miércoles, 29 de octubre de 2025

San Antonio de la Eminencia, 60 años

Conmemoración del 60° Aniversario del Castillo de San Antonio de la Eminencia
 Rommel Contreras, Discurso oficial. Octubre de 2025

Academia de GeoHistoria del Estado Sucre

 

Si algún día soñamos con ver este Castillo inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial, el camino comienza con la investigación, la dedicación y el amor local.

Otras ciudades del mundo tienen sus fortalezas —como La Cabaña, en La Habana, San Felipe en Cartagena o El Morro, en San Juan—, pero ninguna posee el privilegio de custodiar la cuna del Gran Mariscal de Ayacucho.

Desde esta Eminencia se ve el mar, pero también la historia; desde aquí se domina la geografía y se convoca la memoria.

Andrés Bello dijo que la naturaleza es el alma visible de la patria; en Cumaná, esa alma está inscrita en piedra, sangre, sacrificio, sol y mar.

Debemos exponerla al mundo en tinta, papel y con el auxilio de las Nuevas Tecnologías.

Hace ya un par de décadas, cuando el querido presidente Hugo Chávez Frías convocó a los venezolanos de todas las edades y género a estudiar la historia de Venezuela, comprendí que también era necesario escribirla y divulgarla.

A pesar de que mis estudios formales pertenecen al ámbito de las ciencias físicas —a los números, no a las letras—, sabemos que el conocimiento de la historia también requiere de los beneficios del método científico.

Desde toda óptica, Cumaná es un oasis virgen para el estudio histórico y patrimonial, cuya memoria se remonta a mucho más de dos milenios. Fue eso lo que, hace cuarenta años, me trajo a compartir mi tiempo con el de todos, y acudir a toda convocación en el beneficio de la historia patria.

Nuestra historia —la indígena, la colonial y la republicana— aún yace dispersa entre libros, archivos, relatos, patrimonios inmateriales y bienes materiales, como lo es esta fortaleza en esta Eminencia y altura, que nos acompaña desde el último cuarto del siglo XVI.

Por eso, cuando en 2005 surgió en la mente inquieta del Dr. Ramón Badaracco, el Cronista de la Ciudad, la idea de crear una Academia para el estudio de la historia de Cumaná, un grupo de ciudadanos abrazamos su propuesta y le ayudamos a materializarla con un planteamiento crítico referido a una historia propia e insurgente.

Desde entonces, la Academia de GeoHistoria del Estado Sucre ha cultivado una cosecha fecunda, hoy consolidada bajo la presidencia del profesor Hernán Muñoz Villafuerte.

Hemos logrado avances significativos en la comprensión de nuestro pasado reciente, pero aún quedan muchas incógnitas de nuestras remotas raíces.

Antes de la existencia de la Academia, el curso y caprichos del río Cumaná —hoy Manzanares— estaba oculto bajo el velo del desconocimiento.

Hoy entendemos su recorrido milenario, sus desvíos entre los siglos XVII y XVIII y las correcciones realizadas para linealizar su cauce desde El Tamarindo hasta su boca actual, con suficiente evidencia, documental y cartográfica. Todo ello realizado por manos cumanesas y bajo su propia coordinación.

Ese conocimiento permitió identificar la ubicación de la antigua ciudad de Nueva Córdoba, la Cumaná marinera a orillas del mar, y precisar su traslado —antes de la navidad de 1582— al sitio donde hoy perdura el origen del Centro Histórico, rendido a los pies de esta Eminencia originalmente llamada de Santiago y San Antonio.

Sabemos quién ejecutó esa mudanza, y las causas y consecuencias de aquel trascendental desplazamiento urbano, y sospechamos que era un Marañón.

También hemos avanzado en el análisis de registros cartográficos y documentales sobre el patrimonio de Cumaná y sus alrededores.

Ello ha permitido despejar algunas incógnitas que teníamos sobre la ciudad, aunque otras permanecen esquivas y distantes a nuestra comprensión; especialmente las referidos a sus primeros habitantes, quienes poblaron estas tierras hace más de cinco siglos.

Los primeros pobladores se asentaron al borde de humedales propicios para la vida, moldeados por el río y consolidados por el mangle.

Restos y evidencias de esas culturas originarias permanecen dispersos en las serranías y el margen litoral.

Los movimientos tectónicos dieron forma al paisaje que hoy admiramos: la Serranía de Caigüire y sus estribaciones, entre ellas esta impecable Eminencia, que siempre ha sido respetada.

Los cumaneses de entonces reforzaron su entorno natural con una especial frontera verde-espinosa, destinada a proteger la fortaleza, que fue creciendo y modificándose con el tiempo. Su  primaria defensa desde el siglo XVI.

Desde aquí se domina todo el entorno: también fue un lugar preferido e ideal para observar las estrellas y tomar posiciones geográficas, cuando el mundo vivía el siglo de las grandes aventuras y navegaciones.

El sabio Alexander Humboldt estudió nuestro cielo, otros le antecedieron y sucedieron, muchas cartas de navegación y mapas de los siglos XVIII y XIX se referencian astronómicamente al Fuerte de San Antonio.

Estas serranías donde nos encontramos, conocidas geológicamente como el anticlinal de Mundo Nuevo, son formaciones cuaternarias, jóvenes, que guardan tesoros geológicos y paleontológicos, algunos por descubrir, potenciales recursos educativos y turísticos. Poseemos lo que otros envidiarían al respecto, un museo natural en toda la extensión de la palabra, donde los plegamientos y los fósiles cuaternarios compiten y hablan por sí mismos.

Tampoco debemos olvidar el mar: sus riquezas bióticas y abióticas que han sustentado nuestra dieta, economía y cultura durante siglos.

Mucho ignoramos todavía, pero debemos comenzar a descubrirnos: sin demora y con apuros.

Algunos mitos urbanos persisten, como el supuesto túnel entre el Fuerte y la Casa de Gobierno: una idea concebida, pero nunca materializada.

También se ha sobrevalorado el potencial militar del Castillo de San Antonio, restándole protagonismo al Fuerte de Santa María de la Cabeza, pieza clave en la defensa de la ciudad, hoy injustamente olvidado; es buen tiempo para recuperar ese patrimonio y también la Casa Fuerte al usufructo de la ciudad.

Eso no disminuye, sin embargo, la importancia simbólica y estratégica del Fuerte de San Antonio de la Eminencia, que durante siglos sirvió para intimidar a los enemigos de Cumaná. Desde cuando cuidaba junto con el Castillo de Santiago de Arroyo de Araya, una de las puertas del Imperio Español.

Durante la Independencia, junto con el Fuerte de Santa María de la Cabeza y otros ya desaparecidos (como el Reducto de San José o de la Candelaria y el Castillo Viejo), alternaron su control entre patriotas y realistas.

Años después, esta fortaleza, albergó prisionero al general José Antonio Páez, cuya partida al exilio estuvo acompañada por una multitud de cumaneses y dieciséis señoritas vestidas de blanco que lo escoltaron hasta el puerto.

Aquella despedida con gran manifestación de afecto cumanés marcó al Centauro, quien prometió regresar a Venezuela por Cumaná, y cumplió su palabra.

Investigando el Centro Histórico de Cumaná, miembros de la Academia, rescatamos de los archivos en España, Caracas y locales, las pruebas documentales que confirmaron la tesis del cronista Dr. Pedro Elías Marcano sobre el sitio exacto de la Casa Natal del Gran Mariscal de Ayacucho.

