domingo, 7 de septiembre de 2014

Manifiesto de Carúpano

7 de septiembre de 1814

Simón Bolívar, Libertador de Venezuela y General en Jefe de sus ejércitos. A sus conciudadanos.

Ciudadanos:

Infeliz del magistrado que autor de las calamidades o de los crímenes de su Patria se ve forzado a defenderse ante el tribunal del pueblo de las acusaciones que sus conciudadanos dirigen contra su conducta; pero es dichosísimo aquel que corriendo por entre los escollos de la guerra, de la política y de las desgracias públicas, preserva su honor intacto y se presenta inocente a exigir de sus propios compañeros de

Infortunio, una recta decisión sobre su inculpabilidad.

Yo he sido elegido por la suerte de las armas para quebrantar vuestras cadenas, como también he sido, digámoslo así, el instrumento de que se ha valido la providencia para colmar la medida de vuestras aflicciones. Sí, yo os he traído la paz y la libertad, per en pos de estos inestimables bienes han venido conmigo la guerra y la esclavitud. La victoria conducida por la justicia fue siempre nuestra guía, hasta las ruinas de la ilustre capital de Caracas, que arrancamos de manos de sus opresores. Los guerreros granadinos no marchitaron jamás sus laureles mientras combatieron contra los dominadores de Venezuela, y los soldados caraqueños fueron coronados con igual fortuna contra los fieros españoles que intentaron de nuevo subyugarnos. Si el destino inconstante hizo alternar la victoria entre los enemigos y nosotros, fue sólo en favor de pueblos americanos que una inconcebible demencia hizo tomar las armas para destruir a sus libertadores y restituir el cetro a sus tiranos.

Así, parece que le cielo para nuestra humillación y nuestra gloria ha permitido que nuestros vencedores sean nuestros hermanos y que nuestros hermanos únicamente triunfen de nosotros. El Ejército Libertador exterminó las bandas enemigas, pero no ha podido exterminar unos pueblos por cuya dicha ha lidiado en centenares de combates. No es justo destruir los hombres que no quieren ser libres, ni es libertad la que se goza bajo el imperio de las armas contra la opinión de seres fanáticos cuya depravación de espíritu les hace amar las cadenas como los vínculos sociales.

No os lamentéis, pues, sino de vuestros compatriotas que instigados por los furores de la discordia os han sumergido en ese piélago de calamidades, cuyo aspecto solo hace estremecer a la naturaleza, y que sería tan horroroso como imposible pintaros. Vuestros hermanos y no los españoles han desgarrado vuestro seno, derramando vuestra sangre, incendiando vuestros hogares, y os han condenado a la expatriación. Vuestros clamores deben dirigirse contra esos ciegos esclavos que pretended ligaros a las cadenas que ellos mismos arrastran; y no os indignéis contra los mártires que fervorosos defensores de vuestra libertad han prodigado su sangre en todos los campos, han arrostrado todos los peligros, y se han olvidado de sí mismos para salvaros de la muerte o de la ignominia. Sed justos en vuestro dolor, como es justa la causa que lo produce.

Que vuestros tormentos no os enajenen, ciudadanos, hasta el punto de considerar a vuestros protectores y amigos como cómplices de crímenes imaginarios, de intención, o de omisión. Los directores de vuestros destinos no menos que sus cooperadores, no han tenido otro designio que el de adquirir una perpetua felicidad para vosotros, que fuese para ellos una gloria inmortal. Mas, si los sucesos no han correspondido a sus miras, y si desastres sin ejemplo han frustrado empresa tan laudable, no ha sido por efecto de ineptitud o cobardía; ha sido, sí, la inevitable consecuencia de un proyecto agigantado, superior a todas las fuerzas humanas. La destrucción de un gobierno, cuyo origen se pierde en la obscuridad de los tiempos; la subversión de principios establecidos; la mutación de costumbres; el trastorno de la opinión, y el establecimiento en fin de la libertad en su país de los esclavos, es una obra tan imposible de ejecutar súbitamente, que está fuera del alcance de todo poder humano; por manera que nuestra excusa de no haber obtenido lo que hemos deseado, es inherente a la causa que seguimos, porque así como la justicia justifica la audacia de haberla emprendido, la imposibilidad de su adquisición califica la insuficiencia de los medios. Es laudable, es noble y sublime, vindicar la naturaleza ultrajada por la tiranía; nada es comparable a la grandeza de este acto y aun cuando la desolación y la muerte sean el premio de tan glorioso intento, no hay razón para condenarlo, porque no es lo asequible lo que se debe hacer, sino aquello que el derecho nos autoriza.

En vano, esfuerzos inauditos han logrado innumerables victorias, compradas al caro precio de la sangre de nuestros heroicos soldados. Un corto número de sucesos por parte de nuestros contrarios, ha desplomado el edificio de nuestra gloria, estando la masa de los pueblos descarriada por el fanatismo religioso, y seducida por el incentivo de la anarquía devoradora. A la antorcha de la libertad, que nosotros hemos presentado a la América como la guía y el objeto de nuestros conatos, han opuesto nuestros enemigos la hacha incendiaria de la discordia, de la devastación y el grande estímulo de la usurpación de los honores y de la fortuna a hombres envilecidos por el yugo de la servidumbre y embrutecidos por la doctrina de la superstición: ¿Cómo podría preponderar la simple teoría de la filosofía política sin otros apoyos que la verdad y la naturaleza, contra el vicio armado con el desenfreno de la licencia, sin más límites que su alcance y convertido de repente por un prestigio religioso en virtud política y en caridad cristiana? No, no son los hombres vulgares los que pueden calcular el eminente valor del reino de la libertad, para que lo prefieran a la ciega ambición y a la vil codicia. De la decisión de esta importante cuestión ha dependido nuestra suerte; ella estaba en manos de nuestros compatriotas que pervertidos han fallado contra nosotros; de resto todo lo demás ha sido consiguiente a una determinación más deshonrosa que fatal, y que debe ser más lamentable por su esencia que por sus resultados.

Es una estupidez maligna atribuir a los hombres públicos las vicisitudes que el orden de las cosas produce en los Estados, no estando en la esfera de las facultades de un general o magistrado contener en un momento de turbulencia, de choque, y de divergencia de opiniones el torrente de las pasiones humanas, que agitadas por el movimiento de las revoluciones se aumentan en razón de la fuerza que las resiste. Y aun cuando graves errores o pasiones violentas en los jefes causen frecuentes perjuicios a la República estos mismos perjuicios deben, sin embargo, apreciarse con equidad y buscar su origen en las causas primitivas de todos los infortunios: la fragilidad de nuestra especie, y el imperio de la suerte en todos los acontecimientos. El hombre es el débil juguete de la fortuna, sobre la cual suele calcular con fundamento muchas veces, sin poder contar con ella jamás, porque nuestra esfera no está en contacto con la suya de un orden muy superior a la nuestra. Pretender que la política y la guerra marchen al grabo de nuestros proyectos, obrando a tientas con sólo la pureza de nuestras intenciones, y auxiliados por los limitados medios que están a nuestro arbitrio, es querer lograr los efectos de un poder divino por resortes humanos.

