domingo, 25 de octubre de 2020

Bello y Cumaná

don_Andres_Bello__Foto original de Don Andrés Bello. Biblioteca del Congreso Nacional de Chile

Bartolomé Bello, padre de Andrés Bello, vivió en Cumaná, donde ejerció la Fiscalía de Hacienda y Renta del Tabaco, desde 1789 hasta su muerte en 1804. En la Cumaná de hoy, una placa colocada en el llamado Pasaje Bartolomé Bello indica que allí estuvo la casa familiar del distinguido funcionario.

 La pregunta obligada es: ¿vivió Andrés Bello en Cumaná? Generalmente se dice que Andrés Bello nació y vivió en la casa de su abuelo el pintor y escultor don Juan Pedro López. La cronología de Bello, elaborada por Oscar Sambrano Urdaneta para el homenaje que la Universidad Central ofreciera al insigne caraqueño con motivo del Bicentenario de su nacimiento, deja entrever que Bello seguramente vivió poco tiempo en Cumaná, o a lo sumo haría cortas visitas, tal vez, en algunos periodos de vacaciones. 

Hay, sin embargo, dos hechos que ligan a Andrés Bello con Cumaná. La referencia poética al rio Manzanares, que Bello incluye en su poema “Alocución a la Poesía”, y su mención a un amor juvenil con María Josefa Sucre, hermana del futuro Gran Mariscal de Ayacucho. Ambos hechos sugieren una permanencia significativa de Sucre en Cumaná, tal vez una estadía más prolongada que una fugaz visita vacacional. Todavía, al morir su padre, el 25 de julio de 1804, se hace mención a una petición de ayuda de su madre a las autoridades españolas, documento redactado, según Pedro Grases por Bello y fechado en Cumaná (17 de septiembre de 1804). ¿Vivía Bello entonces en Cumaná, o simplemente se encontraba en Cumaná con motivo de la muerte de su padre? 

Veamos un poco las fechas. 

De 1781, fecha de su nacimiento a 1789, en que su padre se traslada a Cumaná, trascurren 8 años de la vida de Bello, su niñez. De 1789 a 1804, año de la muerte de su padre, pasan 15 años, y Bello alcanza los 23 años de su edad. Pero en 1797, a sus 16, Bello ingresa a la Universidad central, y concluye como Bachiller en Artes, en 1800, cuando comienza derecho y medicina, simultáneamente, sin concluir sus estudios, y desde entonces estará definitivamente en Caracas. Pudiera pensarse que Bello tuviera permanencia en Cumaná entre sus ocho y diez y seis años. 

Pero Sambrano Urdaneta resalta que Bello ingresa en 1787, el mismo año de la muerte de su abuelo, a la escuela de primeras letras de Don Ramón Valostan, al igual que otros niños, que tendrán luego relevante actuación en la lucha por la independencia. ¿Significa entonces que Bello no vendría con su familia a vivir en Cumaná? ¿Quedaría al cuidado de algún familiar, o del padre Cristóbal de Quesada, su maestro, y principal ductor en latín? En verdad, ¿sólo vendría en tiempo de vacaciones? Todo parece señalarlo así. Pero en todo caso, sus esporádicas visitas a Cumaná tienen, sin duda, gran significación para su formación de venezolano. 

Hemos de pensar, que como cualquier muchacho en su época disfrutó de las delicias del río Manzanares, de la misma manera que en el Catuche y Anauco de su residencia caraqueña: baños, natación, paseos por sus riberas, como para siempre tenerlo en el recuerdo, e incluirlo años después en su poesía, cuando ya vivía en Londres. En “Alocución a la Poesía” se lee: “Despierte (0h Musa, tiempo es ya) despierte/ algún sublime ingenio, que levante/el vuelo a tan espléndido sujeto,/y que de Popayán los hechos cante/y de la no inferior Barquisimeto,/ y del pueblo también(Cumaná, nota de Bello) cuyos hogares/a sus orillas mira el Manzanares;/no el de ondas pobre y de verdura exhausto,/que de la regia corte sufre el fausto,/y de su servidumbre está orgulloso,/mas que el de aguas bellas abundoso,/como su gente lo es de bellas almas,/del cielo en su cristal sereno, pinta/el puro azul, corriendo entre las palmas/de esta y aquella deliciosa quinta;/ (O. C. tomo I, p. 51). 

