jueves, 21 de noviembre de 2019

Sucre: “tierra de gracia”


El reconocimiento de Cumaná como “Primogénita del Continente americano” ha sido muy polémico entre historiadores dedicados a indagar sobre el tema de las ciudades a lo largo de la geografía hispanoamericana. Muchas poblaciones fueron creadas y la mayoría desaparecieron en el tiempo. Vale recordar que las primeras zonas encontradas y pobladas por los conquistadores españoles fueron las islas de Guanahaní en 1492 (en las Bahamas) y la bautizan como San Salvador, también está la isla de Juana (hoy Cuba) y la Española (Se conoce actualmente como Haití y Santo Domingo). Otras ciudades se han disputado en algún momento la primogenitura continental americana, en este caso la ciudad de Coro, Maracaibo, Veracruz en México, Panamá, Darién, Acla, etcétera.

Nueva Cádiz fue el nombre con que bautizaron a Cubagua, tras convertirse en el centro de extracción perlera más importante de la región y su dependencia de Cumaná fue permanente,  la provisión de alimentos era obtenida en tierra firme, el río Manzanares proporcionaba el agua dulce.

Cumaná desde un principio fue considerada el lugar ideal para  las misiones  fundantes. Fray Francisco Córdova y Juan Garcés fueron las primeras víctimas de las respuestas violentas de los indígenas ante los secuestros perpetrados por algunos españoles  a la familia del cacique don Alonzo llamado Kawuaná en lengua caribe, quien junto a varios de sus familiares incluyendo mujer e hijos fueron vendidos como esclavos. 

Ante esa situación, envían a Gonzalo de Ocampo y Jácome de Castellón a pacificar y consolidar el poblamiento de lo que se llamaría Cumaná. Nueva Toledo y Nueva Córdova, fueron los nombres con que ambos conquistadores en 1521 y 1523 respectivamente bautizan la futura ciudad cumanesa. Legalmente para el reino de España, la fundación de Cumaná se realiza en 1569, cuando le conceden a Diego Fernández de Zerpa la capitulación para que gobernara la provincia de Nueva Andalucía cuya capital fue Cumaná.

El nombre de Cumaná
Cumaná ha sido una ciudad de contrastes y la polémica por el origen de su nombre aún persiste, no hay un acuerdo sólido ni en la memoria histórica ni colectiva, hay una respuesta clara del asunto. Henry Pittier, naturalista Suizo estableció que Cumaná significaba “turnera”; una flor.

Anick López, investigador de lenguas indígenas y profesor universitario (UDO), llegó a la conclusión que Cumaná proviene del idioma Arawak “rio grande sagrado”.

También en el reciente libro en homenaje a los quinientos años de Cumaná titulado: Cumaná 500 años una historia ilustrada, elaborado por los historiadores y miembros de la Academia de la Geohistoria del Estado Sucre: Profesores Rommel Contreras, Luis Germán Pérez, Iraidé Cotoret y   el sacerdote Alexander Castro, en el artículo firmado por el geográfo Luis Germán Pérez, sostiene que Cumaná deviene de la fito-toponimia “turnera” una flor que se ha establecido como única de esta zona semiárida cumanesa.

Se ha establecido como fecha de fundación de Cumaná, el 27 de noviembre de 1515 por la labor de los misioneros franciscanos y dominicos, aunque una vez establecidos en esta zona, los franciscanos se quedaron en Cumaná y los dominicos en Chiribichí o zona de santa fe. Fray Pedro de Córdoba hace un pacto con el cacique Kawuaná o Don Alonzo y se consolida la población aunque luego suceden  los eventos mencionados al comienzo de este escrito. 

Cristóbal colón por su formación católica y muy creyente de los preceptos bíblicos , al tener noticias del esplendor y belleza de las tierras encontradas en su tercer viaje en 1498, denomina la zona de la península de Paria como “tierra de gracia” y en verdad ese contraste del mar azul y el verde de las montañas boscosas aún impresiona, han pasado más de quinientos años del inicio de la conquista y colonización de estas tierras continentales y se conserva su belleza exuberante e idílica, es muy aceptable decir que los españoles se encontraron un lugar edénico que luego se llamó el estado Sucre, donde comenzó el joropo y se creó el cuatro para expandirse por toda Venezuela.