Yo, muy distante de tener la loca presunción de conceptuarme inculpable de la catástrofe de mi Patria, sufro al contrario, el profundo pesar de creerme el instrumento infausto de sus espantosas miserias; pero soy inocente porque mi conciencia no ha participado nunca del error voluntario o de la malicia, aunque por otra parte haya obrado mal y sin acierto. La convicción de mi inocencia me la persuade mi corazón, y este testimonio es para mí el más auténtico, bien que parezca un orgulloso delirio. He aquí la causa porque desdeñando responder a cada una de las acusaciones que de buena o mala fe se me puedan hacer, reservo este acto de justicia, que mi propia vindicta exige, para ejecutarlo ante un tribunal de sabios, que juzgarán con rectitud y ciencia de mi conducta en mi misión a Venezuela. Del Supremo Congreso de la Nueva Granada hablo, de este augusto cuerpo que me ha enviado con sus tropas a auxiliarlos como lo han hecho heroicamente hasta expirar todas en el campo del honor. Es justo y necesario que mi vida pública se examine con esmero, y se juzgue con imparcialidad. Es justo y necesario que yo satisfaga a quienes haya ofendido, y que se me indemnice de los cargos erróneos a que no he sido acreedor. Este gran juicio debe ser pronunciado por el soberano a quien he servido; yo os aseguro que será tan solemne cuanto sea posible, y que mis hechos serán comprobados por documentos irrefragables. Entonces sabréis si he sido indigno de vuestra confianza, o si merezco el nombre de Libertador.

Yo os juro, amados compatriotas, que este augusto título que vuestra gratitud me tributó cuando os vine a arrancar las cadenas, no será vano. Yo os juro que libertador o muerto, mereceré siempre el honor que me habéis hecho, sin que haya protestad humana sobre la tierra que detenga el curso que me he propuesto seguir hasta volver segundamente a libertaros, por la senda del occidente, regada con tanta sangre y adornada de tantos laureles. Esperad, compatriotas, al noble, al virtuoso pueble granadino que volará ansioso de recoger nuevos trofeos, a prestaros nuevos auxilios, y a traeros de nueva la libertad, si antes vuestro valor no la adquiere. Sí, sí, vuestras virtudes solas son capaces de combatir con suceso contra esa multitud de frenéticos que desconocen su propio interés y honor; pues jamás la libertado ha sido subyugada por la tiranía. No comparéis vuestras fuerzas físicas con las enemigas, porque no es comparable el espíritu con la materia. Vosotros sois hombres, ellos son bestias, vosotros sois libres, ellos esclavos. Combatid, pues, y venceréis. Dios concede la victoria a la constancia.



Carúpano, septiembre 7 de 1814. 4º.

Simón Bolívar.



Colaboración Prof. Andrés Velazquez

sábado, 6 de septiembre de 2014

LA CARTA DE JAMAICA

EL DATO HISTORICO

El 6 de septiembre de 1815 Simón Bolívar escribe en Kingston, Jamaica, una carta dirigida a un caballero de esa isla, para responder inquietudes planteadas sobre el porvenir  de los pueblos hispanoamericanos por el residente jamaiquino. En su obra “El destinatario de la Carta de Jamaica”, como es conocida en la historia, el acucioso historiador Mons. Nicolás Eugenio Navarro determinó que el caballero en referencia era de nombre Henry Cullen.
En su Historia Constitucional de Venezuela, Gil Fortoul sintetiza el contenido de la Carta de la siguiente manera:
“La América española se dividirá en quince o más Repúblicas independientes. La de México será representativa, con un presidente que podrá hacerse vitalicio (recuérdese a Porfirio Díaz), “si desempeña sus funciones con acierto y justicia”, o que traerá, en caso contrario, la monarquía apoyada por el partido militar o aristocrático (tal sucedió con Iturbide y Maximiliano). Los Estados de Centro-América formarán una confederación: “sus canales acortarán las distancias del mundo, estrecharán los lazos comerciales de Europa, América y Asia…” En Buenos Aires dominará por el pronto el elemento militar, hasta que se implante la oligarquía o la monocracia, “con más o menos restricciones” (Rosas, y después oligarquía territorial y plutocrática). Chile, por su situación geográfica, “por el ejemplo de sus vecinos, los fieros republicanos del Arauco”, por las costumbres de sus habitantes, “no alterarán sus leyes, usos y prácticas; preservará su uniformidad en opiniones políticas y religiosas”; será la más estable de las Repúblicas americanas (previsión confirmada por la experiencia de tres cuartos de siglo). En cambio, el Perú “encierra dos elementos enemigos de todo régimen justo y liberal: oro y esclavos. El primero lo corrompe todo; el segundo está corrompido por sí mismo; el alma de un siervo rara vez alcanza a apreciar la sana libertad; se enfurece en los tumultos o se humilla en las cadenas”; y aunque lo propio sucede en otras partes de América, en el Perú es más violento el conflicto entre la aspiración de los ricos a la tiranía o a la aristocracia, y la propensión de los esclavos, libertos y mestizos a la democracia tumultuaria, (Diez años más tarde, siendo Jefe Supremo del Perú, el propio Bolívar verá que los hechos comprueban su teoría). “La Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una República central, cuya capital será Maracaibo, o una nueva ciudad que, con el nombre de Las Casas –en honor a este héroe de la filantropía- se funde en los confines de ambos países, en el soberbio puerto de Bahía Honda”. Esa República se llamará Colombia, y “su gobierno podrá imitar al inglés “con un Senado hereditario y una Cámara de elección popular, pero “en lugar de un rey habrá un Poder Ejecutivo electivo, cuando más vitalicio y jamás hereditario si se quiere República”. (Lo mismo aconsejará en Angostura cuatro años después). Insinúa finalmente el proyecto de reunir en el Istmo de Panamá (“que podría ser para los americanos –son sus palabras- lo que el de Corinto para los griegos”) un Congreso de los nuevos Estados, “para tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra con las naciones de las otras tres partes del mundo”, y concluye Gil Fortoul: “Así discurría y soñaba el Libertador, en una colonia extranjera, sin ejército, sin buques, sin dinero, cuando su patria gemía de nuevo en el régimen de la conquista, cuando no le acompañaban más que un puñado de emigrados, y en los días mismos en que andaba a punto de perder la vida bajo el puñal de un asesino”.
Como la obra tiene exactos rasgos sobre la evolución histórica de Hispanoamérica, se le ha calificado como una visión de porvenir y de vaticinio, atribuyéndosele a Bolívar dones de profeta. Aunque Bolívar fue un gran visionario y soñador, hombre fértil de ideas, y de pensamiento rico y claro expresado en sus variados escritos: cartas, mensajes, discursos, proclamas, decretos, proyectos de constituciones, artículos periodísticos, se revela en esa carta, como en sus muchos escritos, un conocimiento cabal de la realidad de su tiempo. Demuestra que era un observador perspicaz, conocedor no sólo de la realidad concreta sino también de las personas que conformaban su entorno, quienes lo acompañaron con sus altibajos en la magna empresa de la independencia.
Revela la Carta que Bolívar no se amilanaba ante las dificultades reinantes; antes bien, sueña y proyecta, y lucha tenazmente para superar los obstáculos, y crear condiciones favorables para su acción liberadora. El contexto en el que se escribe la Carta estaba lleno de incertidumbres y dificultades, que podían llenar de pesimismo a cualquier iluso. Bolívar estaba en Jamaica en las peores condiciones; desconocida su condición de jefe y líder, había abandonado Nueva Granada en medio de fuertes disensiones entre los independentistas, que facilitaron la acción de Morillo en Nueva Granada y el calamitoso sitio de Cartagena, de funesta suerte para los patriotas.
Para no ser instrumento de estas controversias y discusiones, Bolívar prefiere cambiar de escenario y buscar auxilios en otros lugares. Jamaica fue el centro escogido, para reflexionar sobre la situación, visualizar lo que había que hacer y buscar ayuda y recursos para continuar la lucha.

