Como primer
mártir de la libertad de América, Lope de a Aguirre está por descubrir y
rehabilitar
Ramón J.
Sender[a]
El
Marqués de Cañete virrey del Perú, organizó una expedición con el objeto de
encontrar las ricas tierras de Omagua y Dorado (provincias fantásticas e
imaginarias). Para esa empresa en 1559 comisionó al experimentado capitán Pedro
de Ursúa Navarro, nombrándole Gobernador de las tierras por descubrir. Ursúa
construye varios bergantines, con los cuales pretende bajar desde el Perú por
el río Marañón (el Amazonas)[i],
hasta encontrar su imaginaria jurisdicción para asentar su campo y Real, y
señorear sobre tierras y hombres; para la grandeza de Felipe II, emperador del imperio
español «el
Prudente»;
flamante pretensión del gobernador Ursúa: «vencedor de indios y negros»
en este lado del mundo.
Los bandos publicados en Lima y
sus alrededores, permitieron reunir 300 soldados, el doble de indios, y un
decimo de negros. La expedición inicia la larga jornada el 26 de septiembre de
1560, y al paso por el pueblo de los motilones (el 1 de enero de 1561), una
conspiración propiciada por Lope de Aguirre
termina con la vida de Ursúa; una más de la cadena de muertes que
ensombreció para la historia aquella expedición conocida como la de los
marañones, primera rebeldía manifiesta y de carácter regional en tierras
americanas contra la corona española.
Diez meses después, en el ocaso,
además de la muerte de gobernador Pedro de Ursúa y del Teniente de Gobernador de Margarita Juan
Gómez de Villandrando[b],
los marañones habían ejecutado o dado muerte a un sacerdote y dos religiosos, cinco
mujeres, y un número indeterminado de naturales, que fueron quedando sin vida
en las riberas de su largo recorrido amazónico, en la isla de Margarita, y en
Tierra Firme. Al final de sus andanzas Lope de Aguirre (que pretendía regresar
al Perú pasando por Nombre de Dios, en Panamá), tuerce su rumbo hacia Borburata
para alcanzar su cometido desde allí. En Barquisimeto es cercado y reducido, por
tropas del capitán Diego García de Paredes, al verse imposibilitado de regresar
a El Perú y próxima su muerte, en una acción siniestra y envalentonada hiere de
muerte a su hija (para salvarla del escarnio y del desprecio).
A pesar de la intención de apresarlo
con vida, Lope
de Aguirre dejó de existir el 27 de octubre de 1561, por par de arcabuzazos que
impactaron en su pecho disparados por manos de dos de sus compañeros de
fechoría que se habían pasado a la bandera del rey; Cristóbal Galindo y
Custodio Hernández, «su muy amigo» quien le cercena la cabeza
y la ofrece al Gobernador Collado. Este ordena hacer cuartos del despojo
y ponerlos en caminos alrededor de la ciudad de Barquisimeto (como era
costumbre); la cabeza fue llevada al Tocuyo y exhibida en el rollo de la plaza
real en una jaula de hierro, la mano derecha fue enviada a Mérida y la
izquierda a Valencia. Aguirre dijo tres días antes de su muerte: “si yo tengo que ser desbaratado en esta
provincia de Venezuela, ni creo en la fe de Dios ni en la secta de Mahoma ni
Lutero ni la gentilidad, ni tengo que hay más de nacer y morir”[ii].
Aguirre ejecutado apresuradamente
por dos de sus hombres, se lleva a la tumba el cumuló de sus crímenes; y
también los de sus marañones. Antes de la muerte del caudillo, muchos de sus
hombres (en grupo) se pasaron al campo y real de García Paredes, bajo la
promesa de no castigar sus crímenes y no regresarlos a España. Promesa
respetada y aumentada por el gobernador de la Provincia de Venezuela; Collado, quien perdona el cúmulo de fechorías cometidas como marañones, a todos
los que abandonaran a El Tirano.
Mediante Cédula Real (en nombre del rey, pero sin su consulta), Collado
les da licencia para que fuesen donde quisieran, con la condición de que se
desperdigaran por muchas partes de la Tierra Firme, “que fueron semillas
sembradas de rebeliones y alzamiento” [iii].
