lunes, 12 de abril de 2021

CIRCUNTANCIAS GUARIQUEÑAS/ La Cimarrona Nicolasa Armas


Hace algunos años escribí una crónica sobre Nicolasa Armas, una mujer negra de una estatura memorial dado su carácter y personalidad, un verdadero eslabón humano histórico entre los siglos XIX y el XX. El primer confidente fue su nieto Juan de Dios Machado, quien me indicó que la mamá de Nicolasa fue una mujer esclavizada que debió nacer a finales de la Guerra Federal. Nicolasa Armas vería a luz a finales de la década 80 o principios del 90 del 1800, por los lados de Guanape en el actual estado Anzoátegui, luego emigró hacia el oriente de Guárico en Guaribe, muy probablemente huyendo de las montoneras que se formaron a raíz de los enfrentamientos del banquero Manuel Matos contra Cipriano Castro. El Oriente entonces era escenario de guerra, en Píritu, Clarines, Guanape y en los alrededores se presentaban escaramuzas donde se enfrentaron tropas de Nicolás Rolando por la Libertadora y Manuel Itriago Armas “Veneno” jefe militar del Oriente y partidario de Castro.

Esa mujer alta de piel lisa “lavada” como suelen decir, alegre, bailadora y cantadora terminó trabajando en labores domésticas para un hacendado en las montañas de Guarebe (hoy Miranda) a 20 kilómetros al norte de Guaribe, había aprendido a jugar palos y lanzas,“armas” como se conocía ese arte de lucha. Era principios del Siglo XX y había que hacerlo todo en producción artesanal y con sus propias manos.

En una oportunidad cuando llevaba una carga de naranjas para el pueblo fue interceptada por un pariente del patrón en el camino solitario, quien la “procuró” violentamente, se le lanzó encima para poseerla, al mismo tiempo que Nicolasa le bandeó un garrotazo que el agresor recibió tras su arrebato , sin embargo el hombre ofendido por quien se suponía era una manumisa negra, volvió a atacarla, pero la negra tomó una lanza de camoruco curado en fogón que llevaba en el burro y ensartó al violador en el abdomen. Ahí quedó lanceado y moribundo mientras la negra arreó su burro de regreso a la hacienda a darle el parte a su patrón.

El Don la envió a refugiarse en una montaña en las cercanías de una de sus haciendas de sarrapia, lejana en un enclave intrincado por allá en el umbral del más nunca conocido como La Trinidad, allí fue a parar Nicolasa, escondida y resguardada en el silencio. Nadie supo quién mató a aquel hombre abusador. Al año salió de su escondite y volvió a integrarse a la vida regular haciendo lo que siempre le obligo la vida al trabajar para otro y luego para sí misma.

Aprendió a partear mujeres, viviendo la experiencia única del nacimiento cada vez como si fuera la primera, hasta que se hizo comadrona experta, rezandera y madrina de centenares de niños “parteados” que con gusto y respeto le pedían la bendición cuando plantaba su enorme corpulencia y su vestido luengo con mangas largas, en el portal de las casas amigas

Dicen que cuando decidió tener hijos, ya era una mujer treintona, según decía ella “el hombre que quiera estar conmigo tiene que alcanzarme parada” y al parecer así fue, Rosendo Machado su marido, fue un hombre más bien bajo de estatura, ella rememoraba que chiquito como era, la alcanzó y le montó cuatro muchachos: Pedro Francisco, Santa, Rafael y Cruz.

Irreverente, solía silbar y cantar alegremente siempre. Su bisnieta Yuraima Rojas, la segunda confidente, recuerda que hacia muñecas de trapo y siempre con sus rezos y su camándula (rosario), perennemente anduvo en alpargatas nunca usó otro tipo de zapatos.

Cuando iba a limpiar la tumba de su marido en el cementerio, para provocar a las chismosas del pueblo decía en voz alta: “*Aquí voy a echar un polvito con Machado, sabroso caraj…aquí voy, sepan que es Nicolasa la mujer de Machado…” *a todo pulmón y por el medio de la calle. Antes de ir al cementerio se bañaba en el patio, al aire libre. Recuerda su bisnieta Yuraima que se soltaba las clinejas que siempre usó y entre chistes decía que se lavó bien porque iba ir donde su viejo, Al llegar, saludaba la memoria de su marido, le hablaba y luego de limpiar el sepulcro, se acostaba largo rato sobre la lápida que guardaba los restos de su hombre, y conversaba con su difunto de la manera más natural.

Nicolasa era conversadora y una “cuenta cuento” o cachera popular espontanea, los cuentos misteriosos y de muerto eran sus preferidos. Solía decirle a sus bisnietos blanquitos “mis postales” en alusión a las tarjetas de correo con fotografías bonitas que ella admiraba porque le abrían una ventana a un mundo exterior: Caracas, Madrid y París o de donde vinieran aquellas imágenes admirables.

Las confidencias de su bisnieta son reveladoras del espíritu de lucha de aquella mujer. Ella misma construyó la casa de bahareque donde vivía, batió barro, pajilla y bosta de ganado para empañetar el rancho que le dio cobijo a su familia hasta sus últimos días.

Yuraima recuerda que siempre cargaba su machete en la mano, en la casa o en la calle, cuando salía del pueblo a otros caseríos, disfrutaba viajar en las barandas altas de los camiones ganaderos cantando alegre, ante la insistencia del chofer para llevarle delante como pasajera, ella prefería la aventura de montarse en las barandas y cantar a gañote suelto.

Recordaba su hija Cruz que cuando llegó un autocamión a Guaribe, probablemente a principios de los años 40, un automotor, suerte de bus colectivo con cabina para carga, le pidió al chofer que le diera una vuelta. Al llegar a la casa, su hija Cruz le dijo que las arepas se les estaban quemando, y le dijo “voltéalas” y siguió paseando y cantando en el autocamión, cuando regresó, Cruz molesta le volvió a decir y ella le respondió “deja que se quemen esas vainas, yo voy a dar otra vuelta” y siguió su paseo cantando y disfrutando la dinámica de moverse en un auto.

Para los velorios de Cruz de mayo, ella era la primera colaboradora, adornando la cruz y apoyaba con en la elaboración y el servicio del carato, enunciaba las oraciones devotas, se colocaba en el cabello flores que lucía graciosamente y hacia coqueterías femeninas para la gracia de sus nietos y bisnietas especialmente para su “postales”.