Ese lugar sagrado, a las faldas de esta misma Eminencia, entre la Basílica Menor de Santa Inés y donde hoy nos encontramos, allí fue el lugar donde doña María Manuela de Alcalá y Vicente de Sucre, recibieron y criaron al Gran Mariscal de Ayacucho, en la postrimería del siglo XVIII y el advenimiento de los tiempos revolucionarios de la Independencia.

Hoy sabemos con precisión matemática y astronómica la ubicación de esa casa.

La Academia cumanesa reunió los soportes científicos que permitieron quitar el velo con que la Academia Nacional de la Historia había relegado la morada del Gran Mariscal.

La reedificación impulsada por la Academia de GeoHistoria, hoy es un hecho culminado por el Gobierno Bolivariano del presidente Nicolás Maduro, bajo la gestión del almirante Gilberto Pinto Blanco. Así, no solo cumplimos el deseo del comandante Hugo Chávez Frías, también el anhelo de todo el pueblo cumanés, que por las guerras y descuidos había olvidado tan importante deber histórico.

Entonces, de pie ante este sólido patrimonio y mole de nuestra historia, que ha visto pasar casi todas nuestras vicisitudes, incluyendo las propias que han cambiado su morfología.

Este Castillo en su origen fue refugio contra piratas como lugar fuerte de la ciudad, pero también como defensa ante los ataques de los legítimos dueños de estas tierras; los mal llamados indígenas.

Su historia se remonta a 1572, cuando los naturales de la zona —en defensa de su tierra— dieron muerte a los alcaldes Juan Rengel y Hernán López de Pedroza: cuando la ciudad era marinera. Sucumbieron a flechazos en una guasábara cuando los indios se opusieron a los desmanes de la hueste colonizadora del capitán Diego Fernández de Serpa.

Aquello motivó al gobernador inmediato e interino de Serpa, Adriano de Padilla, a la erección de una fortificación precursora en el sitio más defendible del entorno, a media legua: la Eminencia de "Santiago y San Antonio". Es de esa obra que tenemos evidencias, de su mantenimiento y reparaciones.

Se construye un modesto rodete de paredes elevadas, con la técnica de la tapia pisada. Todavía, casi un siglo después, en la medianía del siglo XVII (1668), tan solo era una construcción endeble, redonda de barro y de piedra, pero que ya contaba con ocho piezas de artillería.

El gobernador Juan de Padilla y Guardiola (1680–1683) reformó el sistema defensivo, advierte la necesidad de tener para Cumaná un sistema eficaz de defensa. Organiza la reforma del nuevo San Antonio, siguiendo las directrices ya determinadas por el anterior gobernador Angulo y Sandoval, que consistían esencialmente en una tipología que había sido adoptada en España, proveniente de Italia, la forma cuadrangular con baluartes en las puntas, en sustitución de las torres. Doce años antes ya verificada en Cumaná con el fuerte de Santa María.

En febrero de 1682 el proyecto fue enviado a la Junta de Guerra, organismo este que en julio de ese año aprueba el proyecto y la demolición de la fortificación anterior.

El siguiente gobernador Francisco de Ribero y Galindo (1683–1686) transforma la obra debido al terremoto de 1684, dándole forma de estrella de cuatro puntas, la que aún perdura. Cambiando la tipología cuadrangular abaluartada original (quizás privó la premura y criterios económicos). Esta modificación tuvo la oposición del anterior gobernador y de los vecinos.

Su consolidación final hacia 1688 le dio a Cumaná su eje de defensa y símbolo de poder. Desde entonces, el Castillo de San Antonio de la Eminencia ha sido la piedra angular de nuestra identidad.

Su emplazamiento artillado transmitía dominio y control local al poblado dirimido. La consolidación como fortaleza de primer orden de la ciudad exigió dotación de foso, empalizada, artillería diversa, residencia de tropa, aljibe, capilla y casa de pólvora.

Su emplazamiento era excepcional ya que desde él se podía percibir el movimiento por la planicie litoral en todos los sentidos, por el río, que en ese entonces discurría hacia el norte entre las actuales calles Montes y Ayacucho y por el litoral norte. Pero su falla, estaban referidas a la defensa de los predios cercanos e inmediatos al poblado. En este sentido el fuerte de Santa María de la Cabeza siempre le superó.

Desde aquí se observan los ríos, el litoral, las montañas y la ciudad que creció a sus pies, mientras el San Antonio siguió recibiendo daños sísmicos y reparaciones. Es un punto de encuentro entre la historia nuestra y la propia.

Por eso, ante la solidez de esta mole de piedra que ha visto pasar siglos de luchas, es momento de tomar la pluma de oro que hace doscientos años nos regaló Antonio José de Sucre desde la lejana Bolivia —la misma que los huérfanos de Cochabamba le ofrecieron en 1825 junto con la guirnalda dorada regalada por la municipalidad— y cumplir su deseo: el de escribir con ella la historia de esta noble ciudad de Cumaná y narrar los sacrificios de su pueblo en la búsqueda de la libertad.

A pesar de los acontecimientos que se suceden allá donde la hija predilecta del Libertador y del Gran Mariscal de Ayacucho, en el pleno del bicentenario de su creación, sintámonos orgullosos de que fue un cumanés quien impulsó su existencia, y la enrumbó libre a los ojos del mundo.

Libertad que los Orientales obtuvimos por nuestros propios medios, nuestras campañas y nuestros propios héroes. Libertad que hoy es amenazada por un contingente naval que los enemigos de siempre —el imperialismo— asoma en nuestros mares con pretensión de intimidarnos. Olvidando que fue un cumanés:

El joven Antonio José de Sucre, el hijo de una familia y ciudad revolucionaria quien corrió sin detenerse, desde lo alto de esta Eminencia de San Antonio hasta la cúspide del Potosí en el altiplano andino, rompiendo a su paso las cadenas que ataban los pueblos, liberándolos a sus propias culturas y costumbres, dándoles no solo la Libertad, sino también la educación para entenderla y disfrutarla.

Escribamos con la pluma dorada de Sucre, desde su Casa Natal, los detalles de su gesta y démosla a conocer al mundo, para que todos sepan lo que hizo un cumanés… y lo que aún puede volver a realizar.

Gracias, por reflexionar al respecto, y considerar entre todos, lo que tenemos pendiente, para remediar las ignorancias que nos atormentan, respecto a Cumaná y a sus hijos, principalmente las referidas al Gran Mariscal de Ayacucho, a su pluma y guirnalda y a la morada de su espíritu en su Casa Natal.








jueves, 16 de octubre de 2025

CAPITULACION DE CUMANA 1821

La última ciudad liberada de los Españoles de la Provincia de Venezuela en 1821 fue Cumaná. Y cabe recordar que en 1814 fue la penúltima en tierra firme en caer en manos de los Españoles  2 meses antes que Maturín, y arrasada de la misma manera, masacrando a todos sus habitantes y destruyendo casi toda la ciudad, y después de la batalla del salado quedo en manos de los realistas hasta 1821. Durante 7 años permaneció sometida Cumaná al dominio Español, a pesar de ser asediada constantemente por los patriotas y puesta en sitio en varias ocasiones, pero sería después de la batalla de Carabobo y de la mano de uno de sus héroes que será definitivamente liberada.

Vista de Cumaná desde el castillo viejo (F.B. 1842).