Por: Orlando Balbás

martes, 19 de noviembre de 2019

EL VIAJE (es cuento y es historia)

En medio del rebulicio y los gritos para llamar la atención, los vendedores de pescado competían ofreciendo los precios del producto Marino. Los desarrapados niños de los arrabales, mugrientos y flacos, esperaban la oportunidad para tomar una pieza de pescado, salir corriendo y llevarla a su casa. 
La pobreza cundía por doquier y los policías caminaban vigilantes en su guardia dentro del mercado público.
Surgían repentinos, hombres anunciando viajes a tierras de Asia, a la india, Catay y Cipango. Ofrecían cruzar la misma ruta del legendario Marco Polo, quién llegó a las costas europeas llevando en su nave , objetos desconocidos hasta entonces, animales asombrosos y también el elixir de la eterna juventud. 
Todo el recuerdo de las fábulas que transformaron en historia y al revés, historias hechas fábulas por la conversación y transmisión de exageradas experiencias que en realidad no pasaban de una serpiente cobra, un tigre de bengala y unos faquires que tragaban fuego.
Otros se montaban en pedazos de madera húmeda, recostados de los muros derruidos de la plaza pública, llamando a embarcarse a una nave que los llevaría a territorios de riquezas inigualables, donde el oro estaba encima de la tierra , las calles y las casas de la ciudad eran construidas con el metal precioso. 
Las fantasías eran un recurso para vencer el terror y el miedo producto de la proliferación de los mitos sobre monstruos marinos y  sirenas encantadoras que después de hipnotizar con su belleza, se llevaban a los marineros al fondo del mar. Esos mitos  eran una forma de evitar que los más osados marinos y los dueños de embarcaciones miraran la posibilidad de competir en el comercio marítimo.
Ya el Almirante tenía en sus manos un plan de ruta para atravesar el océano Atlántico. Estaba seguro que saliendo por el oeste, alcanzaría el Oriente y fondearía sus carabelas en las costas de las indias para llenar sus naos de especias y telas de seda.
El Almirante entonces,  no fué a anunciar su viaje a la plaza, fue a ofrecerle a los presos en sus calabozos inmundos, la posibilidad de salir de prisión si se incorporaban a la aventura atlántica con los riesgos de las creencias en monstruos, calamares gigantescos y peces que vomitaban fuego como los dragones de Inglaterra.
Un sacerdote misterioso y uraño le dijo a la reina que el periplo planteado por el Almirante, no era del todo malo, pues era posible salvar almas y difundir la existencia del Dios católico en otros lares desconocidos e incivilizados. Un comerciante perteneciente a la corte del reino le habló a los reyes de una intuición que tenía al poder hacer ese viaje , era la oportunidad de encontrar mucha riqueza, oro y plata para sacar al reino de las deudas y progresar. Uno de los oficiales del palacio real, se pronunció por el favorable viaje a territorios que iban a expandir el poderío militar.
Todo se habló se discutió y llegaron a un acuerdo, el viaje   quedaba aprobado. 
Pero había un problema, se necesitaban noventa hombres y de los presos que se visitaron solo aceptaron incorporarse quince y eso porque estaban condenados a muerte. 
El Almirante decidió ir a las escuelas de educación náutica en Nápoles y Génova y allí consiguió algunos estudiosos de los viajes oceánicos y rutas ya conocidas.
Al fin,  completo ya el contingente con los pobres reclutados en las calles y las covachas de los montes cercanos, se armaron las tres carabelas y partieron enfiladas sus proas  "Allende el mar".
Durante el viaje con buen viento y velas izadas, se llevaba una buena velocidad sin tener más seguridad que la esperanza de la precisión y acertados cálculos que aquel misterioso y moribundo piloto le explicara al Almirante con detalles y le pusiera en las manos, los registros con la orientación completa acerca de las rutas, coordenadas, vientos de época y distancia para alcanzar las nuevas tierras.
Al pasar un buen tiempo, la desesperacion empezaba a dominar los ánimos, los alimentos y el agua comenzaron a escasear , se enfermaron algunos hombres y no se veía ningún indicio de estar cerca de alguna Costa. 
Ya era el amanecer, había angustia y preocupación, todo parecía desvanecer el optimismo , cuando de pronto, en mitad del silencio abrumador, el vigía gritó a todo pulmón: tierra, tierra.!!!!
Dirigieron sus naves a las costas halladas y al poner pie en tierra quedaron atónitos de la deslumbrante belleza de los ríos, árboles y animales en abundancia, pero más aún se sorprendieron cuando un grupo de personas salieron a su encuentro, adornados  de oro y
ofreciéndoles comida, agua, vino y ropa hecha con finas telas. Eran altos y su piel tal limpia como las hojas de las plantas que brillaban con el sol. 
Allí se quedaron, aprendieron a curar con medicina tropical, comieron casabe con pescado y al pasar del tiempo, tuvieron sus parejas y procrearon hijos. Desde entonces sus ideas no eran iguales, ya se vencían leyendas y mitos, vivieron lo real maravilloso de un nuevo mundo, desarrollaron una nueva civilización y la era del intercambio humano y cultural , nunca ha terminado desde ese entonces entre los habitantes del planeta tierra.

