morán; lugares donde confluían los estudiantes de la zona. Entre ellos recuerdo al PAO (Pablo Acosta Ortiz). Para la época, vivía relativamente lejos de ese escenario, en San Agustín del Sur.
Por supuesto, un “cabeza caliente” no podía ser tripulante aéreo de un avión de combate, (existía el precedente de un Canberra que fue a parar a Cuba, y montones de incidentes). Además de los Mirage franceses, aquellos aviones ingleses eran la columna vertebral de la FAV de la época.
Por mi baja militar, los únicos que se alegraron fueron mis padres. Mi mamá —que era católica— dijo: “¡Gracias a Dios!”; mi papá —que no tenía religión alguna— dijo al otro lado del teléfono, cuando le avisé: “El Creador te bendiga.” Muchos de mis compañeros e instructores murieron luego en aquellos ataúdes volantes.
Pero para mí fue un desencanto. Siempre quise ser astronauta, y ser tripulante de un avión de combate era lo más cercano que podía alcanzar; quizás por eso luego estudié física, aunque le tengo gran afecto a la electrónica y a la historia. La cabina del Canberra, era como una nave espacial. Me dijeron en las clases teóricas que no tocara los botones marcados con amarillo y negros, y mucho menos los rojos. La primera vez que quedé solo en la cabina de ese bombardero, todos los botones me parecieron amarillos-negros y los demás rojos. Olían a como huele la electrónica.
Todo ese preámbulo es para contarles lo siguiente:
Fue uno de mis compañeros de estudio, que con escasos 19 o 20 años, uno de los tripulantes de aquellos aviones Canberras que juntos con otros oficiales —pilotos— ametrallaron y bombardearon a los "sublevados" acantonados en Cantaura; y seguro así se los refirieron, como guerrilla sublevada enemigos de la democracia; no es casual que ese siga siendo el actual discurso del flamante presidente yanki.
Eso lo supe años después.
Yo no lo absuelvo —ya está fallecido—, pero comprendo su situación.
En aquella Venezuela, los militares solo respetaban el código de obediencia prusiana: “Se cumple la orden, y si tiene peros o preguntas, luego se pasa la novedad”. Un joven que apenas iniciaba su carrera en la FAV, sin formación política, poco podía hacer al respecto.
El piloto del avión Canberra tenía el control total, hasta el momento del bombardeo; también el piloto manejaba los paquetes de cañones de 20 mm, que en grupos de cuatro —en línea— montaba ese avión (seguramente fue el arma asesina). El bombardero-navegante controlaba. los sistemas de ubicación —sin GPS— la mira, las fotografías y el sistema de programación de lanzamiento de las bombas: en el momento del bombardeo, dirigía también la actitud del avión y soltaba las bombas —que, tengo entendido, en el caso de Cantaura fueron de 500 libras (227kg)—.
Son cosas poco conocidas en detalle.
En la década del 70, la FAV y las fuerzas armadas en general estaban infiltradas por semillas revolucionarias, pero su dirección militar era controlada por la extrema derecha oligárquica.
Esos son los datos que deben pesar para entender lo que ha pasado en Venezuela. Chávez y sus compañeros pasaron ilesos; a otros nos mandaron a casa.
Hoy la responsabilidad constitucional del venezolano —sea militar o civil— es personalísima: no se puede justificar un crimen alegando el cumplimiento de una orden. Eso, y cosas parecidas, son las que debemos reconocer como avances de la nueva Venezuela revolucionaria.
Eventos como el aquí narrado, representan los grandes cambios y logros de estos veinticinco años de proceso revolucionario.
Honor y gloria a los caídos de Cantaura, mártires sembrados, que florecen en la conciencia revolucionaria de la patria actual.
Pero, la gloria también merecen mis jóvenes compañeros militares —fallecidos en aquellos aviones—, víctimas y testigos de una historia que hoy seguimos transformando.
por: Rommel Contreras
Registrado Miliciano, reservista de la Clase 77.
Físico y electrónico, pero también Navegante y Bombardero.
Mi juramento a defender la Patria, está vigente 🙏🏽
*✈️ English Electric Canberra — Detalles Claves