Yolandita Barrios de Michelena la recuerda “*sincera, sin pelos en la lengua para decir lo que tenía que decir, decía groserías “sanas” sin ofender, cuando parteaba, además del trabajo de acompañar clínicamente a la parturienta, era solícita, les sobaba la barriga a la mujer, la calmaba, les rezaba, igual que lo hacia cuando curaba las culebrillas”. *Sabía si la embarazada tenía un varón o un hembra en el seno del vientre, no se equivocaba, por eso cuando era hembra, ella le hacía a la parturienta una muñeca de trapo que le entregaba después de dar a luz. Un gesto que le cobró cariño y afecto entre tantas mujeres del pueblo.

De esas breves descripciones de Nicolasa Armas percibimos su carácter étnico y una personalidad particular muy parecido a la caracterización de hizo Páez de Pedro Camejo, en su autobiografía. Entiéndase que no hago comparación histórica entre uno y otro personaje pero a Nicolasa se le ve retratada en la personalidad de Negro Primero cuando Páez lo describió:

… pruebas de valor dio en todos los reñidos encuentros que tuvimos con el enemigo, que sus mismos compañeros le dieron el título de El Negro Primero. Estos se divertían mucho con él, y sus chistes naturales y observaciones sobre todos los hechos que veía o había presenciado, mantenían la alegría de sus compañeros, que siempre le buscaban para darle materia de conversación.

La memoria oral discreta dio cuenta del valor de esa mujer cimarrona llamada Nicolasa Armas, cuando haciendo uso de su propia defensa probó sus destrezas en el juego de armas, luego su personalidad ocurrente, graciosa y animada se reservó en la memoria de sus nietos, bisnietas, amigos igual que en centenares de ahijados muchos de ellos sobre los 70 años hoy.

Ella fue creyente hasta sus últimos días, cuando podía caminar lejos, le pidió a su hijo Rafael prepararle un conuco para cultivarlo. Ya entrada en años, mayor, montó una bodeguita en su casa en la calle Miranda de Guaribe, donde cocía sus muñecas, vendía, casabe, papelón, cambures, topochos, alguna que otra sardina en lata, queso, y otros víveres frescos, allá iban sus clientes tanto para adquirir despensas, como para escuchar los cuentos y consejos de Nicolasa. Y junto a ella sus hijas Santa, Cruz y su yerno Perucho Manriquez, viejo jinete sabanero venido a Guaribe en arreos de ganado desde Tucupido del Llano en los años 30.

Cuando Nicolasa murió a principios de los 70, sus hijos decían que tenía 103 años, pero no había documentos que probaran aquella longevidad, sin embargo su ancianidad era evidente. Sus ahijados acompañaron el velorio con una parsimonia particular, montaron guardia ante su féretro de manera ordenada como si se tratará de una mandataria o una heroína, que en cierto modo lo fue, al ayudar a nacer a tanto niños y niñas y ser solidaria con quien la necesitaba.

A Nicolasa Armas le tocó vivir entre un siglo y otro, por eso fue un eslabón cultural, caracterizaba a la mujer cimarrona ancestral africana por su personalidad y cuyos testimonios de vida rescatamos en fragmentos de la memoria oral de quienes la conocieron y la apreciaron. Los que la conocieron agregaran sus memorias a este homenaje.

autor: Aldemaro Barrios R /
venezueared@gmail.com

lunes, 18 de enero de 2021

Los esclavos negros del Tesorero de Margarita Juan Ibarreta Ladrón de Guevara

por Francisco E. Castañeda M. (fran.caman@hotmail.com

Introducción

Durante el año de 1992, fue publicado el estudio intitulado Desventuras del Tesorero de Margarita Capitán Juan de Ibarreta Ladrón de Guevara, cuya autoría corresponde al historiador y cronista neoespartano Ángel Félix Gómez Rodríguez (Felito), del cual hemos extraído importante información relacionada con la presencia de esclavos negroafricanos en el territorio insular durante un determinado período de la época colonial, específicamente el comprendido entre los años de 1643 a 1654, lapso de tiempo correspondiente al ejercicio administrativo del nombrado Tesorero Ibarreta en la gobernación de la provincia insular margariteña.

Sucinta Semblanza Biográfica

Natural de la localidad de Luzurriaga del consejo (sic) de San Millán, Provincia de Álava, actual País Vasco. Estuvo Casado con doña Caterina Arze de Roxas, de cuya unión no hubo descendencia. Es menester señalar que el segundo apellido de nuestro personaje en comento, Ladrón de Guevara, es también originario de la Provincia de Álava.

Asimismo, el referido Ibarreta, fueCaballero de la Orden de Alcántara, una de las Instituciones Religiosas y Militares más antiguas e importantes de España conjuntamente con las de Santiago, Calatrava y Montesa, las cuales permanecen actualmente vigentes como órdenes honoríficas. (“Orden de Alcántara” (s.f.). En Wikipedia. Recuperado el 11 de enero de 2021).

El propósito fundamental de estas Corporaciones fue la defensa y preservación de los principios ideológicos y espirituales de la cristiandad medieval. Cabe destacar que solo podían formar parte de estas Órdenes, los Hidalgos, es decir, aquellas personas que ocupaban el nivel más bajo del estamento de los Nobles quienes tenían derecho a portar armas, a servir a Los Reyes en sus campañas militares y además estaban exentos del pago de algunos impuestos.

Su Presencia en la Provincia de Margarita

La organización burocrática de la administración fiscal y tributaria, es decir, la Hacienda Real de las posesiones coloniales hispanas, inicialmente estuvo conformada por cuatro Oficiales Reales, a saber: Tesorero, Contador, Factor y Veedor . Estos funcionarios constituían el cimiento base de la administración colonial pues eran los responsables de recaudar los ingresos por concepto del pago de impuestos, rentas y otras entradas así como también lo relacionado con su distribución entre las demás dependencias gubernamentales al igual que el debido cumplimiento con los pagos pendientes tanto a los proveedores como a los demás beneficiarios. Otra de sus obligaciones era la de brindar asesoría permanente al gobernador en todo lo relacionado con el acontecer económico de cada territorio provincial (Donoso Anes, A., 2008: 58 y 60. Véase también, Bertrand, Michael, 2010).

Es importante señalar que los cargos de Factor yVeedor, fueron eliminados de la estructura organizativa hacendística colonial, quedando solo los de Tesorero y Contador, quienes se distribuyeron las obligaciones de los mencionados oficios reales desaparecidos. No obstante, en lo que respecta a la isla de Margarita, se mantuvo durante cierto tiempo el cargo de Factor ya que la mayoría de los pagos hechos a la Real Hacienda insular se hacían en especies, es decir, con perlas y este funcionario era el responsable de la custodia de las arcas donde se depositaban los bienes pertenecientes a su majestad (Martínez de Salinas, M.L., 1991: 147).