Autor: Orlando Balbás.
             Agosto 2019.

COLÓN, OTRA HISTORIA QUE CONTAR

Miró tanto el horizonte, que sus ojos casi reventaron. Encandilado por los destellos del imponente sol, cerraba sus ojos una y otra vez, para aclarar su visión ante todo aquello que podía ver. Estuvo a punto de quedar ciego, así lo registró en su bitácora.

Su fe era inquebrantable. Las posibilidades de alcanzar las costas de un nuevo mundo, fueron el motor para continuar un viaje, que más allá de un plan concebido por los cálculos y conocimientos geográficos, parecía una maravillosa y excitante aventura.

Los reyes católicos habían cedido a su petición de buscar nuevas tierras. Colón no dejaba de insistir en que pronto surgiría, como un monstruo gigantesco dormido, el relieve que probaría la existencia de nuevas tierras, desconocidas latitudes, que solo existían en los mitos y leyendas.

El genovés no ocultaba su entusiasmo, quizás porque ya tenía en su poder, los papeles que servirían de base para elaborar su ruta de viaje y mostrársela al reino de España, Portugal o Francia. Algunos incrédulos se mofaban del asunto. Otros lo tildaban de charlatán, decían que solo eran argucias del Almirante para persuadir a los reyes católicos de financiar una campaña tan arriesgada, para adentrarse al mar océano por occidente y encontrar un nuevo mundo.

Las discusiones en el reino de Castilla se prolongaron. El experto Marino genovés llevó su documentación para avalar el proyecto de la navegación, con las pautas, coordenadas y cálculos. Entonces? Había o no un previo estudio y conocimiento de la existencia de otra ruta, de otro continente, además de lo ya conocido?

Se afirma que unos años antes del arribo de las tres carabelas a la América en mil cuatrocientos noventa y dos, Alonzo Sánchez de Huelva, un marinero y comerciante español (nacido en Huelva), cuya existencia no está comprobada, conoció este continente. Sánchez de Huelva se adelantó a Colón, estuvo en los predios de las costas venezolanas y se quedó en lo que hoy es Cumaná. Este experimentado navegante , transmitió al Almirante Colón sus conocimientos náuticos, facilitándole las rutas y características del viaje, junto a la confirmación de la real existencia de nuevas tierras "Allende el mar".

Orlando Balbás. 
Cumaná 2019.

UN MATRIMONIO SINGULAR


El 19 de julio de 1766 se inicia de lleno la construcción del puente de madera sobre el río de Cumaná, por parte del coronel Don José Urrutia Ramírez de Guzmán que lo culmina tres meses después. Este puente dinamiza el entramado social de Cumaná, ya que une la parroquia “popular” de Altagracia con la muy refinada parroquia de Santa Inés. El 21 de octubre de 1766, un terrible terremoto deja en ruinas a la Ciudad de Cumaná; al punto que la corona envía a ingenieros a reconstruir y repensar la traza urbana de la ciudad de Cumaná. El terremoto y el puente, hieren profundamente ciudad mantuana del siglo XVIII, dando paso a una incipiente ciudad mestiza a inicios del siglo XIX; lo que se concreta a pleno esplendor luego de la guerra de independencia. La ciudad tuvo que ser repensada, una revolución urbana y social se desarrollaba en su seno y periferia, se ocupan los espacios y se dinamiza el entramado social. La cotidianidad rota por el terremoto, se recupera precipitadamente; el mantuanaje comienza a quedar atrás, lentamente los que no tenía alcurnia y los mestizo asciende en el tejido social; se empieza a perforar la cerrada sociedad colonial, nuevos enlaces y matrimonios son permitidos; lo que antier era impensable:

Vivía D. Luis Beltrán García de Urbaneja[i] en la plaza de Santo Domingo de Cumaná, en una casa separada de la sacristía de la iglesia, por un estrecho callejón, y tenía una hija llamada María Rosario[ii], a quien obsequiaba el D. Francisco Cabrillac de Fontaines[iii]. Como por las preocupaciones de entonces la medicina no se juzgaba profesión noble, D. Luis no creía que Cabrillac fuese digno de su hija y rechazaba tenazmente las pretensiones del doctor. El francés, hombre pudoroso, sintió cruelmente herido su amor propio, y no pudiendo resignarse a soportar aquel desaire, procuró no economizar esfuerzos por llegar a casarse con la joven. Hacía la sazón el obispo Martí la visita a estos lugares, y el doctor Cabrillac, tratando de obviar inconvenientes, logró que su Señoría, después de hechas las correspondientes justificaciones, dispensarse las proclamas y le ordenase al cura proceder al matrimonio; pero como la resistencia de D. Luis era inevitable, se ocurrió a un expediente singular. Se facultó al fraile dominico para presenciar el matrimonio, y una noche (diciembre 1766) burlando la vigilancia de sus padres. De dentro de la casa se asomó la joven a una de las ventanas laterales que daba al callejón, estando por fuera el sacerdote, el novio y los testigos; y así ligeramente se celebró el matrimonio[iv], encontrándose D. Luis al siguiente día con que su hija era la señora Cabrillac (Cayetano de Carrocera, 1954).


Fuentes:
·         Carrocera, Fray Cayetano de. (1945). Memorias para la Historia de Cumaná y Nueva Andalucía.  Editorial Artes Gráficas, Caracas.  páginas 254-255.
·         Iturriza Guillén, Carlos. (1973). Algunas Familias de Cumaná. Instituto Venezolano de Genealogía, Caracas.
·         Marcano, P. E. (1956). CONSECTARIO de la Ciudad de Cumaná (2da. ed.). Cumaná: Ejecutivo del Estado Sucre.


Por: Rommel Contreras 
Academia de la GeoHistoria del estado Sucre



[1]

Capitán de los Reales Ejércitos, Don Luis Beltrán García de Urbaneja y Cortés Osorio, nacido en Cumaná (fecha desconocida) y muere en la misma ciudad el 20 Dic 1787. Ocupó el cargo de Regidor y Teniente de Gobernador del Ayuntamiento de Cumaná. Fueron sus padres el Capitán Antonio García de Urbaneja y González de la Peña (1644) y Doña Josefa Francisca Cortés y Osorio; ambos nacidos y fallecidos en Cumaná; tuvieron 16 hijos.

[2] María del Rosario García Urbaneja y Sánchez (nació en Cumaná en 1745), hija de Don Luis Beltrán García de Urbaneja y Cortés Osorio; y Josefa Manuela Sánchez y Ramírez de Arellano y Vallenilla (familiar   ̶ hija̶ ̶   del gobernador: José Ramírez de Arellano 1696-1706). Luego del matrimonio con Cabrillac, tuvo un segundo matrimonio con Manuel Ancelmo de Marcano (margariteño).

[3] Francisco Cabrillac de Fontaines, médico francés viudo de madame Marie Francoise Lanoys. Casó en Cumaná con María del Rosario García de Urbaneja, matrimonio que le dejó dos hijas:  Antonia Manuela y María Francisca Cabrillac y García de Urbaneja.

[4]

El acta de este matrimonio se halla en el “Libro 4° de Casamientos de Personas Blancas” de la Parroquia Matriz de Cumaná (1745-1773), al folio 133. [ahora en el archivo de la Iglesia Santa Inés de Cumaná]  ̶ No se dice allí que hubiese presenciado este matrimonio un dominico, sino Don Antonio Patricio de Alcalá.  ̶ El matrimonio fue consumado el 23 de diciembre de 1766-