De Jamaica pasa a Haití, y con nuevos apoyos y recursos comienzan sus expediciones navales. Había que recomenzar la lucha. Todavía sería largo el camino por recorrer, y serían muchos los obstáculos a superar para llegar a convertirse en la cabeza principal de la revolución.

por: Gilberto J. López

Carta de Jamaica

La carta de Jamaica fue fue escrita por el libertador Simón Bolívar a amigo Henri Cullen, el 6 de septiembre de 1815 (carta de un americano meridional aun caballero de esta isla). Henri Cullen le había enviado una carta a Bolivar el 29 de agosto de 1815.

La Carta de Jamaica, constituye uno de los escritos mas brillantes, trascendentes, con un carácter visionario, habla de la necesidad de la unión para formar del continente suramericano, una gran patria que constituyera el equilibrio del mundo.

Es un ejemplo de como nuestro Simón Bolívar ideó sus propias estrategias y teorías sobre la liberación nacional. Bolívar en ese documento, legitima la rebelión de los hijos de españoles, nacidos en la América del sur y explica el compromiso que se debe contraer para seguir la lucha por la independencia.

Exiliado, hace los contactos, busca acuerdos y negociaciones, para lograr apoyo externo, sobre todo de Inglaterra, para seguir luchando por la libertad e independencia de Venezuela.

Bolívar, en la Carta de Jamaica, sitúa la lucha desde una perspectiva americana y mundial. Es un resumen de sus propósitos políticos y estrategias libertarias. Allí define la unión de Venezuela y la Nueva Granada como la futura Gran Colombia. Consideraba de suma importancia el concurso de las fuerzas militares inglesas , para combatir al ejercito de España.

Resaltó Bolívar, en su Carta de Jamaica, al gobierno de carácter federal como el mas adecuado para nuestra nación, debido al momento histórico y sus características sociales y culturales.

Describe como los dirigente patriotas mejicanos, utilizaron inteligentemente y con gran certeza, la imagen de la virgen de Guadalupe, símbolo religioso de los mejicanos, invocándola en los momentos difíciles y llevándola en las banderas. Este detalle me parece interesante, para las caracterizaciones de las luchas hispanoamericanas y sus culturas. No hay que deshechar, que la edad de Bolívar era de treinta y dos años y hacía tres años que hizo el Manifiesto de Cartagena.

También es bueno, tomar en cuenta, la humildad y reconocimiento de Bolívar de las limitaciones teóricas para conocer las caracterizaciones de las sociedades americanas meridionales.

por: Orlando Balbás

FRANCISCO CARABAÑO APONTE.

Nace en Cumaná el ilustre General de Brigada Francisco Carabaño Aponte, hijo del Mariscal de Campo Francisco Carabaño y doña Margarita Aponte. Era de familia distinguida. De 1810 a 1814 hizo campaña en Venezuela. Desde 1815 pasó en España siete años en las prisiones de Costa, Carraca, y en el Castillo de santa Catalina y confinada a Algeciras. Regresó a Venezuela en 1822: prestó de nuevo a la Patria servicios eminentes. Ascendió a General de Brigada. Era miembro de la Orden de los Libertadores y estaba condecorado con el Busto del Libertador. A inmediaciones de Cariaco, en la tarde del 19 de agosto de 1848 pereció asesinado por el indio Juan Antonio Salcedo, vil instrumentos de implacables enemigos políticos que así arrebataron a la Patria un hijo probo, instruido, desinteresado y benemérito.

por:  Hernán Muñoz Villafuerte

viernes, 5 de septiembre de 2014

BENIGNO RODRIGUEZ BRUZUAL

En esta fecha nació en Cumaná don Benigno Rodríguez Bruzual, inspirado músico y poeta de toda una época, hizo historia al frente de la Banda Libertad, se puede decir que él vive en ella, aunque su rastro puede sentirse en su música que es eterna, entre otros logros estará siempre en la música del himno del Estado Sucre, cuya letra escribió, el también poeta y cumanés, Ramón David León.

Figura entre los grandes músicos cumaneses: José María Gómez Cardiel, José Antonio Gómez, Salvador Llamosas, Joaquín Silva Díaz, Benigno Marcano Centeno, José Antonio Ramos, y Leopoldo Sucre. No mencionamos a don Bartolomé Bello, aunque creemos que es cumanés, como atestigua Vinicio Romero, porque no lo tenemos comprobado.

Don Benigno, llenó toda una época con su talento e inspiración; autor de una gran variedad de piezas de todos los géneros, tanto religiosos como profanos; sus piezas musicales fueron muy populares en su tiempo- Fundador de la celebrada banda “Santa Cecilia”. Director por muchos años de la “Banda Libertad”, autor de la música del Himno del Estado Sucre; y director de la Escuela de Música “José María Gómez Cardiel”. Tambien compuso el Himno del Estado Nueva Esparta. Hizo toda una época en Cumaná.

Por su carisma, por el respeto ganado fue en varias oportunidades Presidente del Concejo Municipal del Distrito Sucre del Estado Sucre.

En esta fecha de su nacimiento debería celebrarse el día del Músico en Cumaná. No se trata de compararlo con otros genios musicales de Cumaná, sino que, por su dedicación, por su permanencia, por su obra, por la variedad infinita de su trabajo, él merece que Cumaná lo eleve al pedestal que se merece en nuestro espíritu como pueblo. Don Benigno murió en Cumaná el 5-06-1925. Dejó un concienzudo legado musical.

Uno de sus discípulos fue el famoso pianista Salvador Llamosas

por: Hernán Muñoz Villafuerte

MANUEL INOCENCIO VILLARROEL

 En esta fecha  se conmemora el triunfo de Manuel Inocencio Villarroel, el héroe de Quebrada Seca,  contra el jefe español coronel Juan Bautista Prado, en LA BATALLA DE GUANIPA.  El suceso se produjo cuando Pablo Morillo, dominaba dictatorialmente toda la provincia, y sus ejércitos abusaban de su poder.