Bolívar entra a Caracas ya pacificada por el General de División José Francisco Bermúdez quién hizo una Campaña atacando a los realistas en varios puntos de la ciudad capital de la Provincia de Venezuela, y algunas veces vencido o venciendo distrajo a los monárquicos, y no les permitió el traslado a Carabobo donde Bolívar el 24 de Junio vence y libera gran parte de Venezuela haciendo que los realistas se acantone  en el fuerte de Puerto Cabello y quedando solo Cumaná por liberar; el 29 de Junio es recibido triunfal el inmortal Caraqueño quien estrecha en sus brazos al libertador del Libertador José Francisco Bermúdez, y le otorga el grado de General en Jefe del Ejército de Colombia, enviándolo a liberar a Cumaná. Bermúdez inmediatamente se pone en marcha y parte de la Guaira rumbo a Margarita después de reunir alrededor de 1000 hombres y dotarlos para lo que sería una gran batalla en una región que conocía como la palma de su mano, los primeros días de Agosto llega a Margarita, tomando el mando de la misma ya que su gobernador el General en Jefe Juan Bautista Arismendi está en Carúpano instaurando el orden donde nombra Gobernador a José Grau y que unos revoltosos quieren apresar, al mismo tiempo Agustín Armario asistido por Domingo Montes acantonado en el cuartel general de Guirintal se entera de los conspiradores de Carúpano que esperaban de los refuerzos que vendrían desde pto Cabello enviados por DE la Torre y Morales para cometer la acción, le ordena a Mateo de la Guerra a apresar a los facinerosos y enviarlos a Margarita. Bermúdez le transmite a Arismendi sus órdenes de liberar a Cumaná, y este lo espera para iniciar el sitio de la misma. Desembarca Bermúdez el 17 de Agosto en los bordones y bajo un intenso fuego toma el fuerte de San Luis y convoca desde allí a todas las fuerzas de Montes enguerrilladas en los alrededores a que se unan a la causa y manda un bando al gobernador de la ciudad Coronel José Caturla donde le explica que solo Cumaná y Pto. Cabello se resisten a la independencia de Venezuela y por lo cual lo conmina a Capitular ya que está bloqueada la ciudad; y quién lleva el bando es el Coronel Ramón Machado Jefe del Estado Mayor de Oriente  a quien le responde inmediatamente que estaba enterado de todo y que no se iba a rendir y menos ante él; ya que Caturla sabía que Bermúdez no dada tregua ni perdonaba al enemigo. A los pocos días repite la comunicación para evitar mayor derramamiento de sangre, con la misma respuesta de parte de Caturla, por los cual Bermúdez despliega sus fuerzas y bajo intercambio de fuegos toma el fuerte de San Justo o batería del Dique bajo un frecuente bombardeo e intercambio de metralla que costó muchas bajas en ambos lados, el 25 de Septiembre Bermúdez acciona sobre la batería de la Boca o fuerte de San Carlos ya que se había enterado de una fuga que los realistas planificaban en 3 goletas por el pto. De Hostias por lo cual manda a 50 hombres a tomar la Casa fuerte, y le ordena al Almirante francés Sebastián Boguier la captura de las 3 goletas lo cual se logró después de 3 horas de intenso fuego cruzado, con esto se bloquea definitivamente la comunicación con la ciudad por vía marítima, impidiendo los suministros que llegaban de la ciudad y viceversa. El día 6 de octubre El capitán de flecheras Tomás Luisete y 2 marinos se presentan ante Bermúdez para convenir los términos de su rendición. El 11 de Octubre Bermúdez se apodera de las ruinas de Sta Catalina y trata de reconstruirlas para evitar la comunicación terrestre de la ciudad con el fuerte de San Carlos y el pto. De Hostias que ya empezaban a sentir la desesperación pues no tenían ni comida ni municiones para seguir la resistencia a pesar de los ataques fuertes y frecuentes. El día 13 Caturla ofrece un parlamento a Bermúdez para el alto al fuego y sacar los heridos, por otro lado los patriotas en la ciudad se fugaban y se unían a Bermúdez, igualmente los realistas cansados y con mucha hambre se presentaban en rendición, el día 14 de Octubre a las 8 de la mañana se rinde la batería de la Boca o fuerte de San Carlos por parte del Comandante Juan Bautista Ynrusarri ya que no tenían reservas de comida ni de municiones, esto fue un golpe mortal a la moral de los realistas, Bermúdez acepta la rendición y faculta al coronel Domingo Montes a recibir el relevo de la guarnición. Enterado Caturla de esta rendición convoca a una Junta de Guerra para analizar y proponer los términos de la rendición de la plaza, ya que no tenían como seguir la batalla y evitar más derramamiento de sangre, pues no había comida y mantenían a los vecinos en condiciones precarias, el día 15 se redacta un proyecto de capitulación que decía así: 

Proposición que hace el gobernador de la Plaza de Cumaná Don José Caturla coronel de los ejércitos nacionales españoles para su rendición al excelentísimo Sr. José Francisco Bermúdez General de los ejércitos de Colombia y en jefe del que se halla al frente de esta inferida plaza.
1.- Se verificará dicha rendición con la de todos los puntos fortificados que de ella dependen, cuya formalidad se hará con toda formalidad por los comandantes que actualmente la ocupan a los que fueran destinados a cubrirlas. Concedido
2.- La guarnición será prisionera de guerra  y saldrá con los honores que esta prescribe. Concedido
3.- Será embarcada en buques de Colombia a la isla de Puerto Rico, permitiendo llevar a la tropa armamento con maletas y ropa, y a los señores oficiales sus equipajes con familiares y sirvientes al que tuviere y tratara de llevarles en su compañía, e igualmente serian conducidos a la misma isla los enfermos que actualmente se hallan en el hospital militar luego que se restablezcan de los males que adolecen. Concedido excepto sobre el armamento que se entregara fuera de la plaza.
4.- Deberá ser respetado el derecho de propiedad y seguridad personal del vecindario que hay en la plaza sea cual hubiese sido su opinión política y del propio derecho disfrutarán algunas personas que puedan existir que habiendo presentado juramento de fidelidad a la república en algunas de las partes de la provincia de Venezuela, se hallan a la razón en esta referida plaza, no permitiendo en consecuencia sea ultrajado ni saqueado. Concedido, pero no así a los bienes de personas que se hallaren en la misma plaza habiendo prestado juramento de fidelidad al gobierno de Colombia que quedarían sujetos a sus leyes.
5.- Del propio modo deberían ser respetadas las escribanías y archivos públicos a fin de evitar los trastornos y perjuicios que se han   experimentado en otras ocasiones. Concedido
6.- Las tropas Españolas evacuarán la ciudad entre las 9 y 10 de la mañana del día de mañana en los términos que se anuncian en dicho artículo, corriendo de mi cuenta el día y hora de embarque, por no ser esta operación fácil de verificarse con la prontitud que se propone. Concedido
7.- Si algunos vecinos bien sea solos, con familia o sirvientes trataren de salir para otro destino, se le franqueará por el gobierno el correspondiente pasaporte para que lo puedan verificar, Si lo permitiese la capacidad de los buques de transporte que se destinen para las tropas, más de no permitirlo lo podrán reservar para cuando se le presente la ocasión o ellos lo agencien por sí. Concedido con solo la excepción que no podrá embarcarse en los buques que se destinen para la tropa.
8.- Habida consideración al miserable estado en que se haya reducido este vecindario, y  los escases de moneda que hay en giro, será permitida la circulación del cobre o señas, a fin de que con ellas se puedan remediar muchos infelices. Negado
                                                                                            Cumaná Octubre 15 de 1821
                                                                                                               José Caturla
Proposición del General Bermúdez
9.- las tropas antes de ser embarcadas serán interrogadas por los jefes que al intento se comisionaren de una y otra parte, para que los que quieran quedarse al servicio de la República lo verifiquen expresando su voluntad. Esta misma circunstancia tendrá lugar con respecto a los esclavos, bajo el nombre de sirvientes, nombrando por mi parte para la exploración al Teniente Coronel Juan José Quintero.
                                                       Cuartel General en la Boca del Rio Octubre 15 de 1821
                                                           General en Jefe José Francisco Bermúdez
                          Nombrado el Teniente Coronel Salvador Medina en el articulo 9 adicional
                                           José Caturla.

