martes, 19 de noviembre de 2019

EL VIAJE (es cuento y es historia)

En medio del rebulicio y los gritos para llamar la atención, los vendedores de pescado competían ofreciendo los precios del producto Marino. Los desarrapados niños de los arrabales, mugrientos y flacos, esperaban la oportunidad para tomar una pieza de pescado, salir corriendo y llevarla a su casa. 
La pobreza cundía por doquier y los policías caminaban vigilantes en su guardia dentro del mercado público.
Surgían repentinos, hombres anunciando viajes a tierras de Asia, a la india, Catay y Cipango. Ofrecían cruzar la misma ruta del legendario Marco Polo, quién llegó a las costas europeas llevando en su nave , objetos desconocidos hasta entonces, animales asombrosos y también el elixir de la eterna juventud. 
Todo el recuerdo de las fábulas que transformaron en historia y al revés, historias hechas fábulas por la conversación y transmisión de exageradas experiencias que en realidad no pasaban de una serpiente cobra, un tigre de bengala y unos faquires que tragaban fuego.
Otros se montaban en pedazos de madera húmeda, recostados de los muros derruidos de la plaza pública, llamando a embarcarse a una nave que los llevaría a territorios de riquezas inigualables, donde el oro estaba encima de la tierra , las calles y las casas de la ciudad eran construidas con el metal precioso. 
Las fantasías eran un recurso para vencer el terror y el miedo producto de la proliferación de los mitos sobre monstruos marinos y  sirenas encantadoras que después de hipnotizar con su belleza, se llevaban a los marineros al fondo del mar. Esos mitos  eran una forma de evitar que los más osados marinos y los dueños de embarcaciones miraran la posibilidad de competir en el comercio marítimo.
Ya el Almirante tenía en sus manos un plan de ruta para atravesar el océano Atlántico. Estaba seguro que saliendo por el oeste, alcanzaría el Oriente y fondearía sus carabelas en las costas de las indias para llenar sus naos de especias y telas de seda.
El Almirante entonces,  no fué a anunciar su viaje a la plaza, fue a ofrecerle a los presos en sus calabozos inmundos, la posibilidad de salir de prisión si se incorporaban a la aventura atlántica con los riesgos de las creencias en monstruos, calamares gigantescos y peces que vomitaban fuego como los dragones de Inglaterra.
Un sacerdote misterioso y uraño le dijo a la reina que el periplo planteado por el Almirante, no era del todo malo, pues era posible salvar almas y difundir la existencia del Dios católico en otros lares desconocidos e incivilizados. Un comerciante perteneciente a la corte del reino le habló a los reyes de una intuición que tenía al poder hacer ese viaje , era la oportunidad de encontrar mucha riqueza, oro y plata para sacar al reino de las deudas y progresar. Uno de los oficiales del palacio real, se pronunció por el favorable viaje a territorios que iban a expandir el poderío militar.
Todo se habló se discutió y llegaron a un acuerdo, el viaje   quedaba aprobado. 
Pero había un problema, se necesitaban noventa hombres y de los presos que se visitaron solo aceptaron incorporarse quince y eso porque estaban condenados a muerte. 
El Almirante decidió ir a las escuelas de educación náutica en Nápoles y Génova y allí consiguió algunos estudiosos de los viajes oceánicos y rutas ya conocidas.
Al fin,  completo ya el contingente con los pobres reclutados en las calles y las covachas de los montes cercanos, se armaron las tres carabelas y partieron enfiladas sus proas  "Allende el mar".
Durante el viaje con buen viento y velas izadas, se llevaba una buena velocidad sin tener más seguridad que la esperanza de la precisión y acertados cálculos que aquel misterioso y moribundo piloto le explicara al Almirante con detalles y le pusiera en las manos, los registros con la orientación completa acerca de las rutas, coordenadas, vientos de época y distancia para alcanzar las nuevas tierras.
Al pasar un buen tiempo, la desesperacion empezaba a dominar los ánimos, los alimentos y el agua comenzaron a escasear , se enfermaron algunos hombres y no se veía ningún indicio de estar cerca de alguna Costa. 
Ya era el amanecer, había angustia y preocupación, todo parecía desvanecer el optimismo , cuando de pronto, en mitad del silencio abrumador, el vigía gritó a todo pulmón: tierra, tierra.!!!!
Dirigieron sus naves a las costas halladas y al poner pie en tierra quedaron atónitos de la deslumbrante belleza de los ríos, árboles y animales en abundancia, pero más aún se sorprendieron cuando un grupo de personas salieron a su encuentro, adornados  de oro y
ofreciéndoles comida, agua, vino y ropa hecha con finas telas. Eran altos y su piel tal limpia como las hojas de las plantas que brillaban con el sol. 
Allí se quedaron, aprendieron a curar con medicina tropical, comieron casabe con pescado y al pasar del tiempo, tuvieron sus parejas y procrearon hijos. Desde entonces sus ideas no eran iguales, ya se vencían leyendas y mitos, vivieron lo real maravilloso de un nuevo mundo, desarrollaron una nueva civilización y la era del intercambio humano y cultural , nunca ha terminado desde ese entonces entre los habitantes del planeta tierra.

Autor: Orlando Balbás.
             Agosto 2019.

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