Dice el cronista Alberto Sanabria: “Es oportuno recordar al coronel  MANUEL INOCENCIO VILLARROEL que nació en Quebrada Seca. Municipio Montes del Estado Sucre. Este caudillo patriota combatió en Maturín en 1813 bajo las órdenes de Bernardo Bermúdez y de Piar. Combatió en la batalla del Salado  en Cumaná bajo el mando de  Piar contra  Boves, el 16 de octubre de 1814. Como en ese día fuese ocupada a sangre y fuego la plaza de dicha ciudad por las tropas relistas, pudo escapar con vida de tan horrorosa carnicería, y acompañado de algunos patriotas valerosos refugiose en Cumanacoa; logró allí organizar una fuerte columna, y en 1815 derrotó a los españoles  en la Rinconada, en Cumanacoa, San Fernando, la Acequia y San Lorenzo, peleó con fortuna, sagacidad y brvura, pero en el cantón o Alturas de Salas, al sur de Aricagua, tras una lucha desesperada y heroica que duró cinco horas, salió por completo derrotado, pereciendo casi todos sus soldados además de varios heridos de gravedad, y muchas  infelices mujeres y niños, que seguían con el batallón de Villarroel, para asistirlos y a la vez  salvarse de la crueldad  de los españoles, y  tambien corrieron la misma suerte y fueron también sacrificadas. Con motivo de tan fatal acontecimiento, viéndose Villarroel enteramente solo, desprovisto de elementos de guerra y aun de lo necesario para la subsistencia confiose en un indulto del gobernador de Cumaná, Brigadier don Tomás de Cires y se presentó por fin al Comandante militar de Areo: este lo fusiló en el acto por orden del propio gobernador, que, en obediencia a Morillo, derribó en Cumaná, la iglesia de la Divina Pastora y el barrio de Chiclana y mandó incendiar a Cumanacoa y las parroquias vecinas. Prisionero de Bermúdez cayó Cires en la acción del Consejo en mayo de 1821, y el caudillo republicano, que bien sabía la pérfida conducta de dicho jefe realista con el desgraciado Villarroel, lo puso a disposición del entonces vicepresidente de Venezuela general Carlos Soublette y fue pasado por las armas. 


por: Hernán Muñoz Villafuerte

miércoles, 3 de septiembre de 2014

COMBATE EN YAGUARAPARO


Sección Cumaná. Mariño contra  el comandante Francisco Jiménez, experimentado gladiador hispano del ejército de Morillo. En esta y casi todas las batallas de ese año,  participa   el coronel Antonio José de Sucre en el Estado Mayor,  que planifica, combate y decide las batallas al frente de la artillería y de su batallón de zapadores.  Ese mismo día Mariño emprende su marcha hacia Cumaná. En rápida acometida toman Rio Caribe y Carúpano, y Mariño  establece su cuartel general en Catuaro. 
Este pueblo, formado solo por españoles, es testigo de un hecho muy doloroso y que le costó la vida a muchos españoles.  En 1813 fue ejecutado en Yaguaraparo el comandante Bernardo Bermúdez hermano de José Francisco, por orden del coronel español Cerveriz. Tavera Acosta dice que la ejecución se hizo bajo un frondoso Totumo, en el cual Cerveriz sacrificó a muchos patriotas. Aún se recuerda en ese hermoso pueblo el totumo de Cerveriz.
No tenemos nada del comandante español Francisco Jiménez, pero sí del General en Jefe y Libertador de Oriuente,  Santiago Mariño, veamos un perfil de este patriota sin par:
Nace en El Valle del Espíritu Santo, en Margarita, Estado  Nueva Esparta, el 25 de julio de 1788.
Con 22 años de edad, a raíz de los sucesos del 19 de abril de 1810 fue a Trinidad en el desempeño de una comisión que le fuera encomendada por el Ayuntamiento de Cumaná ante el gobernador británico de la isla. Dos años después formó parte de la expedición que bajo las órdenes del coronel Manuel Villapol, salió de Cumaná con el encargo de dominar la insurrección surgida en la provincia de Guayana. Perdida la Primera República emigró a Trinidad y se une a varios patriotas que también huyeron de la tiranía reinante en la provincia de Cumaná;  en cuenta de la situación reinante en Venezuela con el gobierno del jefe español Domingo Monteverde, decide trasladarse al islote de Chacachacare, lugar donde se encontraba la hacienda de su hermana Concepción Mariño[]
Luego fue uno de los principales opositores de la separación de Venezuela de la Gran Colombia por parte de José Antonio Páez, fue presidente de Venezuela por un corto periodo de tiempo luego de encabezar la Revolución de las Reformas.
El 11 de enero de 1813, junto con 44 patriotas que habían emigrado con a Trinidad, constituyó una junta en la cual se discutió y decidió una ofensiva para liberar la provincia de Cumaná o Nueva Andalucía,  al oriente de Venezuela,  del dominio español; a tal fin organizo un ejército y se redactó el documento conocido como Acta de Chacachacare, redactada por el comandante de ingenieros  Antonio José de Sucre,  siguiendo las instrucciones  del general Santiago Mariño, jefe expedicionario, en su Cuartel General instalado en la  isla de Chacachacare,  al norte de la isla de Trinidad, colonia inglesa,  en una propiedad de su hermana Concepción Mariño, a la cual le correspondió toda la logística de la expedición; formaron el Estado Mayor: Francisco Azcue, José Francisco Bermúdez, Manuel Piar y Manuel Valdés.
Al día siguiente de la firma del acta, Mariño, con el grado de coronel,  con  sus oficiales y soldados, invadieron la provincia de Cumaná, y avanzó victorioso hasta la capital de la provincia. que en el curso de ocho  meses, afrentándose a mas de 8.000 hombres del ejercito realista, en diferentes combates, dieron como resultado la liberación de las provincias de Cumaná, Margarita y Barcelona.
En febrero de 1814, acudió con su ejército en auxilio de Bolívar, quien operaba en el centro y occidente del país. En La Victoria, después de haber derrotado en Bocachica al jefe realista José Tomás Boves, se entrevistaron Mariño y Bolívar el 5 de abril, para discutir los planes que desarrollarían los ejércitos de oriente y occidente respectivamente; de acuerdo con esto, marchó Mariño con 2.300 hombres[2] hacia San Carlos contra el brigadier José Cevallos, quien comandaba a 4.000 hombres,[] y [] fue derrotado por el jefe realista.
Después de esta derrota del jefe oriental se profundizan las diferencias entre Bolívar y Mariño, dice Rufino Blanco Fombona: “Pero la gran preocupación de Bolívar por el momento era Mariño no Boves; la preocupación política, no la preocupación militar.
La acción siguiente fue la primera batalla de Carabobo (28 de mayo) en la que Bolívar venció al mariscal de campo Juan Manuel Cajigal. De Carabobo, Mariño se dirigió al sitio de La Puerta donde junto a Bolívar hizo frente a José Tomás Boves con saldo desfavorable para los republicanos.   []
Caída la segunda república se fue con Bolívar a Cartagena, Jamaica y Haití. Participó en la primera expedición de Los Cayos y llegando a Venezuela fue nombrado segundo del Libertador. Inspiró el Congreso de Cariaco con José Cortés de Madariaga, en el cual se revivió el federalismo en Venezuela, lo que le ocasionó un choque con Bolívar que desautorizó dicho Congreso. Como diputado, Mariño representó la provincia de Cumaná en el segundo Congreso de Venezuela, reunido en Angostura el 15 de febrero de 1819, del cual tuvo la licencia para volver al ejército.
Ese mismo año, triunfó sobre el coronel Eugenio Arana en el combate de Cantaura; y mientras Bolívar operaba en la Nueva Granada tomó parte en el movimiento que desplazó a Francisco Antonio Zea de la vicepresidencia de la República. En su lugar fue nombrado el general en jefe Juan Bautista Arismendi, y Mariño quedó como comandante en jefe del ejército de oriente.
Una vez que Bolívar llegó a la ciudad de Angostura, Mariño fue destacado en el Estado Mayor. Posteriormente, el 30 de mayo de 1821 fue nombrado jefe del Estado Mayor General del Ejército Libertador, y con ese cargo combatió en la batalla de Carabobo (24 de junio). En 1824, fue designado en Caracas presidente del Consejo de Guerra de Oficiales Generales que debía juzgar la conducta del general de brigada Lino de Clemente en la pérdida de Maracaibo en 1823. En 1826 el Congreso de Colombia lo designó con el importante cargo de ministro y juez de la Alta Corte, función que no pudo ejercer al estallar en Venezuela el movimiento de La Cosiata, en la que fue uno de los principales dirigentes junto a José Antonio Páez.  [][]
El movimiento separatista de La Cosiata o revolución de los morrocoyes, estalló en Valencia el 30 de abril de 1826, fue el que llevó al poder al general Páez, desconociendo la Constitución, rechazando la unión de Venezuela a la Nueva Granada y al gobierno de Santander.
Como Intendente y Comandante general de Maturín se destacó en la separación de Venezuela y fue su representante ante los granadinos que dirigía el Mariscal Sucre en la reunión de Cúcuta de 1830.
Derrotado por el doctor José María Vargas en las elecciones presidenciales de 1834, dirigió la "Revolución de las Reformas" el 8 de julio de 1835 la cual tenía como objetivos establecer el fuero militar, la religión del Estado, reivindicar el nombre del Libertador Simón Bolívar y reconstruir la Gran Colombia. El 9 de julio de 1835 el Presidente Vargas y el Vicepresidente Navarte salieron desterrados a la Isla de Saint Thomas.
A pesar de que los miembros de la Junta Revolucionaria reconocerían al General Santiago Mariño como Jefe Supremo, hasta que se promulgase la nueva Constitución, los revolucionarios, en un intento por mantener el poder, también proclamaron a José Antonio Páez como Jefe Superior, y lo mismo hizo el expulsado presidente José María Vargas, cuando lo designa Jefe de Operaciones, constituido en árbitro. Páez decidió apoyar al Gobierno Constitucional, argumentando que: No vacilé pues en volar en defensa de la Constitución. En realidad, lo que hace es defender el poder que perdería con el triunfo de la revolución reformista, dirigida por su más serio opositor militar y político, pero ésta al final sucumbe y es derrotada por el propio general Paez. Mariño deja el poder y es expulsado a la Antillas. El doctor Vargas fue restituido en la primera magistratura el 20 de agosto de 1835 y continuó como Presidente de la República hasta abril de 1836, fecha en la que renunció irrevocablemente a dicho cargo.[7]
Mariño Regresó en 1848 y el presidente de la República José Tadeo Monagas,le encomienda la dirección del ejército para hacer frente al levantamiento en armas del general Páez, a raíz de los acontecimientos del 24 de enero de 1848, que derivaron en el asalto al Congreso por parte de Monagas.
Años después en 1853, fue reducido a prisión por su participación en la llamada Revolución de Mayo, la cual estalló la noche del 24 al 25 de mayo de dicho año, pero fue libertado tiempo después. Los últimos días de su existencia los pasó en La Victoria, retirado de las actividades públicas y políticas. Sus restos reposan en el Panteón Nacional desde el 29 de enero de 1877.
Bolívar reconoció en más de una ocasión la relevancia de Mariño para Venezuela.[8] Al igual que muchos personajes de la historia de Venezuela, estuvo vinculado a la masonería, siendo miembro de esta orden en grado 33
Mariño no solo merece los honores que se le han tributado, sino que él debe ser un ejemplo permanente de patriotismo y servicio a la patria. En el bronce estará siempre invicto este patriota inmortal.