A partir del año de 1643, el capitán Juan Ibarreta comenzó a ejercer sus funciones como Tesorero Real de la isla de Margarita durante la administración del gobernador Francisco Santillán y Argote (13-IV-1643 al 23-III-1649), en sustitución por fallecimiento del tesorero, también de origen vasco, Francisco Ruiz de Guizaburuaga (Garmendia Arruebarrena, J., 1989: 125 y 190).

Concluida la gestión gubernamental de Santillán, el Tesorero Ibarreta continuó ocupando ese cargo en la administración del nuevo gobernador insular, el capitán y Caballero de la Orden de Santiago, Fernando Mendoza Mate de Luna (23-IV-1649 hasta el año de 1653) e igualmente también en el período siguiente cuya máxima autoridad provincial nombrada por la Corona fue Pedro de Rojas Manrique, quien inició sus funciones gubernativas el 4 de mayo de 1654 y finalizó el 15 de febrero de 1657.

Durante el transcurso de este último periodo gubernamental, al Tesorero Ibarreta se le dictó un auto de detención el cual se extendió hasta la llegada del subsiguiente gobernador, Juan Marroquin de Montehermoso (desde el 14-V-1657 hasta el año de 1661) quien le sustituyó la prisión carcelaria por la pena del arresto domiciliario (Gómez Rodríguez, A.F., 1992: 8. Véase también, Nectario María, Hermano, 1986: 122. Heredia Herrera, Antonia M.,1996: 96 y Morón , Guillermo, 2003: 30-32).

Ahora bien, cabe preguntar entonces ¿cuál fue la causa o el motivo de la detención del Tesorero Ibarreta?

Según refiere el historiador Gómez Rodríguez, la noche del 9 de enero de 1654, arribó al puerto porlamarino la carabela portuguesa”Nuestra Señora de las Llagas de Cristo”, bajo el argumento por parte de su capitán de una “arribada forzosa” como consecuencia del mal tiempo imperante en su travesía rumbo hacia Brasil, por tanto, se vieron obligados a buscar refugio en las costas insulares (Gómez Rodríguez, A.F., Ibídem, 11).

Esa misma noche, la mencionada embarcación fue visitada con fines administrativos de acuerdo con las disposiciones gubernamentales existentes al respecto por varios funcionarios de la Real Hacienda bajo la coordinación del Tesorero Ibarreta quien, supuestamente, se apropió para su beneficio personal de diversas mercancías contenidas en la bodega de la referida carabela por lo cual fue sometido a juicio y dictado el correspondiente auto de detención (Ibídem).

En virtud de ello, le fueron embargados los numerosos bienes que poseía Ibarreta quien, para esa época, era uno de los hombres más ricos de la provincia de Margarita. De su cuantiosa hacienda, también le fueron confiscados y posteriormente vendidos los esclavos negros que poseía en el territorio insular.

A continuación, basados en el citado texto, presentamos una relación de lo sucedido con dicha población esclava. Veamos:

Con fecha 7 de noviembre de 1655, se dio comienzo en la ciudad de La Asunción, a la venta pública o almoneda con la intervención de la justicia de los bienes muebles propiedad del capitán Ibarreta, entre los cuales fueron incluidos los negros esclavos quienes eran considerados durante esa época, simplemente como “cosas”, “objetos”, “bienes semovientes”, similares al ganado. Asimismo, vale señalar que el esclavo se encontraba sujeto a los designios del amo o propietario quien, a fin de cuentas, era el dueño de su existencia y por tanto podía venderlo, adjudicarlo, enajenarlo, en términos generales.

Así, pues, ese día, durante el remate de los bienes de Ibarreta, el súbdito hispano Miguel de la Calle, adquirió a la “negrita criolla” Josefa, de dos años de edad, por 560 reales de plata (Gómez Rodríguez, A.F.,1992: 37).

Con fecha 14 de noviembre prosiguió la referida venta pública en la cual el Licenciado Antonio Altamirano, compró a los esclavos siguientes: A)María, de 18 años y Sebastiana, de 14; ambas, negras criollas, por la cantidad de 300 pesos cada una. B) Antonio, “negro cuchi cuchi”, de 18 años de edad por 320 pesos. Respecto a esta denominación, el Cronista Gómez Rodríguez, hace referencia a una “cuarteta”, recogida por el profesor Rosauro Rosa Acosta en la población de Aricagua, municipio Antolín del Campo, que a la letra dice lo siguiente:

“Cállate la boca/ boquita de cuchicuchi/ a tu madre la encontraron/ robándose unos catuches” (Gómez Rodríguez, A,F., 1992: 37).

C) Antonio Gurumeye, “negro de nación Angola”, de unos 28 años de edad por300 pesos. D) Diego, de “nación Tari Tari”, de unos 13 años de edad, por 270 pesos. E) Madalena (sic), negra Angola, de más o menos 40 años con una cría de 8 meses de nombre Antonia, ambas por 300 pesos (Ibídem). Nota: como vemos, el Lic. Altamirano hizo una inversión de 1.790 pesos con los cuales adquirió siete esclavos, cada uno de ellos en 256 pesos aproximadamente.

Ese mismo día, 14 de noviembre, nuevamente el hispano Miguel de la Calle obtuvo, mediante el pago de la cantidad de 300 pesos, al negro José, de “nación Castariba”, y por su parte, el Licenciado González de Albornoz, compró al “negrito criollo” de 7 años de edad llamado Vicente, por 130 pesos.

El 22 de noviembre continuó la venta almoneda y el nombrado Miguel de la Calle adquirió también a Juan “Mandinga” de 30 años de edad por la cantidad de 300 pesos. Asimismo, en esta sesión de venta, Antonio Brito de la Cruz Aguilar, compró al “negro criollo” de nombre Andrés de 25 años y a la negra Inés “Castariba”, también de esa misma edad, pagando por cada uno de ellos la cantidad de 300 pesos. Participó también en este operativo de compraventa, el sargento mayor, Manuel de la Riba Herrera, quien compró a la “negrita criolla” Germania, tuerta de un ojo y de doce años de edad, por la cantidad de 150 pesos.

El 29 de noviembre, continuó el remate de los bienes de Ibarreta y en esta oportunidad, el Alférez Beltrán de los Reyes, pagó la cantidad de 130 pesos por la negra esclava Leonor.