 
 
Bermúdez permitió a los monárquicos, sus familias y 700 no combatientes embarcarse rumbo a Ponce Puerto Rico.

Los refuerzos esperados por Caturla que vendrían de Puerto Cabello llegaron el día 18 de Octubre al mando de Almirante Laborde al Puerto de Cumaná, y Bermúdez envía una comisión a informarle de la rendición de la plaza y de que estaba ocupada por sus fuerzas pero que no era un obstáculo para que bajara a tierra con su tripulación y oficiales, tomaran una sopa y departieran unas horas socialmente, lo cual el Almirante aceptó antes de regresar a Puerto Cabello.

En Cumaná aún está en pie la casa fuerte donde ocurrió este último relato y algunas ruinas del fuerte de Santa Catalina, aunque la una está secuestrada  y la otra nadie la conoce.
por: DR. KELVIS CAMPOS

jueves, 9 de octubre de 2025

A propósito del 43° aniversario de la Masacre de Cantaura:

Casualmente ayer también se cumplieron 48 años desde que, con tan solo 16 años, ingresé a la ESCUTEFAV, la Escuela en Maracay de suboficiales de la Fuerza Aérea Venezolana (los técnicos de la aeronáutica, hoy —gracias a Chávez— forma oficiales y TSU). Ingresé a estudiar Electrónica, por mi propia voluntad y decisión.

Canberras sobrevolando Los Monjes

Antes, conversé con mis padres —que nunca pensaron que yo podía tomar una decisión como esa, de andar con militares— y también lo consulté con la dirigencia del partido donde militaba (Voz Socialista, Partido Trotskista de los Trabajadores ). Recuerdo que el profesional del partido, el dirigente juvenil que me atendió (aunque era un viejo barbudo), me dijo que ese paso era importante para el futuro de la revolución en Venezuela.

Al año y medio de estar estudiando Electrónica, fui seleccionado para ser tripulante aéreo (por mis notas académicas, visión perfecta y otros requisitos fisiológicos). Luego ingresé al curso de formación de Navegantes Bombarderos, futura tripulación de los aviones de transporte Hércules y de los aviones bombarderos Canberra* (parte del arsenal venezolano de la época).

No terminé la Escuela: fui dado de baja tres años después, apenas un mes antes de graduarme, cuando ya estaba destacado en Barcelona, haciendo prácticas de navegación; con todos mis requisitos académicos culminados; ya había concluido el entrenamiento en los colosos aviones de transporte Hércules; fui un estudiante destacado y sigo siendo un amante de la tecnología. Se me acusó —falsamente— de mantener relaciones amorosas con una alumna (lo cual estaba prohibido); con esa excusa dieron de baja a 17 alumnos. Sin embargo, yo sabía que habían averiguado mi pasado político: un año antes me habían llevado al Cuartel San Carlos para interrogatorios, desde Maracay a Caracas (en dos oportunidades).

Fui, con 15 años, representante estudiantil de los liceos del oeste de Caracas, en tiempos cuando nuestro presidente hacía lo propio en los liceos del Valle y alrededores. En esa época de pelo largo, él era simplemente Niko, y yo, Rommel. Él distribuía Tribuna Popular por un lado de la avenida Baralt, mientras Malas Pulgas y yo distribuíamos Voz Socialista por el otro lado de la misma avenida. Nuestro punto de encuentro político casual era el "Pedagógico de Caracas", o también el Liceo "Luis Razetti" y la ETI “San Martín”, instituciones próximas al Atlántico, la Silsa, el 23 de Enero, La Quebradita y la avenida Morán; lugares donde confluían los estudiantes de la zona. Entre ellos recuerdo al PAO (Pablo Acosta Ortiz). Para la época, vivía relativamente lejos de ese escenario, en San Agustín del Sur.

Por supuesto, un “cabeza caliente” no podía ser tripulante aéreo de un avión de combate, (existía el precedente de un Canberra que fue a parar a Cuba, y montones de incidentes). Además de los Mirage franceses, aquellos aviones ingleses eran la columna vertebral de la FAV de la época.

Por mi baja militar, los únicos que se alegraron fueron mis padres. Mi mamá —que era católica— dijo: “¡Gracias a Dios!”; mi papá —que no tenía religión alguna—  dijo al otro lado del teléfono, cuando le avisé: “El Creador te bendiga.” Muchos de mis compañeros e instructores murieron luego en aquellos ataúdes volantes.

Pero para mí fue un desencanto. Siempre quise ser astronauta, y ser tripulante de un avión de combate era lo más cercano que podía alcanzar; quizás por eso luego estudié física, aunque le tengo gran afecto a la electrónica y a la historia. La cabina del Canberra, era como una nave espacial. Me dijeron en las clases teóricas que no tocara los botones marcados con amarillo y negros, y mucho menos los rojos. La primera vez que quedé solo en la cabina de ese bombardero, todos los botones me parecieron amarillos-negros y los demás rojos. Olían a como huele la electrónica.

Todo ese preámbulo es para contarles lo siguiente:

Fue uno de mis compañeros de estudio, que con escasos 19 o 20 años, uno de los tripulantes de aquellos aviones Canberras que juntos con otros oficiales —pilotos— ametrallaron y bombardearon a los "sublevados" acantonados en Cantaura; y seguro así se los refirieron, como guerrilla sublevada enemigos de la democracia; no es casual que ese siga siendo el actual discurso del flamante presidente yanki.

Eso lo supe años después.

Yo no lo absuelvo —ya está fallecido—, pero comprendo su situación.

En aquella Venezuela, los militares solo respetaban el código de obediencia prusiana: “Se cumple la orden, y si tiene peros o preguntas, luego se pasa la novedad”. Un joven que apenas iniciaba su carrera en la FAV, sin formación política, poco podía hacer al respecto.

El piloto del avión Canberra tenía el control total, hasta el momento del bombardeo; también el piloto manejaba los paquetes de cañones de 20 mm, que en grupos de cuatro —en línea— montaba ese avión (seguramente fue el arma asesina). El bombardero-navegante controlaba. los sistemas de ubicación —sin GPS— la mira, las fotografías y el sistema de programación de lanzamiento de las bombas: en el momento del bombardeo, dirigía también la actitud del avión y soltaba las bombas —que, tengo entendido, en el caso de Cantaura fueron de  500 libras (227kg)—.

Son cosas poco conocidas en detalle.

En la década del 70, la FAV y las fuerzas armadas en general estaban infiltradas por semillas revolucionarias, pero su dirección militar era controlada por la extrema derecha oligárquica.

Esos son los datos que deben pesar para entender lo que ha pasado en Venezuela. Chávez y sus compañeros pasaron ilesos; a otros nos mandaron a casa.

Hoy la responsabilidad constitucional del venezolano —sea militar o civil— es personalísima: no se puede justificar un crimen alegando el cumplimiento de una orden. Eso, y cosas parecidas, son las que debemos reconocer como avances de la nueva Venezuela revolucionaria.

Eventos como el aquí narrado, representan los grandes cambios y logros de estos veinticinco años de proceso revolucionario.

Honor y gloria a los caídos de Cantaura, mártires sembrados, que florecen en la conciencia revolucionaria de la patria actual.