Muere en La Victoria (Estado Aragua) el 4 de septiembre de 1854, fue uno de los grandes próceres de la Independencia de Venezuela.

por: Hernán Muñoz Villafuerte

martes, 2 de septiembre de 2014

GENERAL EN JEFE FRANCISCO DE ASÍS MEJÍA

EL DÍA HISTÓRICO.

(Como lo nombra  Alberto Sanabria) En esta fecha (2-09-1882) muere en Caracas, este formidable patriota.
El acucioso historiador y maestro Silverio González Varela, escribió un corto  perfil sobre él, dice: “Nació el General en Jefe Francisco Mejía, hijo natural de doña Concepción Mejía, de calidad distinguida, en 1798 en Marigüitar, en esa época parroquia foránea de Cumaná. Se crió y educó al arrimo de su tío presbítero don Francisco Mejía, cura entonces de dicha parroquia. Muy joven en 1813, incorporado como aspirante al ejército del General Santiago Mariño, asistió el 2 de agosto del mismo año, a la toma de la plaza de la ciudad de Cumaná, donde experimentó el 16 de octubre de 1814 en la Sabana del Salado la formidable derrota dada por Boves a Piar. En Juncal fue vencedor. Hallose en más de 36 combates y tres heridas recibió lidiando por la Independencia. Concurrió por Cumaná como Diputado Suplente, al Congreso Constituyente de Venezuela en 1830. Cultivó las letras, ocupó elevados cargos, obtuvo diploma de Libertador de Venezuela en 1819, el Busto del Libertador en 1827, el grado de General en Jefe en 1863 y el título de Ilustre Prócer en 1867. Anciano, pobre y digno murió en El Valle, parroquia foránea de Caracas en 1882, y sin débiles vacilaciones sostuvo en su larga existencia con cívica honradez, los luminosos principios de la bien entendida doctrina liberal. En 1902 publicamos en esta ciudad una noticia biográfica de este notable patriota.”
 EN 1997, ESCRIBÍ, POR ENCARGO DEL CORONEL CARLOS LUIS GRAU GIL, UN PRÓLOGO PARA SU BIOGRAFÍA, ESCRITA POR ILDEFONSO RIERA AGUINAGALDE. NUEVA EDICIÓN DEL MINISTERIO DE LA DEFENSA, QUE DICE:
          Hacer un prólogo para esta edición de la biografía o estudio histórico acerca de la personalidad del General en Jefe Francisco Mejía es una tarea comprometedora, primero porque las notas escritas sobre él, son escasas, y segundo porque hay mucho material que deberíamos estudiar y analizar, y, no lo tenemos en Cumaná; pero compromiso es compromiso, e intentaré, con lo que tengo en mi biblioteca, remontar este caudaloso río.
          Para tener una idea de este ciudadano esclarecido, debemos revisar y fundamentar cualquier juicio, en la obra y notas biográficas escritas por el relevante maestro cumanés Don Silverio González Varela, y tener muy en cuenta la biografía del héroe,  escrita sobre esa base, por  Ildefonso Riera Aginagalde
Dice don Silverio, que Francisco Mejía nació en Marigüitar, parroquia foránea de Cumaná, en el año de 1798, hijo natural de Concepción Mejía, y se educó bajo la protección de su tío materno el presbítero Francisco Mejía, el cual se esmeró para que su sobrino recibiera una buena educación, lo que se verá por los resultados. No se puede extrañar que este guerrero luego se dedicara al periodismo y escalara posiciones como la de Ministro de Guerra y Marina y ostentara el máximo grado militar de General en Jefe, y candidato a la Presidencia de la República.
Francisco Mejía acogió como modelo de su vida la recomendación que daba el Libertador: “Mi sentir es que, la libertad depende de las virtudes, de la moderación y del amor a la gloria del ciudadano que, por sus talentos y grandes acciones, adquiere la confianza de sus compatriotas y una grande influencia sobre ellos, si emplea estas ventajas solo en enseñarlos a ser libres,  dándoles el ejemplo del respeto y obediencia debida a las leyes, que aseguran los derechos de sus conciudadanos para que sean respetadas de todos”.
Aunque suene repetitivo incursionaré en detalles curriculares, que sé muy bien, luego encontraremos en los textos prologados, pero vistos de otra forma; veamos: Mejía entra en acción bajo la égida de Mariño, pundonoroso militar, altivo en exceso, conductor de firme y decidido carácter, que lo lleva a rivalizar con el Libertador. Bajo el mando de este héroe leyendario, participa a los 15 años,  en el bloqueo y toma de Cumaná, en 1813. No hay noticias de su actuación en esa campaña, pero no ha debido ser ignorada, puesto que se queda prestado servicios a la causa en la zona de guerra hasta 1814, y es noticia al participar en la aciaga Batalla de la Sabana del Salado, cuando el General Manuel Piar, en inferioridad de condiciones,  enfrentó a aquel terrible  gladiador que fue el general español José Tomás Rodríguez Boves. Este titán victorioso acuchilló a más de dos mil cumaneses, ríos de sangre vertieron entonces los más inocentes, la Cartago de América, fue llamada nuestra ciudad, al paso del furioso Cesar, que se cebó en las mujeres y los niños, cuenta su propio Vicario, que enturbiaron las cristalinas aguas del Manzanares, y no podemos menos que intuir las pesadillas de aquel soldado superior ante el martirio de su pueblo; pero su coraje no decae, y enseguida, lo encontramos en persecución del Asturiano temible hasta Urica, su  tumba al fin,  del  émulo de Atila; y, continuó luego batallando al lado del invencible “Ayax” venezolano, aquel guerrero inmortal que fue el General en Jefe José Francisco Bermúdez.
Las derrotas de 1814 no hicieron mella en él, pasó a las guerrillas de los llanos de Maturín, en conocimiento de las hazañas de José Tadeo Monagas, Jesús Barreto Ramírez, y otros audaces lanceros, que se batieron en mil escaramuzas contra las partidas realistas que fueron a su encuentro;  y también participa en guerrillas en las intrincadas faldas y montañas del majestuoso Turimiquire, comandadas por el genio guerrero del Coronel Domingo Montes, a quien los españoles llamaban “El Diablo”, y decían que las balas no lo herían, y cuyas hazañas son cantadas por nuestros trovadores. De tal suerte, este guerrero adolecente se destaca en 1816, cuando  forma parte del Estado Mayor de Mariño, acantonado en Catuaro; y después, en 1818, es segundo del General Antonio José de Sucre, Jefe De Estado Mayor de la División de Oriente,  que comanda el General José Francisco Bermúdez, y asedian la Plaza de Cumaná.
Pero su encuentro definitivo con su destino y la historia, lo alcanza después de adquirir una férrea disciplina, tras duro y diario batallar, dándole el frente a la muerte bajo el hálito de la gloria, cuando el 30 de mayo de 1818, el émulo del formidable “Ayax”, el General José Francisco Bermúdez, lo llama para que ocupe el cargo de Secretario de su Estado Mayor, y desde entonces, lo acompaña en las más extraordinarias acciones de guerra, en importantes y peligrosas misiones y en todas las campañas del gran jefe oriental, que es lo mismo que decir que en la biografía de Bermúdez, escrita por él,  se pinta de cuerpo entero.   
          Para conocer el carácter irreductible de Mejía, mencionaremos un pasaje de su actuación contra Páez, cuando el llanero era jefe todopoderoso en tiempos de la Gran Colombia; por aquellos tiempos se murmuraba, se comentaba que algunos partidos intentaban poner una corona en la cabeza de Bolívar, e imponer  a Colombia la Constitución Boliviana, redactada por el Libertador, eran rumores, pero que produjeron mucho malestar y profundas divisiones en el mundo político y militar del Departamento de Venezuela. Todo ello, además de muchos desaciertos de Páez en el gobierno; entonces Mejía inicia una vigorosa campaña de prensa en Cumaná, contra aquel estado de cosas. Páez alarmado y engreído envía al General Francisco Carabaño, otro insigne Cumanés, para arrestar al general Mejía y llevarlo ante Páez en Caracas. Mejía, no acepta ir en calidad de prisionero, pero se trasladó bajo palabra, y se entrevistó con Páez, que le da explicaciones, Mejía  se da cuenta de la terrible situación por la que atraviesa la Gran Nación, obra cumbre del Libertador, que costó tantos años de sacrificio,  y no solo acepta a Páez, sino que también se incorpora al trabajo político de recuperar la confianza en el Libertador, y en la unión de la Gran Patria;  entonces se traslada a Margarita y Cumaná,  para trabajar en favor de concederle al Libertador por tiempo limitado,  el poder total y dictatorial de la Gran Colombia. Cumple al lado del General Bartolomé Salóm, su delicada misión con la dignidad que siempre observó y por la cual fue dignificado. No fue fácil la labor en esta zona oriental que aspiraba la separación del poder central, pero una vez más el egregio soldado supo cumplir con las obligaciones contraídas. 
          Mejía es Bermúdez redivivo. Después de la muerte del gran Jefe cariaqueño, asesinado en Cumaná en 1831, libera su alma y comienza a caminar con el vestido que se había confeccionado al lado del invencible Bermúdez. Llamado el “Ayax” de los Libertadores,  por otro cumanés,  J. A. Cova. Entonces Mejía era representante de la provincia de Cumaná en el Congreso Constituyente de 1830 y se estrena en el campo de las grandes biografías históricas. Este libro, cuyo prólogo me fue encomendado, lo eleva en ese otro campo de la cultura, la historiografía, y nos obliga a su estudio, sin él la pátina del tiempo lo hubiera borrado y perdido el rastro de aquel pulcro soldado que solo aspiró en la vida cumplir con su pueblo dentro de las limitaciones de la jerarquía militar.
J. A. Cova, se pregunta: “¿Dónde está ahora el Áyax oriental? Con su sable va abriendo brechas por las enmarañadas montañas del Tigre. Su esclavina hecha girones es un remedo del desastre que va dejando a sus espaldas.  Por los caños pantanosas de Guiria, en lucha abierta contra la naturaleza inclemente va a salir a las costas de Paria,  para desafiar de nuevo la adversidad  entre los muros humeantes de Cartagena de Indias. Troya de América, que nuevamente lo empuja al mar a pastorear las tormentas que va arrastrando su vida cual si fuera un personaje de Esquilo”.
Para conocer el alma de Francisco Mejía, oigámoslo llorar la muerte de Bermúdez: “Adonde está el héroe con quien deba compararte, invicto Bermúdez? Adonde? Quien sino Marte mismo podrá disputarte la intrepidez y el valor? ¡Oh memoria fatal! Tú bañas mis mejillas con copiosas lágrimas y el más intenso dolor embarga mis sentidos! ¡Oh Bermúdez infortunado! ¡Tú has muerto!  Tú reposas en la mansión eterna pero tú vivirás siempre en el corazón de tus compatriotas y de tus amigos. El mío alimentado con el sentimiento del más puro reconocimiento no te olvidará jamás. Sobre la fría losa en que yaces, allí lo juro secretamente”.