Al día siguiente, el capitán, Cristóbal García de Córdova, Provincial de la Santa Hermandad, compró al negro José, de nación Angola,de 25 años de edad por la cantidad de 300 pesos (Ibídem).

Cinco días después, prosiguió la venta en La Asunción y el ya mencionado Alférez Baltasar de los Reyes, compró a la negra Beatriz Ancheta de 24 años y al negro Juan Mantena, de 10 años, ambos por la cantidad de 215 pesos (Ibídem, 39).

El día 24 de diciembre de ese año de 1655, se llevó a cabo una distribución de los negros restantes de tal manera que al Maese de Campo, Luis Fermín, le otorgaron a Diego de nación Angola, por 340 pesos. Asimismo, a Antón García Lucinoso, le concedieron al negro Malambo Damián, por 270 pesos. Igualmente, al Capitán Francisco A. de Andrade, le entregaron a la negra Mónica por la cantidad de 260 pesos. A Valentín de la Riba Hernández, el negro criollo Luis, por 325 pesos y a Beatriz de Aguiar, le vendieron a María, negra Taritari, por 300 pesos (Ibídem).

Ahora bien, la información contenida en la descripción de esta nómina presenta algunos aspectos de interés que es menester aclarar:

En primer término, vemos que todos los nombres de los esclavos son cristianos puesto que, de acuerdo con las disposiciones reales y eclesiales de la época , era obligatorio bautizarlos e imponerle un nombre propio tomado del santoral católico. Su identificación étnica originaria se eliminaba totalmente y con la asignación de esta nueva denominación, se iniciaba formalmente el proceso transculturativo: ahora eres Damián o Juan o Diego o Mónica o María y como tal debes responder.

Se observa además, el uso de dos categorías clasificatorias, a saber: Negro de Nación y Negro Criollo. La primera se utilizaba para identificar a la región o sitio de dónde supuestamente era originario el esclavo y la segunda, se usaba para referirse a los esclavos nacidos en tierras americanas y así diferenciarlos de los primeros.

En cuanto a los etnónimos o nombres de los grupos étnicos colocados a manera de apellidos después del nombre cristiano, facilitaba la identificación de sus distintos lugares de origen o procedencia, verbigracia, Antonio “gurumeye” de Angola, Diego y María, “tari tari”, del grupo Tari, de las riberas del río Popo, Juan, mandinga, etc.

Como hemos visto, la nómina de esclavos propiedad del capitán Juan Ibarreta, no fue nada despreciable: veintitrés piezas de cautivos que conformaron una significativa dotación propiedad de un solo dueño.

Este referencia resulta importante por cuanto evidencia la presencia en la provincia de Margarita durante la época colonial de una población negra esclava originaria tanto de África como nacida también en el territorio insular sobre la cual es muy poco lo que conocemos. De allí , pues, la necesidad de investigar y estudiar cuánto podamos acerca de ella. En nuestra opinión, los aportes de este variado y diverso grupo humano tanto en el aspecto biogenético como en el sociocultural, constituyen un factor fundamental en la conformación de eso que solemos llamar la margariteñedad.

Francisco E. Castañeda M. 

La Asunción, 16-I-2021



sábado, 31 de octubre de 2020

«El Caballero de la Capa Roja»

Juan Rodríguez Suarez
Cuando Lope de Aguirre aterrorizaba a los habitantes de la isla de Margarita y se asomaba en el horizonte de la provincia de Venezuela, Juan Rodríguez Suárez[i] el fundador de Mérida, se hallaba en el valle de San Francisco (así llamado por él) en la dinámica de conquista y sometimiento del territorio que hoy ocupa la metrópolis capitalina de Venezuela (Caracas); cooperaba y continuaba las diligencias que al respecto había adelantado el mestizo margariteño Francisco Fajardo. 

En 1558 parte hacia la Sierra Nevada, comisionado por el capitán Velásquez de Velasco, con el objeto de buscar minas de oro y plata, lo que lo lleva a las riveras de la laguna de Urao, asiento original donde funda la ciudad Mérida. Se le acusó de haberse extendido en su comisión y fundar sin autorización dicha ciudad. Habiéndose Suárez fugado de Bogotá, Diego García de Paredes y el gobernador Pablo Collado, le dan protección, y se negaron a entregarlo al enviado juez capitán Alonso de Esperanza; alegando que los papeles de la Audiencia de Nueva Granada, no tenían ningún valor en la gobernación de Venezuela. Este acontecimiento luego será una institución latinoamericana; viene a ser el primer asilo político de nuestra historia. Es anecdótica, la negativa  de los oficiales de Paredes, que evitaron el compromiso formal de leer la orden de arresto emitida por la Audiencia de Santa Fe (hoy Colombia), alegando saber leer «nada más el  Ave María»[ii].

Rodríguez Suárez, era natural de Mérida (Extremadura, España), cuando acude a enfrentar a Aguirre y sus marañones…, acude también a ayudar a su paisano extremeño García de Paredes; profundamente agradecido por el apoyo y la protección que éste le proporcionó, cuando el juicio, persecución y condena a muerte que le instruyeron los jueces de la Audiencia en Santa Fe de Bogotá

El «Caballero de la Capa Roja» salvado por la firmeza, autonomía, afecto y gallardía de su coterráneo García Paredes, se convierte en su Teniente de Gobernador de Trujillo. En el Tocuyo conoce al gobernador de la provincia de Venezuela Pablo Collado, que enterado de la experiencia y valentía de Rodríguez Suárez le da comisión para combatir a «los caracas, reemplazando así al recién llegado y derrotado capitán Pedro Miranda. Suárez, parte con 35 hombres a enfrentar a Paramaconi, Tiuna, Terepaima; y otros caciques confederados bajo la autoridad de Guaicaipuro. Enterado de los acontecimientos y logros alcanzados por el mestizo Francisco Fajardo, es sacudido por el rompimiento de la tregua establecida entre indígenas y españoles (debido al ataque nativo contra las minas de oro descubiertas en los Teques por el mestizo margariteño Fajardo); muchos perdieron la vida, entre ellos tres hijos jóvenes de Rodríguez Suárez. 

MP-Venezuela, 3.
Mapa de Venezuela (MP-Venezuela, 3). manuscrito a pluma, posterior a 1552;
 año de la fundación de Barquisimeto (en letras negras toponimia del autor )
.