En el momento de la atracción amorosa posa su mirada en María Josefa Sucre, hecho conocido y referido en la tradición de amigos y familiares, y al que el mismo Bello hace mención. Enrique Planchart en su artículo intitulado “Bello, Arístides Rojas y la familia Loynaz”, presentado en fragmento por Pedro Grases en su “Antología del Bellismo en Venezuela” (Monte Ávila Editores, Caracas, 1981, p.281) recoge el recuerdo de Miguel Luis Amunátegui, cuando Andrés Bello le refirió sobre su primer amor, en Cumaná: “una niña de grandes ojos negros, de espíritu vivaz e inquieto, hábil en toda clase de labores y aficionada a componer versos, quien despertó aquel sentimiento; se llamaba María Josefa y era hermana del que fue luego Gran Mariscal de Ayacucho. Estuve profundamente enamorado, decía el maestro; pero una terrible desgracia nos separó. La niña tenía un hermano recluido en el hospital de San Lázaro y a ella también la hirió la enfermedad. La distancia y las calamidades de la guerra no me han permitido saber más de su suerte”. 

Según refiere Planchart en la transcripción de los recuerdos de los hermanos Loynaz, María Josefa Sucre enfermó, en verdad, pero no de lázaro, como erróneamente supo Bello, sino de una especie de parálisis del brazo derecho, como consecuencia de lavarse manos y cara después de planchar. María Josefa Sucre murió en un naufragio de La Habana a San Thomas, en travesía hacia Cumaná, en el mes de diciembre de 1821. Los Loynaz, según Planchart, mencionan un soneto de Bello a una amiga, tal vez María Josefa: “¡Adiós, oh Musa, que mi encanto fuiste!/ ¡Adiós amiga de mi edad ardiente!/La mano del dolor quebró mi lira”. / (Óp. Cit. p. 285). 

Un rasgo significativo de Bello es su condición de nostálgico. A lo largo de su existencia, siempre dio lugar a la expresión de la nostalgia, por personas, lugares y momentos importantes de su vida. No es por tanto extraño que en sus recuerdos siempre tuvieran lugar, además de sus familiares y amigos, y el terruño, su primer amor, y sus travesuras y deleites por las riberas del río cumanés.


Prof. Gilberto J. López (escrito del 20 dic. 2016)

VicePresidente de la Academia de la Geo Historia del Estado Sucre (☩Fallecido)


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miércoles, 21 de octubre de 2020

