Bartolomé Bello, padre de Andrés Bello, vivió en Cumaná, donde ejerció la Fiscalía de Hacienda y Renta del Tabaco, desde 1789 hasta su muerte en 1804. En la Cumaná de hoy, una placa colocada en el llamado Pasaje Bartolomé Bello indica que allí estuvo la casa familiar del distinguido funcionario.
La pregunta obligada es: ¿vivió Andrés Bello en Cumaná?
Generalmente se dice que Andrés Bello nació y vivió en la casa de su
abuelo el pintor y escultor don Juan Pedro López. La cronología de
Bello, elaborada por Oscar Sambrano Urdaneta para el homenaje que
la Universidad Central ofreciera al insigne caraqueño con motivo del
Bicentenario de su nacimiento, deja entrever que Bello seguramente
vivió poco tiempo en Cumaná, o a lo sumo haría cortas visitas, tal
vez, en algunos periodos de vacaciones.
Hay, sin embargo, dos hechos que ligan a Andrés Bello con Cumaná.
La referencia poética al rio Manzanares, que Bello incluye en su
poema “Alocución a la Poesía”, y su mención a un amor juvenil con
María Josefa Sucre, hermana del futuro Gran Mariscal de Ayacucho.
Ambos hechos sugieren una permanencia significativa de Sucre en
Cumaná, tal vez una estadía más prolongada que una fugaz visita
vacacional. Todavía, al morir su padre, el 25 de julio de 1804, se
hace mención a una petición de ayuda de su madre a las autoridades
españolas, documento redactado, según Pedro Grases por Bello y
fechado en Cumaná (17 de septiembre de 1804). ¿Vivía Bello
entonces en Cumaná, o simplemente se encontraba en Cumaná con
motivo de la muerte de su padre?
Veamos un poco las fechas.
De 1781, fecha de su nacimiento a 1789, en que su padre se traslada
a Cumaná, trascurren 8 años de la vida de Bello, su niñez. De 1789 a
1804, año de la muerte de su padre, pasan 15 años, y Bello alcanza
los 23 años de su edad. Pero en 1797, a sus 16, Bello ingresa a la
Universidad central, y concluye como Bachiller en Artes, en 1800,
cuando comienza derecho y medicina, simultáneamente, sin concluir
sus estudios, y desde entonces estará definitivamente en Caracas.
Pudiera pensarse que Bello tuviera permanencia en Cumaná entre sus
ocho y diez y seis años.
Pero Sambrano Urdaneta resalta que Bello ingresa en 1787, el mismo
año de la muerte de su abuelo, a la escuela de primeras letras de
Don Ramón Valostan, al igual que otros niños, que tendrán luego
relevante actuación en la lucha por la independencia. ¿Significa
entonces que Bello no vendría con su familia a vivir en Cumaná?
¿Quedaría al cuidado de algún familiar, o del padre Cristóbal de
Quesada, su maestro, y principal ductor en latín? En verdad, ¿sólo
vendría en tiempo de vacaciones? Todo parece señalarlo así. Pero en
todo caso, sus esporádicas visitas a Cumaná tienen, sin duda, gran
significación para su formación de venezolano.
Hemos de pensar, que como cualquier muchacho en su época disfrutó
de las delicias del río Manzanares, de la misma manera que en el
Catuche y Anauco de su residencia caraqueña: baños, natación,
paseos por sus riberas, como para siempre tenerlo en el recuerdo, e
incluirlo años después en su poesía, cuando ya vivía en Londres. En
“Alocución a la Poesía” se lee: “Despierte (0h Musa, tiempo es ya)
despierte/ algún sublime ingenio, que levante/el vuelo a tan
espléndido sujeto,/y que de Popayán los hechos cante/y de la no
inferior Barquisimeto,/ y del pueblo también(Cumaná, nota de Bello)
cuyos hogares/a sus orillas mira el Manzanares;/no el de ondas pobre
y de verdura exhausto,/que de la regia corte sufre el fausto,/y de su
servidumbre está orgulloso,/mas que el de aguas bellas
abundoso,/como su gente lo es de bellas almas,/del cielo en su cristal
sereno, pinta/el puro azul, corriendo entre las palmas/de esta y
aquella deliciosa quinta;/ (O. C. tomo I, p. 51).
En el momento de la atracción amorosa posa su mirada en María
Josefa Sucre, hecho conocido y referido en la tradición de amigos y
familiares, y al que el mismo Bello hace mención. Enrique Planchart
en su artículo intitulado “Bello, Arístides Rojas y la familia Loynaz”,
presentado en fragmento por Pedro Grases en su “Antología del
Bellismo en Venezuela” (Monte Ávila Editores, Caracas, 1981, p.281)
recoge el recuerdo de Miguel Luis Amunátegui, cuando Andrés Bello
le refirió sobre su primer amor, en Cumaná: “una niña de grandes
ojos negros, de espíritu vivaz e inquieto, hábil en toda clase de
labores y aficionada a componer versos, quien despertó aquel
sentimiento; se llamaba María Josefa y era hermana del que fue
luego Gran Mariscal de Ayacucho. Estuve profundamente enamorado,
decía el maestro; pero una terrible desgracia nos separó. La niña
tenía un hermano recluido en el hospital de San Lázaro y a ella
también la hirió la enfermedad. La distancia y las calamidades de la
guerra no me han permitido saber más de su suerte”.
Según refiere Planchart en la transcripción de los recuerdos de los
hermanos Loynaz, María Josefa Sucre enfermó, en verdad, pero no de
lázaro, como erróneamente supo Bello, sino de una especie de
parálisis del brazo derecho, como consecuencia de lavarse manos y
cara después de planchar. María Josefa Sucre murió en un naufragio
de La Habana a San Thomas, en travesía hacia Cumaná, en el mes de
diciembre de 1821. Los Loynaz, según Planchart, mencionan un
soneto de Bello a una amiga, tal vez María Josefa: “¡Adiós, oh Musa,
que mi encanto fuiste!/ ¡Adiós amiga de mi edad ardiente!/La mano
del dolor quebró mi lira”. / (Óp. Cit. p. 285).
Un rasgo significativo de Bello es su condición de nostálgico. A lo
largo de su existencia, siempre dio lugar a la expresión de la
nostalgia, por personas, lugares y momentos importantes de su vida.
No es por tanto extraño que en sus recuerdos siempre tuvieran lugar,
además de sus familiares y amigos, y el terruño, su primer amor, y
sus travesuras y deleites por las riberas del río cumanés.
Prof. Gilberto J. López (escrito del 20 dic. 2016)
VicePresidente de la Academia de la Geo Historia del Estado Sucre (☩Fallecido)
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