En el sitio del antiguo hato de Fajardo, que había encontrado reducido a cenizas y ruinas con los animales atravesados por flechas (obra y costumbre de Paramaconi contra los invasores conquistadores), funda el primero de agosto de 1561 la villa de San Francisco: «… para que viese todo el mundo su voluntad de permanecer para siempre»; repartió la tierra (que no le era propia) entre los vecinos (que no eran propios del lugar) y nombró alcalde y regidores, todo ello en el mismo sitio donde luego Diego de Lozada, fundará en 1567 a Santiago de León de Caracas. 

Rodríguez Suárez, había recorrido las tierras de Omán (Argelia), Sicilia (Italia), Inglaterra e Irlanda, entrando a América por Cartagena de Indias en 1536. Su derrotero lo hace participar en numerosas contiendas y expediciones en el seno territorial de Nuevo Reino de Granada, sirve con Gonzalo Jiménez de Quezada; pero no lo acompaña cuando la fundación de Santa Fe de Bogotá. Junto con Pedro de Ursúa (el expedicionario marañón) y Otún Velásquez fundan Pamplona en 1549, fue Alcalde de las Minas del Río de Oro; desempeñó varios cargos civiles y militares.

Cuando Juan Rodríguez Suárez en compañía de pocos hombres, parte desde la villa de San Francisco en búsqueda de Lope de Aguirre, era un aventajado y experto militar, lo que no le valió para enfrentar el dúo Paramaconi–Guaicaipuro, luego de dos días hambre y sed, cercados y refugiados en un peñón de la Loma de Terepaima[iii] en las montañas de La Lagunetas, alcanza la muerte dejando tras de sí una gesta bañada de sangre, de conquista y descubrimiento; que se extendía desde el valle de los Caracas, hasta más allá de la altiplanicie de Bogotá.
Contra la coalición comandada por el gran héroe autóctono Guaicaipuro, ya se habían estrellados los capitanes Francisco Fajardo, Pedro Miranda, Juan Rodríguez Suárez, y el propio gobernador Pablo Collado. La recién frustrada invasión de Lope de Aguirre que había jurado desbaratar la naciente provincia venezolana, aunada a la coalición indígena, era una amenaza a la existencia y tranquilidad de los pueblos españoles del seno de la provincia de Venezuela (MP-Ven.,3). Desde San Francisco, el también autóctono Fajardo, solicita «cuanto antes socorrerlo con la gente que pudiese» (Oviedo y baño, 1824, pág. 360), el gobernador Pablo Collado «aprovecha» esa situación de vulnerabilidad para organizar una expedición de castigo. Alista un centenar de hombres para enviar socorro a Fajardo, la mayoría de ellos marañones desparramados por los pueblos de la provincia; amparados por los perdones otorgados por Diego García de Paredes y el mismo Collado. Para capitanear esa expedición, Collado pretende al Maestre de Campo Diego García Paredes, quien no acepta alegando su regreso a Castilla[iv], motivo por el cual fue comisionado para dirigir el socorro, el aventajado capitán Luis de Narváez. 

Epítafio: «El procedimiento tenía diversos refinamientos; los indios eran quemados bien atados a un tronco, pendiente de una horca o enterrados hasta el cuello. En esta última modalidad, una pira circular iba chamuscando pelo, cejas, orejas y ojos, hasta que el fuego inspirado como gas incandescente quemaba las entrañas causando la muerte. Juan Rodríguez Suarez quemó indios en el valle de Zorca (hoy San Cristóbal)» [Montenegro, J.].

por: Rommel Contreras


[i] Fundador de Mérida en 1558, por cuya causa tuvo que huir y refugiarse en Barquisimeto, donde García de Paredes le da asilo y protección. Primer asilado político de América, lo que luego se constituye en una institución latinoamericana

[ii] «El capitán Diego de la Peña, dijo al capitán Alonso de Esperanza, quien perseguía a Rodríguez Suárez, la célebre y piadosa mentira, para no leer la orden de prisión, de que allí sólo sabían leer el Ave María». Picón Lares, Eduardo. Capítulos Historiales de Mérida. Fundación Editorial Escolar, Caracas, 1970. (En: Silva Montañés, Tomo I.). 

[iii] «…como a seis leguas de esta ciudad (Caracas) a la parte de occidente… se dice Terepaima por un indio principal que en ella y junto a ella vivía de ese nombre…». Relación geográfica y descripción de la provincia de Venezuela, año de 1578, levantada por el Gobernador Juan Pimentel. En: Rodulfo, S.,Pág. 91.

[iv] García Paredes hijo del «Sansón de España», embarca hacia Castilla para reclamar al Rey prebendas y recompensas por el desbaratamiento y muerte de Aguirre, alegatos que también pretende Pablo Collado. Fueron a disputas legales tanto por el reconocimiento como por los despojos, y botín recuperados a Aguirre, entre ellos su estandarte

Referencias

Cortés Santo, R. (1971). Antología Documental de Venezuela 1492 - 1900 - Materiales para la enseñanza de la historia de Venezuela. Caracas: Editorial Pregón.

González, J. (1968). Catálogo de Mapas y Planos de Venezuela. Madrid: Dirección General de Archivos y Bibliotecas.

Montañés, I. S. (1983). Hombres y Mujeres del siglo XVi venezolano (1ra. ed., Vol. 1). Caracas, Venezuela: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia.
Oviedo y baño, J. (1824). Historia de la Conquista y Población de la Provincia de Venezuela. Caracas: Domingo Navas Spinola.
Montenegro, Juan Ernesto (1974). Francisco Fajardo: origen y perfil del primer fundador de Caracas. Caracas, Concejo Municipal del Distrito Federal. 


domingo, 25 de octubre de 2020

Bello y Cumaná

don_Andres_Bello__Foto original de Don Andrés Bello. Biblioteca del Congreso Nacional de Chile

Bartolomé Bello, padre de Andrés Bello, vivió en Cumaná, donde ejerció la Fiscalía de Hacienda y Renta del Tabaco, desde 1789 hasta su muerte en 1804. En la Cumaná de hoy, una placa colocada en el llamado Pasaje Bartolomé Bello indica que allí estuvo la casa familiar del distinguido funcionario.

 La pregunta obligada es: ¿vivió Andrés Bello en Cumaná? Generalmente se dice que Andrés Bello nació y vivió en la casa de su abuelo el pintor y escultor don Juan Pedro López. La cronología de Bello, elaborada por Oscar Sambrano Urdaneta para el homenaje que la Universidad Central ofreciera al insigne caraqueño con motivo del Bicentenario de su nacimiento, deja entrever que Bello seguramente vivió poco tiempo en Cumaná, o a lo sumo haría cortas visitas, tal vez, en algunos periodos de vacaciones. 