SILENCIO YO SOY EL QUE PUEDE HABLAR

 RECORDATORIO DE CULTOR POPULAR JUAN JIMÉNEZ


"SILENCIO YO SOY EL QUE PUEDE HABLAR”: ...Yo trabajé usando la caña para sacar papelón en el mismo trapiche, conocí las pailas y los alambiques haciendo ron. Pero me huía. Yo atravesaba las serranías del Turimiquire y me iba cimarroneando hasta Caripe del Guacharo...” Trabajé en la tierra y trabajé en el mar porque me gustaba andar embarcando. Yo pienso que si me hubiera quedado en Punta Araya, que fuera de mí, si me hubiera devorado un pez o si fuera un gran marino o un gran cocinero de una embarcación, o quizás hubiera aprendido a gobernar un timón para huirme por todos esos mares, porque yo siempre fui un huido...” Yo lleve mucho látigo, me daban con el chicote que era un cabo de pita, un látigo, y yo lo que hacía era huir cuando era un niño, y me fui quedando por ahí, sin tener con quien contar, me fui quedando solo, igual me quedaba en los lugares de sacar las perlas que en los lugares de sacar la sal o en las rancherías de los pescadores sacando pescado, siempre algo hacía, en otras partes vendía leña, vendía leche de cabra, vendía una botellita que llamaban conga, huía de un lugar a otro para que no me encontraran, porque me buscaban como medio real para darme látigo y castigarme en los espinerales, en los cardonales, tumbando leña en los montes. Así fui aprendiendo a vivir con el recuerdo de mi raza, de mi mama Nieves Jiménez que era una negra parranderísima, una mujer empantalonada que se mudaba para los bailes, para los velorios, que luchaba, que jugaba la maluca...”“....Yo siempre he vivido con esos recuerdos y con la imagen de mi otra abuela llamada Clemencia Vallejo, que era una negra cantadora, una negra cuadrada, negra bien negra de un pelo bien chiquitico llenos de nudos en su cabeza, de allí viene mi raza que me trajo a nacer a Tataracual, bien lejos de las costas, porque de esas costas de no sé de donde, llego mi papá Antero Vallejo, que era un gigante de hombre, era un negro de verdad, venía de esas costas de Paria, dicen que había nacido entre Guiria y Trinidad, de por ahí de afuera de esas costas era él. Murió en Los Bordones y lo enterraron por las playas de San Luis, por ahí donde había un cementerio cerca de una laguna llamada Pozo de Caimán, pero vivió en todas partes y tuvo una cuadrilla de hijos porque fue un hombre mujeriego. La mía fue una raza que también nació para eso y para dar hombres de verdad y mi papá no encontró hombre que le pegara, los hombres sabían que Antero Vallejo no era hombre para ellos, había hombres que salían a buscarlo para malograrlo, sin saber que desde ese momento estaban en el otro mundo, porque mi papá tenía los secretos de esta raza grande de nosotros...” “...Yo no encontré músico que me regañara, porque cuando este negro Juan Jiménez cantaba, no cantaba más nadie y por eso me quisieron matar por la garganta, porque yo era un trueno, porque no había quien me aguantara estos pulmones, esta caja en el pecho de Juan Jiménez. Las maracas se reventaban, el bandolín agonizaba, el acordeón se paraba en medio del joropo y yo seguía el canto como la primera vez, siempre al compás, sin pelarme en una sola palabra, eso llaman el cantor, pero este Juan Jiménez que ahora usted ve aquí eschavetado no es ni la sombra. Ya las palabras me vienen como si me van a ahogar, silencio, callen la boca, yo soy el que puedo hablar...”

(Cada 21 de Octubre se cumplen años de la desaparición física del cultor popular Juan Jiménez, murió en Cumaná, el 21 de octubre de 1981.)


por:  JUAN JIMÉNEZ

(Fuente: Benito Irady)

domingo, 4 de octubre de 2020

Para que no te agarren desprevenido, ni mucho menos se te pegue “El Bicho”.

San Luis Viejo
San Luis Viejo, final siglo XIX

La historia del Oriente de Venezuela, es un oasis de descubrimientos, algunos menos importantes y otros superlativos; pero otros han permanecido olvidados en rincones históricos, sin darle ninguna importancia, por ejemplo: el caso que recojo en este corto sobre “El Bicho”.


La primera referencia de este mal e incómodo padecimiento, la conocí leyendo las interesantes memorias de un oficial del ejército español, que, por su singularidad, cito:

“El día 23 [abril] llegamos á Cumaná, donde desembarcó el regimiento de Barbastro y parte de los dragones de la Unión. El 27 tuve el gusto de pasar á ver á mi hermano Manuel, que había sido nombrado capitán de aquel puerto: juntos fuimos á saludar al tío Pascual. El mismo día me entró un malestar general: me dolían todos los huesos; sentía en mi cabeza una especie de mareo, y á las pocas horas experimenté una fiebre intensa. Mi tío y hermano se alarmaron, porque creyeron que tenía el vómito. Pero la patrona, señora anciana y entendida, les manifestó que yo tenía una enfermedad muy conocida en el país con el nombre de bicho, la cual consumía en breves días al paciente, si á tiempo no se la curaba por los medios, bastante brutales, que ella indicó. A ellos me sometí, y al siguiente día me encontraba mucho mejor; estaba débil y estropeado, pero con unas ganas de comer extraordinarias. El 29 me despedí de mi hermano y regresé á bordo, en donde mis compañeros se asombraron de verme tan pálido y extenuado en un día de enfermedad. Enterados del mal y de la receta, de la que los limones formaban la base, se proveyeron de gran cantidad de ellos por si les atacaba el bicho. Nos dimos á la vela el 3 de Mayo para La Guaira, que está á 45 leguas, habiendo llegado toda la escuadra el 6, por la noche, sin novedad.” (Sevilla, 1925, pág. 45)