Pero, la gloria también merecen mis jóvenes compañeros militares —fallecidos en aquellos aviones—, víctimas y testigos de una historia que hoy seguimos transformando.


por: Rommel Contreras

Registrado Miliciano, reservista de la Clase 77.

Físico y electrónico, pero también Navegante y Bombardero.

Mi juramento a defender la Patria, está vigente 🙏🏽



*✈️ English Electric Canberra — Detalles Claves

Fabricados a mediados de los 50 hasta los 90; tripulación: 2 o 3 (piloto, navegante/bombardero); motores: 2 turborreactores Rolls-Royce Avon; velocidad máxima: 930 km/h; alcance: entre 2.000 y 2.700 km; techo de vuelo: 15.000 m; capacidad de carga: hasta 6.000 libras (≈2.700 kg); armamento: cuatro cañones Hispano-Suizos Mk.V de 20 mm (750 disparos por minuto), controladas por el piloto; bombas típicas: de 200, 500 y 1.000 libras; en Venezuela fue apodado “el ataúd volante” por su alta tasa de accidentes.”

viernes, 26 de septiembre de 2025

El Enigma de la Muerte de Antonio Ricaurte: Del Mito Heroico a la Cruda Realidad

La figura de Antonio Ricaurte, el Capitán que supuestamente se inmoló en la hacienda San Mateo en 1814 para evitar que un depósito de pólvora cayera en manos enemigas, es uno de los mitos fundacionales más poderosos de la independencia suramericana. Esta narrativa, promovida por el propio Simón Bolívar en un boletín de guerra poco después del suceso, ha perdurado por más de dos siglos como un epítome del heroísmo patriota. Sin embargo, la veracidad de este relato épico se ve desafiada por una fuente histórica polémica: el Diario de Bucaramanga, atribuido a Louis Perú de la Croix, que registra una supuesta confesión de Bolívar catorce años después, sugiriendo una verdad mucho menos gloriosa.

Las Dos Versiones de la Historia

La controversia se cimienta en la colisión de dos narrativas distintas, separadas por el tiempo y el contexto:
La Narrativa Oficial (1814): Apenas tres días después de la batalla, Bolívar redactó un boletín de guerra donde glorificaba la muerte de Ricaurte. Según este documento, Ricaurte prendió fuego a la santabárbara y voló con ella, un acto de sacrificio que tenía un propósito claro: levantar la moral de las tropas patriotas en un momento de gran adversidad. Esta versión, creada en la inmediatez de la batalla, sirvió como una poderosa herramienta de propaganda.
La Narrativa del Diario (1828): Mucho tiempo después, un Bolívar supuestamente desencantado y amargado le confiesa a su edecán, Perú de la Croix, una historia muy diferente. En esta versión, la muerte de Ricaurte fue un accidente o una baja en combate ("murió de un balazo y un lanzazo"), y su cuerpo fue hallado por el propio Bolívar tendido boca abajo, con las espaldas quemadas por el sol y abandonado. Esta cruda anécdota desmantela el mito y presenta una muerte común en el contexto de la guerra, desprovista de cualquier heroísmo.
Análisis Crítico: Inconsistencias y Contradicciones

Ambos documentos concuerdan en que la versión del Diario de Bucaramanga es, en el mejor de los casos, una distorsión de la realidad. Al someter el relato a un análisis crítico, se revelan serias inconsistencias que minan su credibilidad. La lógica militar y el contexto de la época plantean objeciones insuperables a la anécdota del "hallazgo del cuerpo":

El Protocolo Militar y el Honor: Es inconcebible que Simón Bolívar, un líder que comprendía la importancia del simbolismo y el protocolo, dejara el cuerpo de un oficial distinguido como Ricaurte abandonado en el campo. Las costumbres de la época dictaban que los cuerpos de los oficiales caídos debían ser recuperados y sepultados con honores militares, incluso en medio del caos. Abandonar a un oficial de ese rango sería una afrenta al honor y un golpe devastador para la moral del ejército.

La Imposibilidad de un Hallazgo Solitario: Bolívar nunca se movía solo en el campo de batalla. Siempre estaba rodeado por su estado mayor, edecanes y una escolta. Un evento tan dramático y significativo como el descubrimiento del cuerpo de un oficial tan importante habría sido presenciado por múltiples testigos. El hecho de que no exista ni un solo testimonio de otra fuente que corrobore la versión de un "hallazgo solitario" es una evidencia abrumadora de que la anécdota probablemente no ocurrió de la manera descrita.

La Fragilidad de la Memoria: El relato del Diario fue registrado catorce años después de los hechos. Es altamente probable que la memoria de Bolívar, tras innumerables batallas y muertes, se hubiera distorsionado. Pudo haber confundido a Ricaurte con otro oficial caído en combate, o Perú de la Croix, al transcribir sus notas, pudo haber asociado erróneamente la anécdota de otro soldado con el nombre de Ricaurte, el más famoso.

Hipótesis y Conclusiones: ¿Por Qué la Versión del Diario?
Si la versión del Diario es tan inconsistente, ¿cómo llegó a registrarse? Los análisis de ambos textos sugieren varias posibilidades:
Error de Memoria o Transcripción: Esta es la hipótesis más probable. La memoria es falible, y es plausible que Bolívar o Perú de la Croix, años después, hayan confundido los detalles. La frase "las espaldas quemadas por el sol" podría ser un detalle inventado para añadir dramatismo o una descripción real del cuerpo de otro soldado, pero atribuida erróneamente a Ricaurte.
Motivación Personal de Bolívar: El Bolívar de 1828 era un hombre amargado y desencantado. La Gran Colombia se desmoronaba y él se sentía traicionado. La anécdota de Ricaurte podría haber sido su forma de expresar un cinismo profundo hacia los mitos que él mismo había ayudado a crear, desmitificando el heroísmo para reflejar su propia desilusión.
Sensacionalismo de Perú de la Croix: Es posible que el autor del diario haya exagerado o incluso fabricado la anécdota para darle más valor a su obra. Revelar una "verdad oculta" sobre un héroe nacional le daría a su diario una importancia y un atractivo únicos.

En conclusión, la historia de la inmolación de Antonio Ricaurte, aunque quizás no sea literalmente cierta en cada detalle, ha perdurado por su inmenso valor simbólico y su capacidad para inspirar. El análisis de las fuentes demuestra que la versión del Diario de Bucaramanga es contextualmente insostenible y carece de cualquier corroboración externa. El verdadero valor de esta controversia no es develar la "verdadera" muerte de Ricaurte, sino lo que nos enseña sobre la naturaleza de la historia misma: un proceso complejo donde los hechos se entrelazan con la memoria, la interpretación y el simbolismo. Al final, la historia de Ricaurte es tanto la del hecho probable de un oficial valiente que murió defendiendo su puesto, como la del mito fundacional que una nación en ciernes necesitaba para forjar su identidad.

por: Capitán de Corbeta José M. Herrera G.

martes, 16 de septiembre de 2025

El látigo contra la cumanesa Leonor de la Guerra

Entre lo mucho que heredamos de los españoles —lo bueno y lo malo— estuvo el castigo del látigo. Usado indiscriminadamente contra los esclavos (negros e indígenas), tanto en el período de la conquista como en el de la colonia, luego se convirtió en forma de pena judicial corporal contra los enemigos de la corona. De alguna manera sobrevivió en las escuelas, donde permaneció hasta finales del siglo XX.

Se dice que responde al refrán español: «la letra con sangre entra». Muchos adultos mayores todavía se jactan de haber recibido de sus maestros y padres azotes, correazos y palmetazos.