Hay, sin embargo, dos hechos que ligan a Andrés Bello con Cumaná. La referencia poética al rio Manzanares, que Bello incluye en su poema “Alocución a la Poesía”, y su mención a un amor juvenil con María Josefa Sucre, hermana del futuro Gran Mariscal de Ayacucho. Ambos hechos sugieren una permanencia significativa de Sucre en Cumaná, tal vez una estadía más prolongada que una fugaz visita vacacional. Todavía, al morir su padre, el 25 de julio de 1804, se hace mención a una petición de ayuda de su madre a las autoridades españolas, documento redactado, según Pedro Grases por Bello y fechado en Cumaná (17 de septiembre de 1804). ¿Vivía Bello entonces en Cumaná, o simplemente se encontraba en Cumaná con motivo de la muerte de su padre? 

Veamos un poco las fechas. 

De 1781, fecha de su nacimiento a 1789, en que su padre se traslada a Cumaná, trascurren 8 años de la vida de Bello, su niñez. De 1789 a 1804, año de la muerte de su padre, pasan 15 años, y Bello alcanza los 23 años de su edad. Pero en 1797, a sus 16, Bello ingresa a la Universidad central, y concluye como Bachiller en Artes, en 1800, cuando comienza derecho y medicina, simultáneamente, sin concluir sus estudios, y desde entonces estará definitivamente en Caracas. Pudiera pensarse que Bello tuviera permanencia en Cumaná entre sus ocho y diez y seis años. 

Pero Sambrano Urdaneta resalta que Bello ingresa en 1787, el mismo año de la muerte de su abuelo, a la escuela de primeras letras de Don Ramón Valostan, al igual que otros niños, que tendrán luego relevante actuación en la lucha por la independencia. ¿Significa entonces que Bello no vendría con su familia a vivir en Cumaná? ¿Quedaría al cuidado de algún familiar, o del padre Cristóbal de Quesada, su maestro, y principal ductor en latín? En verdad, ¿sólo vendría en tiempo de vacaciones? Todo parece señalarlo así. Pero en todo caso, sus esporádicas visitas a Cumaná tienen, sin duda, gran significación para su formación de venezolano. 

Hemos de pensar, que como cualquier muchacho en su época disfrutó de las delicias del río Manzanares, de la misma manera que en el Catuche y Anauco de su residencia caraqueña: baños, natación, paseos por sus riberas, como para siempre tenerlo en el recuerdo, e incluirlo años después en su poesía, cuando ya vivía en Londres. En “Alocución a la Poesía” se lee: “Despierte (0h Musa, tiempo es ya) despierte/ algún sublime ingenio, que levante/el vuelo a tan espléndido sujeto,/y que de Popayán los hechos cante/y de la no inferior Barquisimeto,/ y del pueblo también(Cumaná, nota de Bello) cuyos hogares/a sus orillas mira el Manzanares;/no el de ondas pobre y de verdura exhausto,/que de la regia corte sufre el fausto,/y de su servidumbre está orgulloso,/mas que el de aguas bellas abundoso,/como su gente lo es de bellas almas,/del cielo en su cristal sereno, pinta/el puro azul, corriendo entre las palmas/de esta y aquella deliciosa quinta;/ (O. C. tomo I, p. 51). 

En el momento de la atracción amorosa posa su mirada en María Josefa Sucre, hecho conocido y referido en la tradición de amigos y familiares, y al que el mismo Bello hace mención. Enrique Planchart en su artículo intitulado “Bello, Arístides Rojas y la familia Loynaz”, presentado en fragmento por Pedro Grases en su “Antología del Bellismo en Venezuela” (Monte Ávila Editores, Caracas, 1981, p.281) recoge el recuerdo de Miguel Luis Amunátegui, cuando Andrés Bello le refirió sobre su primer amor, en Cumaná: “una niña de grandes ojos negros, de espíritu vivaz e inquieto, hábil en toda clase de labores y aficionada a componer versos, quien despertó aquel sentimiento; se llamaba María Josefa y era hermana del que fue luego Gran Mariscal de Ayacucho. Estuve profundamente enamorado, decía el maestro; pero una terrible desgracia nos separó. La niña tenía un hermano recluido en el hospital de San Lázaro y a ella también la hirió la enfermedad. La distancia y las calamidades de la guerra no me han permitido saber más de su suerte”. 

Según refiere Planchart en la transcripción de los recuerdos de los hermanos Loynaz, María Josefa Sucre enfermó, en verdad, pero no de lázaro, como erróneamente supo Bello, sino de una especie de parálisis del brazo derecho, como consecuencia de lavarse manos y cara después de planchar. María Josefa Sucre murió en un naufragio de La Habana a San Thomas, en travesía hacia Cumaná, en el mes de diciembre de 1821. Los Loynaz, según Planchart, mencionan un soneto de Bello a una amiga, tal vez María Josefa: “¡Adiós, oh Musa, que mi encanto fuiste!/ ¡Adiós amiga de mi edad ardiente!/La mano del dolor quebró mi lira”. / (Óp. Cit. p. 285). 

Un rasgo significativo de Bello es su condición de nostálgico. A lo largo de su existencia, siempre dio lugar a la expresión de la nostalgia, por personas, lugares y momentos importantes de su vida. No es por tanto extraño que en sus recuerdos siempre tuvieran lugar, además de sus familiares y amigos, y el terruño, su primer amor, y sus travesuras y deleites por las riberas del río cumanés.


