lunes, 15 de octubre de 2012

LA MUERTE DE ANDRÉS BELLO

Andrés Bello muere el 15 de octubre de 1865, en la ciudad de Santiago, a las 7:45 de la mañana, a la edad de 84 años, después de cuarenta y cinco días de angustiosa enfermedad, que empezó el 1º de septiembre, con una bronquitis. A la hora de su muerte, habían transcurrido 36 años de su vida en Chile, adonde había llegado el 25 de junio de 1829, procedente de Londres, a su edad de 48 años.

Muere como chileno, aunque no había renunciado a la nacionalidad venezolana, pues Chile le había nombrado ciudadano chileno. Y para recalcar su condición venezolana, Bello dejó en su poesía esta impronta de amor al lar nativo:

      Naturaleza da una madre sola
Y da una sola patria...En vano, en vano
 se adopta nueva tierra; no se enrola
 el corazón más que una vez; la mano
 ajenos estandartes enarbola;
 te llama extraña gente ciudadano...
 ¿Qué importa? ¡No prescriben los derechos
 del patrio nido en los humanos pechos!

Ya en Chile, sin olvidarse de los suyos, transcurriendo sus días llenos de nostalgias, recuerdos y añoranzas realiza su admirable obra de educador, civilista y libertador cultural, que lo proyecta a la posteridad como el “patriarca de las letras americanas.”

Chile le entrega la organización de su Estado, y en una dedicación total, configura Bello una tarea administrativa de grandes alcances, desde la Cancillería chilena y desde su curul de Senador. Frutos de esa incansable labor son el Código civil y su Derecho Internacional, complementada por una copiosa producción periodística, desde donde desarrolló diversos tópicos políticos, económicos y culturales de la vida diaria de su tiempo.

Chile le entrega su Universidad, y Bello la reorganiza y conduce durante 22 años de fecundo rectorado, hasta el día de su muerte, dejando una valiosa obra educativa, que se manifiesta en provechoso magisterio hacia sus numerosos alumnos, de significativa acción en la vida chilena. En su labor de universitario, culmina Bello sus numerosos estudios de investigación científica y humanística, que lo proyectan hasta hoy como educador, poeta, gramático, filólogo, filósofo, jurista, jurisconsulto, cosmógrafo, historiador, geógrafo, periodista.

Una vasta obra que hoy es patrimonio cultural de los pueblos hispanoamericanos.

Como un patriarca de los tiempos antiguos, rodeado de su esposa, de sus hijos – Bello vio morir algunos de ellos-, de sus alumnos, y de sobresalientes figuras de la vida chilena, que lo bienamaron hasta el final de sus días, muere Bello, en su residencia santiaguina. En el acto de su inhumación, Don Ignacio Domeyko, junto al cadáver de Bello, en el cemen­terio, expresó: "No es dado enumerar fríamente los inmensos méritos y servicios de Don Andrés Bello, que, si pudiéramos recordarlos todos, duda­ría la razón que en una sola vida, un solo hombre, pudiera saber tanto, hacer tanto y amar tanto".

Un sabio y un patriota, en su tiempo y para la posteridad.

Por:  Gilberto J. López

* foto (colaboración del Profesor H. Muñoz)   

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