En los siglos XVIII y XIX, sin embargo, el castigo del látigo fue solo una de las muchas torturas con que España y sus representantes sometieron a la América.

Tras el paso destructor de Boves y la derrota sufrida por el valeroso general Manuel Carlos Piar el 16 de octubre de 1814 en la sabana de El Salado, defendiendo a Cumaná, los realistas retomaron temporalmente el control de la ciudad. La llegada de la flota del mariscal Pablo Morillo, el 4 de abril de 1815, les permitió recuperar casi por completo el dominio de todo Oriente, en la provincia de Nueva Andalucía o Cumaná.

A consecuencia de los miles de expedicionarios traídos por el mal llamado “pacificador”, Cumaná quedó bajo la jefatura militar española. Morillo entró en la ciudad con sus tropas el 23 de febrero de 1815, y los realistas se mantuvieron allí durante todo ese año. Dejó como gobernador al brigadier Tomás de Cires, quien a mediados de 1816 debió salir de Cumaná para contener a Bolívar, que había partido desde los Cayos de San Luis (Haití). Luego de arribar a Margarita el 3 de mayo, una asamblea encabezada por el general Juan Bautista Arismendi ratificó los poderes especiales conferidos a Bolívar en Los Cayos.

La asamblea, celebrada en la Villa del Norte de Margarita el 6 de mayo de 1816, proclamó a Bolívar como «Jefe Supremo de la República de Venezuela», declaró que en lo sucesivo la república sería «una e indivisible» y desconoció la división previa de Oriente y Occidente. Arismendi entregó su bastón en señal de obediencia.

A comienzos de julio de 1816, Bolívar ingresó a Tierra Firme con el propósito de conquistar la libertad. Invadió y tomó la ciudad de Carúpano, lo que obligó a la guarnición española a retirarse casi sin pelear hacia Casanay. En esa oportunidad, el Libertador decretó el 2 de junio la libertad de los esclavos de Carúpano mediante una proclama; pero les obliga a participar en la guerra.

El coronel de caballería Juan de Aldama asumió el mando interino de Cumaná en ausencia del gobernador titular. Fiel ejecutor del cruento castigo del látigo, Aldama magnificó esa práctica cuando se ensañó contra una joven cumanesa, menor de 30 años, casada y con una hija.

El 1 de junio de 1816, Aldama observó a una joven mujer, asomada a la ventana de su residencia, que llevaba entrelazada en su peinado una cinta azul celeste, uno de los símbolos acordados por los patriotas del oriente de Venezuela. El hecho de que una mujer perteneciente a una de las más respetadas familias de Cumaná expresara abiertamente su adhesión a la causa independentista fue intolerable para Aldama, quien ordenó su arresto inmediato. Ya corrían en la ciudad versos populares urticantes contra Morillo:

«¡Que viva la Patria, que muera Morillo!»

La joven era Leonor de la Guerra Vega y Ramírez, casada con José Tinedo, madre de Francisca Antonia e hija de Luis Beltrán de la Guerra y Vega y de Rosa Ramírez Valderrín. Aldama consideró inadmisible que un miembro de tan afamada familia abrazara la causa patriota, en momentos en que los realistas sufrían derrotas, Bolívar preparaba la invasión, Arismendi consolidaba Margarita y las guerrillas patriotas actuaban por todo el oriente.

En un juicio sumario, Aldama la condenó a ser:

Sacada por las calles montada en un burro enjalmado y recibir públicamente doscientos azotes por su insurgencia.

Leonor de la Guerra, ilustración del libro
 de Arquímedes Román: Heroínas.

La sentencia se ejecutó de inmediato. Leonor fue sometida a la tortura del látigo y al escarnio público. Escoltada por diez soldados, fue paseada por el centro de Cumaná de comienzos del siglo XIX. En cada esquina, frente a las casas de sus familiares, se le exigía revelar los nombres de otros patriotas para cesar y conmutar el castigo. Ella respondía con gritos:

«¡Viva la Patria, mueran los tiranos!»

Este hecho anticipaba la brutalidad de Aldama, que se confirmaría en los crímenes de abril de 1817: el 5, en la invasión de Barcelona, y el 7, en la sangrienta toma de la Casa Fuerte. En julio de ese mismo año participó en la batalla de Matasiete bajo las órdenes de Morillo. Su ensañamiento contra prisioneros y civiles en todas esas batallas dejó recuerdos que aún angustian.

Por estos y otros “méritos” en los llanos de Venezuela, Juan de Aldama fue ascendido a brigadier del ejército español el 2 de mayo de 1818. Enfermo por el clima tropical, se retiró a Maracay en 1819. A fines de ese año, Morillo lo envió de regreso a España «por tibieza e incompetencia». En la comunicación enviada al Secretario de Guerra el 1 de diciembre, Morillo justificó la remisión de Aldama por sus innumerables actos de crueldad en perjuicio de personas en Cumaná y otras localidades. Allí señaló:

Que Aldama impuso el castigo de emplumar y sacar a la vergüenza a una señora por las calles de Cumaná.

Leonor de la Guerra fue untada con miel, emplumada, montada en un burro, y con la espalda desnuda paseada por la ciudad, recibiendo doscientos azotes. Custodiada por soldados y en medio del silencio de la ciudad dominada por Aldama, soportó con dignidad el suplicio.

De ello fueron testigos los habitantes de Cumaná y también extranjeros, entre ellos —según Arístides Rojas— el capitán inglés Hardy, del buque Mermaid, quien en su diario anotó:
«Cumaná: 12 de junio de 1816. He aquí el hecho bárbaro de que acabo de ser testigo. Una señora perteneciente a lo más respetable de las familias de Cumaná, por haber hablado contra el gobierno español y en pro del partido patriota, fue colocada sobre un asno y paseada por las calles, seguida de una guardia de diez soldados. En la esquina de cada cuadra y frente a las casas de los parientes más cercanos de la víctima recibía ésta cierto número de azotes sobre la espalda desnuda, disponiendo el mandato que debía llegar a doscientos el número de aquéllos. La pobre víctima que llevaba los ojos vendados soportaba tan inhumano tratamiento con admirable valor. Sus gritos me parecieron débiles, pero a pesar del pañuelo con el cual ella se cubría el rostro, pude ver las abundantes lágrimas que corrían por sus ojos. No presencié sino los primeros doce latigazos... Algunos de mis soldados que estaban a la orilla del mar, vieron ejecutar la sentencia por completo: mi sensibilidad había sido muy herida para que yo pudiera dejarme vencer por la curiosidad. Por informes particulares que tuve, dos días después, acerca de la suerte de la desgraciada, supe que ésta había rehusado toda especie de alimento y de asistencia médica, y días más tarde se me dijo que había muerto, y que su modestia y gran delicadeza le habían impedido sobrevivir al castigo con que habían querido humillarla.»
Cuando culminó la atrocidad, Leonor fue devuelta a su casa. Maltratada en cuerpo y en honor, decidió inmolarse en protesta: dejó de comer, rechazó asistencia médica y días más tarde murió. Su sacrificio fue la máxima expresión de su lucha por la libertad de la Patria.

por: Rommel Contreras

miércoles, 13 de agosto de 2025

Páez, prisionero en el Castillo de San Antonio de Cumaná

Me alegra recibir visita, aunque sea por breves minutos. No suelo ver rostros tan juveniles desde que llegué aquí, traído con cadenas por los mismos a quienes ayudé a encaramarse en el gobierno. En estos ocho meses, apenas han permitido la visita de mi hija y la de mi esposa, Dominga Ortiz. Dicen que fui insurrecto por alzarme contra Monagas, pero ¿qué otra cosa podía hacer contra un hombre que, habiendo ocupado la presidencia, se alejó de sus afectos y de las ideas que le eran comunes? Me llaman traidor los mismos que ayer coreaban mi nombre en los campos de Carabobo.