En 1835 el incansable soldado participa en la Revolución de las Reformas al lado de Santiago Mariño. Derrotado, elije el exilio. Regresa a su Patria y otra vez va al Congreso representado a Cumaná; pero al poco tiempo vuelve a vestirse de soldado y acompaña como Jefe de Estado Mayor a su antiguo camarada de las guerrillas de 1814, el General en Jefe José Tadeo Monagas, y al triunfar se establece en Caracas en forma definitiva. Se dedica a escribir y es llamado para ejercer cargos importantes como el de Juez de Primera Instancia, Jefe de Estado Mayor y Ministro de Guerra y Marina. Luego de aquella magnífica hoja de servicios, en 1863, a los 66 años, después de rechazar la candidatura a la Presidencia de la Republica, lleno de merecimientos por sus servicios a La Patria, el Mariscal Juan Crisóstomo Falcón, le dio el grado de General en Jefe, grado éste con el cual es reconocido por la historia. 

por: Ramón Badaracco

Noticias Biográficas del patriota cumanés General Don Francisco Mejia - por: Jose Silverio González Varela




Noticias Biográficas del patriota cumanés General Don Francisco Mejia -
por: Jose Silverio González Varela

Fuente original: Harvard University - Collection Development Department, Widener Library, HCL / Gonzalez Varela, Jose Silverio. Noticia biografica del patriota cumanes general don Francisco Mejia. Cumana : Tip. Comercio, C.M. Rodriguez, 1902.

Biblioteca personal: Rommel J. Contrreas G.