La expedición capitaneada por el tirano y peregrino Lope de Aguirre fue
la causa del arrase de cuatro pueblos de españoles, y de un estado de conmoción
general «miedo
y terror» en las provincias españolas ultramarinas, de Venezuela y Nueva
Andalucía (Cumaná), temor que se extendió cuan huracán por toda la costa hasta
Panamá, y Santo Domingo en la Española (República Dominicana), donde las
autoridades de la Audiencia Real, se ven obligadas a actuar ante la presunción
de que hombres tan depreciables y dispuestos tocasen sus puertos.
Felipe II, al tener noticias del
perdón general otorgado a los marañones, despacha desde Madrid en 1562, Cédulas
a todas las provincias de Indias “para
que prendiesen a todos los marañones, dondequiera que los hallasen, y se los
enviasen a España, a donde no llegó ninguno por haberse sabido bien guardar”[iv].
Lo que no quiere decir que no se hiciere justicia con algunos; pero otros
tantos se desparramaron incorporándose a la naciente sociedad y pueblos de la
época, compartiendo vicisitudes básicamente relacionadas con los oficios de guerra
contra los naturales de la provincia de Venezuela (confederados bajo el mando del cacique
Guaicaipuro); y más allá, entre ellas las aun no conquistadas provincias
orientales.
El viernes 7 de noviembre de
1561, desde el puerto de Santo Domingo parte la expedición de castigo contra
Lope de Aguirre y sus marañones, capitaneada por Juan Hojeda quien «ofreció sus dos navíos y su persona, sin
sueldo para la jornada»[v],
cuatro navíos la conforman: dos de Hojeda, uno del Provincial Montesino, y el
otro de Doña Aldonza Manrique (gobernadora titular de Margarita). Estaba
integrada por un total de doscientos veinte hombres «bien
aparejado de artillería, municiones, y mantenimiento»[vi]
mientras que Aguirre a su llegada a Borburata viene acompañado de «160
arcabuceros, 20 negros que son los ejecutores de sus crueldades, 200 indios,
hombres y mujeres, 6 piezas de artillería de bronce, gran cantidad de
municiones, pólvora y salitre»[vii] ; Ursua
había salido con 300 soldados, 600 indios y 30 negros.
Meses después, no muy lejos de Madrid, en la capilla del Monasterio de San Lorenzo del Escorial, inmensa mole mandada a construir en forma de parrilla invertida (San Lorenzo, diácono mártir, murió asado en una parrilla) por Felipe II, el taciturno monarca interrumpe brevemente sus rezos para escuchar la noticia que le llega desde América: El traidor Lope de Aguirre, "la ira de Dios", ha muerto. Felipe de Austria no deja traslucir su complacencia y sólo acierta a musitar: "Contra el Rey de España es posible que se rebele impunemente cualquiera de sus súbditos. Pero contra Dios, eso es imposible. Porque siempre habrá un castigo para el insensato que incurra en semejante desatino"[viii].
Aguirre es un meteoro en la medianía del siglo XVI, rasga el velo de silencio y de conquista en el oriente de Tierra Firme, su paso y estadía en Margarita precipita el poblamiento de la costa cumanesa; pretendida inicialmente por franciscanos, dominicos, cubaguenses y margariteñós; también por portugueses, ingleses, holandeses, y franceses.
por: Rommel Contreras
[i]
Nectario María. Diego García de Paredes, Pág. 442.
[ii]
Vázquez, Francisco. El Dorado: Crónica de la expedición de Pedro de Ursúa y
Lope Aguirre. Alianza Editorial, 1987.
[iii]
Fray Pedro Simón Noticias e Historiales de Venezuela, T. II. Pág. 310.
[iv]
Ídem, Pág. 310, nota 146.
[v]
NECTARIO MARÍA, OBRA CITADA, Pág. 465.
[vi]
Ídem Pág. 465.
[vii]
Ídem Pág. 466. Original en: AGI, Santo
Domingo, 71. Tomo I, Fol. 197
[ix]
Silva Montañes, Ismael. Hombres y Mujeres del siglo XVI venezolano, Tomo IV,
Pág. 111.
[x]
Oviedo y Baños. Historia de la conquista y población de la provincia de
Venezuela. Pág. 360.
[xi]
Expresión del Provincial Burgales en carta desde Santo Domingo el 11-6-1556.
En: Ojer, obra citada. Pág. 216.