Esta celda huele a sal y encierro. Solo entra la brisa marina por una rendija allá abajo, en la puerta. Me agacho para recibir ese hilo de aire, como si por él llegara una esperanza de libertad. Camino tres pasos entre el catre y la pared, rezando para que no regrese la epilepsia. Han girado instrucciones para que un guardia me deje comida una vez al día, pero los cumaneses se las ingenian para hacerme llegar manjares.

Joven, no busques —en mí— lamentos. Lo que ves es dignidad y resignación. Es cierto: atenté contra la estabilidad del gobierno al invadir en el 49 por La Vela de Coro, pero yo no me alié con potencias extranjeras, solo con los conservadores y los descontentos. Sin embargo, no estoy aquí por eso. Me encierran por advertir que la República iba por mal camino. Algunos me llaman ambicioso, conservador, caudillo, el hombre más rico de Venezuela; piensan que soy apenas la sombra de lo que fui. Pero me recordarán de otra manera: fui yo quien cargó con la campaña del Sur y sostuvo a la joven Venezuela en medio de la anarquía, cuando aún éramos la República de Colombia, de la que decidí separarnos.

Muchachos, el poder es traicionero. Este castillo no fue construido para patriotas, sino para contener piratas en los orígenes de Cumaná. Ahora encierra a un hombre que peleó más de treinta batallas por la libertad. Así gira la rueda de la historia.

Pero no todo ha sido olvido. El pueblo de Cumaná es noble y generoso, no me volvió la espalda. Aunque las autoridades me tienen aislado, muchos extienden su mano de la forma que les es posible. Me hacen sentir entre familia. Cuando finalmente conquiste mi libertad —que sé está cerca— no los olvidaré. Y si por ese puerto salgo, juro que: Por este mismo puerto regresaré a Venezuela, cuando vuelva a dirigir sus designios.

Digan allá afuera —en La Guaira y en Caracas— que Páez no claudica. Que puede estar tras estos muros, pero las ideas por las que serví y luché al lado del Libertador Simón Bolívar siguen vivas. He perdido alguna vez el camino, y por ello ahora en 1850, la libertad, pero no la memoria ni el compromiso con Venezuela. Pensando en ello consumo el tiempo de encierro, al compás de la lejana y tenue vocería con que me acompaña el pueblo de Cumaná.

por: Rommel Contreras


PD1: El 23 de mayo de 1850, Páez fue escoltado desde el Fuerte de San Antonio hasta la playa de El Salado por dieciséis jóvenes cumanesas vestidas de blanco que desafiaron el cerco militar. Desde allí abordó el vapor de guerra El Libertador, que lo condujo al exilio en la isla de Saint Thomas. Páez, regresa a Venezuela el 18 de diciembre de 1858 y su entrada la hace por Cumaná.

PD2: Tal día como hoy, 
el 13 de agosto de 1863, tras firmarse el Tratado de Coche que puso fin a la Guerra Federal, José Antonio Páez abandonó definitivamente Venezuela desde el puerto de La Guaira. Se exilió en Estados Unidos, estableciéndose en Nueva York, donde viviría hasta su muerte en 1873.

Referenicas: Autobiografía del General José Antonio Páez. V. 2, Cap. 38, NY, 1946.

jueves, 7 de agosto de 2025

La Batalla de Boyacá.

Tal día como hoy, en 1819 -hace 206 años- se desarrolló la Batalla de Boyacá.

Simón Bolívar, con su ejército -compuesto en gran parte por venezolanos- había tomado la importante ciudad de Tunja el 5 de agosto de 1819, próxima a la hermosa Villa de Leiva; donde, entre otros, nacieron Antonio Nariño, Antonio Ricaurte y vivió Juan de Castellanos. Habían salido de Angostura (actual Ciudad Bolívar) setenta y ocho días antes. Con la toma de Tunja, se cortó la comunicación de las fuerzas realistas con Bogotá.

Puente sobre el ríoTeatinos

El día 7, el comandante realista José María Barreiro se dirigió hacia el sitio de Boyacá, con la intención de tomar el puente sobre el río Teatinos. Estas fueron las dos fuerzas que se encontraron: la avanzada realista, apostada en los parapetos y en la vecindad del puente, y su grueso, ubicado a varios centenares de metros en las alturas del campo. Por su parte, los patriotas descendían desde el norte -a pie y a caballo- desparramándose por las montañas.

Monumento a Bolívar en el campo de Boyacá

La batalla comenzó alrededor de las 2:00 p. m., en las inmediaciones del pequeño puente. La caballería patriota recibió las primeras balas francas, pero junto con la infantería logró asegurar el paso. La lucha concluyó a las 4:00 p. m. del 7 de agosto de 1819. Murieron más de 100 realistas y 150 quedaron heridos. De parte de los patriotas, hubo 13 muertos y 53 heridos. En el seno del grueso de la tropa enemiga, a lo lejos, cundió el pánico y la desesperación. En una batalla rápida, los patriotas conquistaron el campo. El camino a Bogotá quedó libre. Los realistas entraron en desbandada general -hasta el virrey huyó a Panamá-, cada uno buscando su propio remedio y la salvaguarda de su vida.

Finalmente, Bolívar llegó a Bogotá, donde entró sin resistencia alguna el martes 10 de agosto de 1819, a las 5:00 p. m.

por: Rommel Contreras


PD: A principios de este año tuve la oportunidad de visitar el hermoso y bien cuidado Campo de Boyacá. Me impresionó profundamente el monumento a Bolívar: sobrio, gigante, celestial, como si, en lugar de ascender al cielo, descendiera para seguir luchando por nuestras patrias. En contraste, llama la atención el diminuto e invisibilizado monumento a Santander, se muestra encerrado en un pequeño óvalo naranja, casi perdido cerca de la esquina inferior derecha de la imagen inferior. ¿Es el destino? ¿O acaso una forma de justicia simbólica para quien traicionó no solo la amistad, sino —peor aún— la patria?


Campo de Boyacá




miércoles, 6 de agosto de 2025

El joven Antonio José de Sucre

Dibujado por @omarcruzarte
Mi nombre es Antonio José de Sucre, y nací en Cumaná el 3 de febrero de 1795, en plena agitación del mundo. Antes de que yo naciera, Europa ya temblaba con las sacudidas de la Revolución Francesa, y aquí, en mi tierra, esos vientos también se sentían. La nobleza criolla comenzaba a cuestionar a España, reclamando sus derechos… y su libertad.

Mi familia vivía en la antigua casa de La Luneta. Mis padres eran el coronel de milicias Vicente Sucre y doña María Manuela de Alcalá. Ese mismo año de mi nacimiento, en la lejana provincia de Coro, estalló una sublevación de esclavos negros y de pardos. No fue casualidad: por todas partes se hablaba ya de revoluciones, de libertad, de cambios.

Me crié en ese entorno, entre los fuertes de San Antonio de la Eminencia y Santa María de la Cabeza, justo detrás del templo de Santa Inés. Desde lo alto de nuestra casa podía ver el mar y buena parte de la ciudad. Mis primeros amigos fueron los hijos de los oficiales y soldados de las guarniciones cercanas, y también los hijos de las familias acomodadas que vivían cerca de la iglesia.