GENERAL EN JEFE FRANCISCO DE ASÍS MEJÍA

(Como lo nombra  Alberto Sanabria) En esta fecha muere en Caracas, este formidable patriota.
El acucioso historiador y maestro Silverio González Varela, escribió un corto  perfil sobre él, dice: 
“Nació el General en Jefe Francisco Mejía, hijo natural de doña Concepción Mejía, de calidad distinguida, en 1798 en Marigüitar, en esa época parroquia foránea de Cumaná. Se crió y educó al arrimo de su tío presbítero don Francisco Mejía, cura entonces de dicha parroquia. Muy joven en 1813, incorporado como aspirante al ejército del General Santiago Mariño, asistió el 2 de agosto del mismo año, a la toma de la plaza de la ciudad de Cumaná, donde experimentó el 16 de octubre de 1814 en la Sabana del Salado la formidable derrota dada por Boves a Piar. En Juncal fue vencedor. Hallose en más de 36 combates y tres heridas recibió lidiando por la Independencia. Concurrió por Cumaná como Diputado Suplente, al Congreso Constituyente de Venezuela en 1830. Cultivó las letras, ocupó elevados cargos, obtuvo diploma de Libertador de Venezuela en 1819, el Busto del Libertador en 1827, el grado de General en Jefe en 1863 y el título de Ilustre Prócer en 1867. Anciano, pobre y digno murió en El Valle, parroquia foránea de Caracas en 1882, y sin débiles vacilaciones sostuvo en su larga existencia con cívica honradez, los luminosos principios de la bien entendida doctrina liberal. En 1902 publicamos en esta ciudad una noticia biográfica de este notable patriota.”
          EN 1997, ESCRIBÍ, POR ENCARGO DEL CORONEL CARLOS LUIS GRAU GIL, UN PRÓLOGO PARA SU BIOGRAFÍA, ESCRITA POR ILDEFONSO RIERA AGUINAGALDE. NUEVA EDICIÓN DEL MINISTERIO DE LA DEFENSA, QUE DICE:
          Hacer un prólogo para esta edición de la biografía o estudio histórico acerca de la personalidad del General en Jefe Francisco Mejía es una tarea comprometedora, primero porque las notas escritas sobre él, son escasas, y segundo porque hay mucho material que deberíamos estudiar y analizar, y, no lo tenemos en Cumaná; pero compromiso es compromiso, e intentaré, con lo que tengo en mi biblioteca, remontar este caudaloso río.
          Para tener una idea de este ciudadano esclarecido, debemos revisar y fundamentar cualquier juicio, en la obra y notas biográficas escritas por el relevante maestro cumanés Don Silverio González Varela, y tener muy en cuenta la biografía del héroe,  escrita sobre esa base, por  Ildefonso Riera Aginagalde
Dice don Silverio, que Francisco Mejía nació en Marigüitar, parroquia foránea de Cumaná, en el año de 1798, hijo natural de Concepción Mejía, y se educó bajo la protección de su tío materno el presbítero Francisco Mejía, el cual se esmeró para que su sobrino recibiera una buena educación, lo que se verá por los resultados. No se puede extrañar que este guerrero luego se dedicara al periodismo y escalara posiciones como la de Ministro de Guerra y Marina y ostentara el máximo grado militar de General en Jefe, y candidato a la Presidencia de la República.
Francisco Mejía acogió como modelo de su vida la recomendación que daba el Libertador: “Mi sentir es que, la libertad depende de las virtudes, de la moderación y del amor a la gloria del ciudadano que, por sus talentos y grandes acciones, adquiere la confianza de sus compatriotas y una grande influencia sobre ellos, si emplea estas ventajas solo en enseñarlos a ser libres,  dándoles el ejemplo del respeto y obediencia debida a las leyes, que aseguran los derechos de sus conciudadanos para que sean respetadas de todos”.
Aunque suene repetitivo incursionaré en detalles curriculares, que sé muy bien, luego encontraremos en los textos prologados, pero vistos de otra forma; veamos:  Mejía entra en acción bajo la égida de Mariño, pundonoroso militar, altivo en exceso, conductor de firme y decidido carácter, que lo lleva a rivalizar con el Libertador. Bajo el mando de este héroe leyendario, participa a los 15 años,  en el bloqueo y toma de Cumaná, en 1813. No hay noticias de su actuación en esa campaña, pero no ha debido ser ignorada, puesto que se queda prestado servicios a la causa en la zona de guerra hasta 1814, y es noticia al participar en la aciaga Batalla de la Sabana del Salado, cuando el General Manuel Piar, en inferioridad de condiciones,  enfrentó a aquel terrible  gladiador que fue el general español José Tomás Rodríguez Boves. Este titán victorioso acuchilló a más de dos mil cumaneses, ríos de sangre vertieron entonces los más inocentes, la Cartago de América, fue llamada nuestra ciudad, al paso del furioso Cesar, que se cebó en las mujeres y los niños, cuenta su propio Vicario, que enturbiaron las cristalinas aguas del Manzanares, y no podemos menos que intuir las pesadillas de aquel soldado superior ante el martirio de su pueblo; pero su coraje no decae, y enseguida, lo encontramos en persecución del Asturiano temible hasta Urica, su  tumba al fin,  del  émulo de Atila; y, continuó luego batallando al lado del invencible “Ayax” venezolano, aquel guerrero inmortal que fue el General en Jefe José Francisco Bermúdez.
Las derrotas de 1814 no hicieron mella en él, pasó a las guerrillas de los llanos de Maturín, en conocimiento de las hazañas de José Tadeo Monagas, Jesús Barreto Ramírez, y otros audaces lanceros, que se batieron en mil escaramuzas contra las partidas realistas que fueron a su encuentro;  y también participa en guerrillas en las intrincadas faldas y montañas del majestuoso Turimiquire, comandadas por el genio guerrero del Coronel Domingo Montes, a quien los españoles llamaban “El Diablo”, y decían que las balas no lo herían, y cuyas hazañas son cantadas por nuestros trovadores. De tal suerte, este guerrero adolecente se destaca en 1816, cuando  forma parte del Estado Mayor de Mariño, acantonado en Catuaro; y después, en 1818, es segundo del General Antonio José de Sucre, Jefe De Estado Mayor de la División de Oriente,  que comanda el General José Francisco Bermúdez, y asedian la Plaza de Cumaná.