Prof. Gilberto J. López (escrito del 20 dic. 2016)

VicePresidente de la Academia de la Geo Historia del Estado Sucre (☩Fallecido)


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miércoles, 21 de octubre de 2020

SILENCIO YO SOY EL QUE PUEDE HABLAR

 RECORDATORIO DE CULTOR POPULAR JUAN JIMÉNEZ


"SILENCIO YO SOY EL QUE PUEDE HABLAR”: ...Yo trabajé usando la caña para sacar papelón en el mismo trapiche, conocí las pailas y los alambiques haciendo ron. Pero me huía. Yo atravesaba las serranías del Turimiquire y me iba cimarroneando hasta Caripe del Guacharo...” Trabajé en la tierra y trabajé en el mar porque me gustaba andar embarcando. Yo pienso que si me hubiera quedado en Punta Araya, que fuera de mí, si me hubiera devorado un pez o si fuera un gran marino o un gran cocinero de una embarcación, o quizás hubiera aprendido a gobernar un timón para huirme por todos esos mares, porque yo siempre fui un huido...” Yo lleve mucho látigo, me daban con el chicote que era un cabo de pita, un látigo, y yo lo que hacía era huir cuando era un niño, y me fui quedando por ahí, sin tener con quien contar, me fui quedando solo, igual me quedaba en los lugares de sacar las perlas que en los lugares de sacar la sal o en las rancherías de los pescadores sacando pescado, siempre algo hacía, en otras partes vendía leña, vendía leche de cabra, vendía una botellita que llamaban conga, huía de un lugar a otro para que no me encontraran, porque me buscaban como medio real para darme látigo y castigarme en los espinerales, en los cardonales, tumbando leña en los montes. Así fui aprendiendo a vivir con el recuerdo de mi raza, de mi mama Nieves Jiménez que era una negra parranderísima, una mujer empantalonada que se mudaba para los bailes, para los velorios, que luchaba, que jugaba la maluca...”“....Yo siempre he vivido con esos recuerdos y con la imagen de mi otra abuela llamada Clemencia Vallejo, que era una negra cantadora, una negra cuadrada, negra bien negra de un pelo bien chiquitico llenos de nudos en su cabeza, de allí viene mi raza que me trajo a nacer a Tataracual, bien lejos de las costas, porque de esas costas de no sé de donde, llego mi papá Antero Vallejo, que era un gigante de hombre, era un negro de verdad, venía de esas costas de Paria, dicen que había nacido entre Guiria y Trinidad, de por ahí de afuera de esas costas era él. Murió en Los Bordones y lo enterraron por las playas de San Luis, por ahí donde había un cementerio cerca de una laguna llamada Pozo de Caimán, pero vivió en todas partes y tuvo una cuadrilla de hijos porque fue un hombre mujeriego. La mía fue una raza que también nació para eso y para dar hombres de verdad y mi papá no encontró hombre que le pegara, los hombres sabían que Antero Vallejo no era hombre para ellos, había hombres que salían a buscarlo para malograrlo, sin saber que desde ese momento estaban en el otro mundo, porque mi papá tenía los secretos de esta raza grande de nosotros...” “...Yo no encontré músico que me regañara, porque cuando este negro Juan Jiménez cantaba, no cantaba más nadie y por eso me quisieron matar por la garganta, porque yo era un trueno, porque no había quien me aguantara estos pulmones, esta caja en el pecho de Juan Jiménez. Las maracas se reventaban, el bandolín agonizaba, el acordeón se paraba en medio del joropo y yo seguía el canto como la primera vez, siempre al compás, sin pelarme en una sola palabra, eso llaman el cantor, pero este Juan Jiménez que ahora usted ve aquí eschavetado no es ni la sombra. Ya las palabras me vienen como si me van a ahogar, silencio, callen la boca, yo soy el que puedo hablar...”

(Cada 21 de Octubre se cumplen años de la desaparición física del cultor popular Juan Jiménez, murió en Cumaná, el 21 de octubre de 1981.)


por:  JUAN JIMÉNEZ

(Fuente: Benito Irady)

domingo, 4 de octubre de 2020

Para que no te agarren desprevenido, ni mucho menos se te pegue “El Bicho”.

San Luis Viejo
San Luis Viejo, final siglo XIX

La historia del Oriente de Venezuela, es un oasis de descubrimientos, algunos menos importantes y otros superlativos; pero otros han permanecido olvidados en rincones históricos, sin darle ninguna importancia, por ejemplo: el caso que recojo en este corto sobre “El Bicho”.


La primera referencia de este mal e incómodo padecimiento, la conocí leyendo las interesantes memorias de un oficial del ejército español, que, por su singularidad, cito:

“El día 23 [abril] llegamos á Cumaná, donde desembarcó el regimiento de Barbastro y parte de los dragones de la Unión. El 27 tuve el gusto de pasar á ver á mi hermano Manuel, que había sido nombrado capitán de aquel puerto: juntos fuimos á saludar al tío Pascual. El mismo día me entró un malestar general: me dolían todos los huesos; sentía en mi cabeza una especie de mareo, y á las pocas horas experimenté una fiebre intensa. Mi tío y hermano se alarmaron, porque creyeron que tenía el vómito. Pero la patrona, señora anciana y entendida, les manifestó que yo tenía una enfermedad muy conocida en el país con el nombre de bicho, la cual consumía en breves días al paciente, si á tiempo no se la curaba por los medios, bastante brutales, que ella indicó. A ellos me sometí, y al siguiente día me encontraba mucho mejor; estaba débil y estropeado, pero con unas ganas de comer extraordinarias. El 29 me despedí de mi hermano y regresé á bordo, en donde mis compañeros se asombraron de verme tan pálido y extenuado en un día de enfermedad. Enterados del mal y de la receta, de la que los limones formaban la base, se proveyeron de gran cantidad de ellos por si les atacaba el bicho. Nos dimos á la vela el 3 de Mayo para La Guaira, que está á 45 leguas, habiendo llegado toda la escuadra el 6, por la noche, sin novedad.” (Sevilla, 1925, pág. 45)

Ese extraño padecimiento, reportado en Cumaná, fue traído a la América por los nativos que fueron cazados y esclavizados en la madre África; quizás de Angola y Mozambique. La enfermedad de El Bicho, se manifiesta por afección febril caracterizada por una rectitis con relajación del esfínter anal y a veces prolapso del recto, en mayor o menor grado. (Rodríguez Montes, 2011-2012). En el período colonial, todos conocían ese padecimiento, como bien lo reporta el teniente Rafael Sevilla quien formó parte de la expedición de Pablo Morillo (el “pacificador”) en abril de 1815, cuando como invasor llega a Cumaná; la Nueva Andalucía, el oriente de Venezuela. También se conoció antiguamente como “bicho del trasero, a consecuencia de los pujos (llamados persas); resultado crónico de la disentería; afirmase que lo transportaron desde Angola los negros” (Virrey, 1846).