Cuando tenía apenas dos años, un gran terremoto destruyó buena parte de Cumaná. Mi infancia temblaba, literalmente, por las fuerzas de la naturaleza y también por los grandes cambios que se avecinaban. En mi casa, como en muchas de las grandes familias de entonces, los varones éramos preparados desde pequeños para alguna carrera útil, y mi padre me encaminó al servicio militar, como él, mis abuelos y muchos de mis antepasados.

Perdí a mi madre cuando tenía siete años, y mi padre se volvió a casar con su prima, Narcisa Márquez Alcalá. Me fui entonces a vivir con mi tío José Manuel de Sucre. Como era costumbre en nuestra familia, antes de los ocho años ya me habían inscrito como cadete en la guarnición militar. Así, a los doce años, podría ser formalmente nombrado cadete de los Nobles Húsares del Rey, con sueldo y antigüedad (ese era el plan). Mis primeros estudios los hice en los cuarteles cercanos a casa, y el resto de mi formación fue completado con tutores particulares.

En 1808, mi familia decidió enviarme a Caracas para continuar mis estudios en la academia del coronel Tomás Mires, un español con ideas liberales. Me alojé en casa de mi padrino y tío, el sacerdote Antonio Patricio de Alcalá. Tenía solo trece años, y fue la primera vez que me separaba de mi familia y de mi Cumaná. Allí, en Caracas, empecé a ver de cerca los acontecimientos que cambiarían la historia de nuestra patria.

Regresé a Cumaná en 1810, con apenas quince años, y ya servía como subteniente de las Milicias Regladas de Infantería. A los dieciséis volví a Caracas, decidido a unirme de lleno al movimiento emancipador. El generalísimo Francisco de Miranda, con su experiencia en la Revolución Francesa, había sido llamado a comandar nuestras fuerzas. Tuve el honor de formarme bajo sus órdenes: fue uno de mis grandes maestros. En 1812, me puse al servicio del general Santiago Mariño y, junto a otros oficiales, participamos en la liberación del Oriente venezolano en 1813, ingresando por Chacachacare. Desde entonces, pasé a formar parte del grupo de republicanos que la historia recuerda como los «Libertadores de Oriente».

Todo eso —y más— lo viví desde muy joven, con compromiso, con fidelidad, con amor a la patria. Aún me esperaba otro destino: servir a toda América bajo las órdenes del Libertador Simón Bolívar, quien me permitió comandar las operaciones. En el campo inmortal de Ayacucho, sellamos la independencia de la América del Sur (la Patria Grande). Por esa victoria fui honrado con el título de Gran Mariscal de Ayacucho. Junto con El Libertador creamos la República de Bolivia, de la cual fui su primer presidente. Sin embargo, sucumbí a la traición: una bala asesina segó mi vida a los 35 años, en Berruecos, en las montañas de Pasto, al sur de Colombia. Entregué todo por mi patria y por la patria grande americana. Te invito a tomar el relevo con firmeza, y continuar la tarea de fortalecer y engrandecer a nuestra patria.

por: Rommel Contreras

PD: Preguntar al autor por las referencias.

DR. ANDRÉS ELOY BLANCO MEAÑO.

 CRÓNICAS DE CUMANÁ. 

DR. ANDRÉS ELOY BLANCO MEAÑO.

            (1896-1955)

 

     Tal día como hoy hace 129 años nació en Cumaná,  Primogénita del Continente Americano,  en el año 1896 el coterráneo, poeta, cuentista, dramaturgo, periodista, biógrafo, orador, ensayista, abogado y político venezolano Dr. Andrés Eloy Blanco Meaño. Sus padres fueron; el médico Luis Felipe Blanco Fariñas y Dolores Meaño Escalante de Blanco. 

    Este ilustre ciudadano nació en la actual calle Sucre, parroquia Santa Inés. Cumaná, estado Sucre. 




 Transcripción fiel y exacta de la PARTIDA DE NACIMIENTO DE ANDRÉS ELOY BLANCO MEAÑO. 


"El suscrito registrador principal del estado Sucre, certifica: Que en el  libro de Registro civil de nacimientos de la parroquia San Inés, municipio autónomo Sucre, estado Sucre, año 1896.- septiembre 12 de 1896.- Gral Tomás Castro Guerra, Jefe Civil del Distrito Sucre. Hago constar que hoy día de la fecha me ha sido presentado un niño de nombre ANDRÉS ELOY, por Juan Angely, quien manifestó que el niño que presenta nació el seis de agosto de mil ochocientos noventa y seis, hijo legítimo de LUIS FELIPE BLANCO, de treinta y seis años, médico y DOLORES MEAÑO DE BLANCO, de veinti y cinco años de edad, saben escribir, natural de esta ciudad. Fueron testigos del acto Pedro Arcas y Juan Antonio Márquez, mayores de edad y vecinos de Altagracia firman.- T. Castro Guerra.- Pedro Arcas.- Juan Ant. Márquez.-------- Es copia fiel y exacta de su original que se expide a solicitud de parte interesada, causando derechos por valor de cien bolívares en Estampillas Fiscales.------------ Cumaná, veinticuatro de octubre de mil novecientos noventa y cinco.- Años: 185° de la Independencia y 136° de la Federación. ------------------------


   El Registrador Principal. 

Candelaria Rico Cegarra 

          (Abogado). 


TRANSCRIPCIÓN DEL TEXTO ORIGINAL DEL REGISTRO DE BAUTISMO DE ANDRES BLANCO. 


En la Santa Iglesia Matriz de esta ciudad de Santa Inés de Cumaná a catorce de septiembre de mil ochocientos noventiseis, yo el cura Rector Pro. José Marturena, de licencia y con ella el Br. Cruz (apellido ilegible), bautizo solemnemente segun el R.R con el nombre de Andrés Eloy, un párvulo que nació el seis de agosto del mismo año, hijo legítimo de Luis Felipe Blanco y de Dolores M. De Blanco, fueron sus padrinos.

    : a gracias advertí sus obligaciones y espiritual parentesco. Doy fe.

 

A pesar de no ser un evento histórico específico fue registrado en la misma forma que un bautizo religioso tradicional.

Según registros históricos el padrino de bautizo fue su propio padre.

De lo antes transcrito que fue se bautizado en la Iglesia Santa Inés,  primera catedral de Cumaná, conservando canónicamente el título de Concatedral otorgada por Papa Pío XI en la Bula Pontificia Ad Munus. (Hoy Basílica Menor).

 

Andrés Eloy comenzó sus estudios en su ciudad natal, luego en Margarita y en Caracas, donde se incorporó al círculo de Bellas Artes en 1913. En el año 1918 recibió su primer galardón por el poema pastoral "Canto a la espiga y al arado" y publicó su primera obra dramática, "El huerto de la epopeya".

     Su pensamiento, su espíritu, estaba atento a todas las manifestaciones universales, no sólo para el bien de su familia, sino para el de su amistad o de su patria, para todos los pueblos, para toda la razas, para todos los dolores, para todas las infelicidades. 

      Amaba a través de sus hijos, amaba a Cumaná y a Venezuela y las añoraba en el exilio.  Amaba y admiraba en sumo grado al héroe fundamental de Cumaná, a nuestro coterráneo y paisano mayor, el General en Jefe, Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre, le cantaba sin cesar, y llamó la ciudad de su nacimiento "La casa del Abel". Siempre recordando al Mariscal, a los héroes y al Libertador Simón Bolívar. 

   La palabra luminosa de Andrés Eloy se apagó un 21 de mayo de 1955, luego que en un accidente automovilístico le cegara la vida en ciudad de México.

    "Recordar es vivir" 


por: Victor Lemus. 

Exconcejal de Cumaná. Primogénita del Continente Americano. 

   Cumaná 6 de agosto 2025.