Pero su encuentro definitivo con su destino y la historia, lo alcanza después de adquirir una férrea disciplina, tras duro y diario batallar, dándole el frente a la muerte bajo el hálito de la gloria, cuando el 30 de mayo de 1818, el émulo del formidable “Ayax”, el General José Francisco Bermúdez, lo llama para que ocupe el cargo de Secretario de su Estado Mayor, y desde entonces, lo acompaña en las más extraordinarias acciones de guerra, en importantes y peligrosas misiones y en todas las campañas del gran jefe oriental, que es lo mismo que decir que en la biografía de Bermúdez, escrita por él,  se pinta de cuerpo entero.   
          Para conocer el carácter irreductible de Mejía, mencionaremos un pasaje de su actuación contra Páez, cuando el llanero era jefe todopoderoso en tiempos de la Gran Colombia; por aquellos tiempos se murmuraba, se comentaba que algunos partidos intentaban poner una corona en la cabeza de Bolívar, e imponer  a Colombia la Constitución Boliviana, redactada por el Libertador, eran rumores, pero que produjeron mucho malestar y profundas divisiones en el mundo político y militar del Departamento de Venezuela. Todo ello, además de muchos desaciertos de Páez en el gobierno; entonces Mejía inicia una vigorosa campaña de prensa en Cumaná, contra aquel estado de cosas. Páez alarmado y engreído envía al General Francisco Carabaño, otro insigne Cumanés, para arrestar al general Mejía y llevarlo ante Páez en Caracas. Mejía, no acepta ir en calidad de prisionero, pero se trasladó bajo palabra, y se entrevistó con Páez, que le da explicaciones, Mejía  se da cuenta de la terrible situación por la que atraviesa la Gran Nación, obra cumbre del Libertador, que costó tantos años de sacrificio,  y no solo acepta a Páez, sino que también se incorpora al trabajo político de recuperar la confianza en el Libertador, y en la unión de la Gran Patria;  entonces se traslada a Margarita y Cumaná,  para trabajar en favor de concederle al Libertador por tiempo limitado,  el poder total y dictatorial de la Gran Colombia. Cumple al lado del General Bartolomé Salóm, su delicada misión con la dignidad que siempre observó y por la cual fue dignificado. No fue fácil la labor en esta zona oriental que aspiraba la separación del poder central, pero una vez más el egregio soldado supo cumplir con las obligaciones contraídas. 
          Mejía es Bermúdez redivivo. Después de la muerte del gran Jefe cariaqueño, asesinado en Cumaná en 1831, libera su alma y comienza a caminar con el vestido que se había confeccionado al lado del invencible Bermúdez. Llamado el “Ayax” de los Libertadores,  por otro cumanés,  J. A. Cova. Entonces Mejía era representante de la provincia de Cumaná en el Congreso Constituyente de 1830 y se estrena en el campo de las grandes biografías históricas. Este libro, cuyo prólogo me fue encomendado, lo eleva en ese otro campo de la cultura, la historiografía, y nos obliga a su estudio, sin él la pátina del tiempo lo hubiera borrado y perdido el rastro de aquel pulcro soldado que solo aspiró en la vida cumplir con su pueblo dentro de las limitaciones de la jerarquía militar.
J. A. Cova, se pregunta: “¿Dónde está ahora el Áyax oriental? Con su sable va abriendo brechas por las enmarañadas montañas del Tigre. Su esclavina hecha girones es un remedo del desastre que va dejando a sus espaldas.  Por los caños pantanosas de Güiria, en lucha abierta contra la naturaleza inclemente va a salir a las costas de Paria,  para desafiar de nuevo la adversidad  entre los muros humeantes de Cartagena de Indias. Troya de América, que nuevamente lo empuja al mar a pastorear las tormentas que va arrastrando su vida cual si fuera un personaje de Esquilo”.
Para conocer el alma de Francisco Mejía, oigámoslo llorar la muerte de Bermúdez: “Adonde está el héroe con quien deba compararte, invicto Bermúdez? Adonde? Quien sino Marte mismo podrá disputarte la intrepidez y el valor? ¡Oh memoria fatal! Tu bañas mis mejillas con copiosas lágrimas y el más intenso dolor embarga mis sentidos! ¡Oh Bermúdez infortunado! ¡Tú has muerto!  Tú reposas en la mansión eterna pero tú vivirás siempre en el corazón de tus compatriotas y de tus amigos. El mío alimentado con el sentimiento del más puro reconocimiento no te olvidará jamás. Sobre la fría losa en que yaces, allí lo juro secretamente”.

En 1835 el incansable soldado participa en la Revolución de las Reformas al lado de Santiago Mariño. Derrotado elije el exilio. Regresa a su Patria y otra vez va al Congreso representado a Cumaná; pero al poco tiempo vuelve a vestirse de soldado y acompaña como Jefe de Estado Mayor a su antiguo camarada de las guerrillas de 1814, el General en Jefe José Tadeo Monagas, y al triunfar se establece en Caracas en forma definitiva. Se dedica a escribir y es llamado para ejercer cargos importantes como el de Juez de Primera Instancia, Jefe de Estado Mayor y Ministro de Guerra y Marina. Luego de aquella magnífica hoja de servicios, en 1863, a los 66 años, después de rechazar la candidatura a la Presidencia de la Republica, lleno de merecimientos por sus servicios a La Patria, el Mariscal Juan Crisóstomo Falcón, le dio el grado de General en Jefe, grado este con el cual es reconocido por la historia. 

por: Hernán Muñoz Villafuerte