El padecimiento de El Bicho, se hizo endémico en el oriente venezolano, y fue reportado su presencia y maleficencia hasta más allá de la medianía del siglo XX, como bien se explica el entrevistado en esta singular referencia:

“Cuando yo tenía como 9 o 10 años, … vivía por el barrio San Luis de Cumaná, frente a la playa un poco más acá de Los Uveros: muchos de los muchachos sufríamos de ese mal y las viejitas decían que era “Bicho” de tanto coger sol o que nos sentábamos en el suelo caliente; eran unas fiebres verdaderamente feísimas. Porque nosotros nos manteníamos cazando tigüi-tigüe (poniéndoles cerditas) en las aguas cercanas al aeropuerto. Se padecía mucho, siendo jóvenes de eso, y recuerdo el nombre de la Sra. Modesta Andrade (una matrona familia de pescadores; que era la única que curaba eso), que hacía la cura asando el limón y le metían eso pedazos de limón caliente a los enfermos por el ano. Al otro día, a uno se le quitaba la fiebre y el malestar; ya uno estaba parado. Aquí en Cumaná se padeció bastante de «Bicho», sobre todo en la zona de San Luis.” (Betancourt, 2020)

Esa afección igual fue conocida en las islas caribeñas y en el Brasil, donde la denominaban “Maculo”. Todos los campesinos de esas zonas sabían tratar al El Bicho, "...siendo el método más empleado por ellos la aplicación de enemas de limón y hollín espolvoreado por fuera e introducido al interior del recto a modo de tapón de dicho órgano. En algunas regiones es de uso popular hacer bolitas con hojas de fregosa machacadas e impregnadas de jugo de limón e introducirlas en el recto"(Rodríguez Montes, 2011-2012); al parecer además de las bondades curativas vegetales, convenía inflamar el ano para mantenerlo cerrado.

Así que por extraño y brutal que parezca, enema o tapones rectales, o limones ardientes completos o en trozos introducidos en el ano, era la única cura conocida para aquella extraña y mortal enfermedad.


Por: Rommel Contreras; día 5 del décimo mes del Covid-19


Trabajos citados

Betancourt, R. (5 de 10 de 2020). La enfermedad de El Bicho. (R. Contreras, Entrevistador)

Rodríguez Montes, J. (2011-2012). Historia de la Proctología. (págs. 23-41). Malaga: Boletín de la Academia Malagueña de Ciencias.

Sevilla, R. (1925). La Guerra de América - Memorias de un Oficial del Ejército Español. Campaña contra Bolívar y los separatistas de América. Madrid: Editorial - América.

Virrey, J. J. (1846). Historia natural del género humano. Barcelona: Juan Olivares.



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jueves, 21 de noviembre de 2019

Sucre: “tierra de gracia”


El reconocimiento de Cumaná como “Primogénita del Continente americano” ha sido muy polémico entre historiadores dedicados a indagar sobre el tema de las ciudades a lo largo de la geografía hispanoamericana. Muchas poblaciones fueron creadas y la mayoría desaparecieron en el tiempo. Vale recordar que las primeras zonas encontradas y pobladas por los conquistadores españoles fueron las islas de Guanahaní en 1492 (en las Bahamas) y la bautizan como San Salvador, también está la isla de Juana (hoy Cuba) y la Española (Se conoce actualmente como Haití y Santo Domingo). Otras ciudades se han disputado en algún momento la primogenitura continental americana, en este caso la ciudad de Coro, Maracaibo, Veracruz en México, Panamá, Darién, Acla, etcétera.

Nueva Cádiz fue el nombre con que bautizaron a Cubagua, tras convertirse en el centro de extracción perlera más importante de la región y su dependencia de Cumaná fue permanente,  la provisión de alimentos era obtenida en tierra firme, el río Manzanares proporcionaba el agua dulce.

Cumaná desde un principio fue considerada el lugar ideal para  las misiones  fundantes. Fray Francisco Córdova y Juan Garcés fueron las primeras víctimas de las respuestas violentas de los indígenas ante los secuestros perpetrados por algunos españoles  a la familia del cacique don Alonzo llamado Kawuaná en lengua caribe, quien junto a varios de sus familiares incluyendo mujer e hijos fueron vendidos como esclavos. 

Ante esa situación, envían a Gonzalo de Ocampo y Jácome de Castellón a pacificar y consolidar el poblamiento de lo que se llamaría Cumaná. Nueva Toledo y Nueva Córdova, fueron los nombres con que ambos conquistadores en 1521 y 1523 respectivamente bautizan la futura ciudad cumanesa. Legalmente para el reino de España, la fundación de Cumaná se realiza en 1569, cuando le conceden a Diego Fernández de Zerpa la capitulación para que gobernara la provincia de Nueva Andalucía cuya capital fue Cumaná.

El nombre de Cumaná
Cumaná ha sido una ciudad de contrastes y la polémica por el origen de su nombre aún persiste, no hay un acuerdo sólido ni en la memoria histórica ni colectiva, hay una respuesta clara del asunto. Henry Pittier, naturalista Suizo estableció que Cumaná significaba “turnera”; una flor.

Anick López, investigador de lenguas indígenas y profesor universitario (UDO), llegó a la conclusión que Cumaná proviene del idioma Arawak “rio grande sagrado”.

También en el reciente libro en homenaje a los quinientos años de Cumaná titulado: Cumaná 500 años una historia ilustrada, elaborado por los historiadores y miembros de la Academia de la Geohistoria del Estado Sucre: Profesores Rommel Contreras, Luis Germán Pérez, Iraidé Cotoret y   el sacerdote Alexander Castro, en el artículo firmado por el geográfo Luis Germán Pérez, sostiene que Cumaná deviene de la fito-toponimia “turnera” una flor que se ha establecido como única de esta zona semiárida cumanesa.

Se ha establecido como fecha de fundación de Cumaná, el 27 de noviembre de 1515 por la labor de los misioneros franciscanos y dominicos, aunque una vez establecidos en esta zona, los franciscanos se quedaron en Cumaná y los dominicos en Chiribichí o zona de santa fe. Fray Pedro de Córdoba hace un pacto con el cacique Kawuaná o Don Alonzo y se consolida la población aunque luego suceden  los eventos mencionados al comienzo de este escrito. 

Cristóbal colón por su formación católica y muy creyente de los preceptos bíblicos , al tener noticias del esplendor y belleza de las tierras encontradas en su tercer viaje en 1498, denomina la zona de la península de Paria como “tierra de gracia” y en verdad ese contraste del mar azul y el verde de las montañas boscosas aún impresiona, han pasado más de quinientos años del inicio de la conquista y colonización de estas tierras continentales y se conserva su belleza exuberante e idílica, es muy aceptable decir que los españoles se encontraron un lugar edénico que luego se llamó el estado Sucre, donde comenzó el joropo y se creó el cuatro para expandirse por toda Venezuela.

Por: Orlando Balbás