Ese extraño padecimiento, reportado en Cumaná, fue traído a la América por los nativos que fueron cazados y esclavizados en la madre África; quizás de Angola y Mozambique. La enfermedad de El Bicho, se manifiesta por afección febril caracterizada por una rectitis con relajación del esfínter anal y a veces prolapso del recto, en mayor o menor grado. (Rodríguez Montes, 2011-2012). En el período colonial, todos conocían ese padecimiento, como bien lo reporta el teniente Rafael Sevilla quien formó parte de la expedición de Pablo Morillo (el “pacificador”) en abril de 1815, cuando como invasor llega a Cumaná; la Nueva Andalucía, el oriente de Venezuela. También se conoció antiguamente como “bicho del trasero, a consecuencia de los pujos (llamados persas); resultado crónico de la disentería; afirmase que lo transportaron desde Angola los negros” (Virrey, 1846).

El padecimiento de El Bicho, se hizo endémico en el oriente venezolano, y fue reportado su presencia y maleficencia hasta más allá de la medianía del siglo XX, como bien se explica el entrevistado en esta singular referencia:

“Cuando yo tenía como 9 o 10 años, … vivía por el barrio San Luis de Cumaná, frente a la playa un poco más acá de Los Uveros: muchos de los muchachos sufríamos de ese mal y las viejitas decían que era “Bicho” de tanto coger sol o que nos sentábamos en el suelo caliente; eran unas fiebres verdaderamente feísimas. Porque nosotros nos manteníamos cazando tigüi-tigüe (poniéndoles cerditas) en las aguas cercanas al aeropuerto. Se padecía mucho, siendo jóvenes de eso, y recuerdo el nombre de la Sra. Modesta Andrade (una matrona familia de pescadores; que era la única que curaba eso), que hacía la cura asando el limón y le metían eso pedazos de limón caliente a los enfermos por el ano. Al otro día, a uno se le quitaba la fiebre y el malestar; ya uno estaba parado. Aquí en Cumaná se padeció bastante de «Bicho», sobre todo en la zona de San Luis.” (Betancourt, 2020)

Esa afección igual fue conocida en las islas caribeñas y en el Brasil, donde la denominaban “Maculo”. Todos los campesinos de esas zonas sabían tratar al El Bicho, "...siendo el método más empleado por ellos la aplicación de enemas de limón y hollín espolvoreado por fuera e introducido al interior del recto a modo de tapón de dicho órgano. En algunas regiones es de uso popular hacer bolitas con hojas de fregosa machacadas e impregnadas de jugo de limón e introducirlas en el recto"(Rodríguez Montes, 2011-2012); al parecer además de las bondades curativas vegetales, convenía inflamar el ano para mantenerlo cerrado.

Así que por extraño y brutal que parezca, enema o tapones rectales, o limones ardientes completos o en trozos introducidos en el ano, era la única cura conocida para aquella extraña y mortal enfermedad.


Por: Rommel Contreras; día 5 del décimo mes del Covid-19


Trabajos citados

Betancourt, R. (5 de 10 de 2020). La enfermedad de El Bicho. (R. Contreras, Entrevistador)

Rodríguez Montes, J. (2011-2012). Historia de la Proctología. (págs. 23-41). Malaga: Boletín de la Academia Malagueña de Ciencias.

Sevilla, R. (1925). La Guerra de América - Memorias de un Oficial del Ejército Español. Campaña contra Bolívar y los separatistas de América. Madrid: Editorial - América.

Virrey, J. J. (1846). Historia natural del género humano. Barcelona: Juan Olivares.



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jueves, 21 de noviembre de 2019

Sucre: “tierra de gracia”


El reconocimiento de Cumaná como “Primogénita del Continente americano” ha sido muy polémico entre historiadores dedicados a indagar sobre el tema de las ciudades a lo largo de la geografía hispanoamericana. Muchas poblaciones fueron creadas y la mayoría desaparecieron en el tiempo. Vale recordar que las primeras zonas encontradas y pobladas por los conquistadores españoles fueron las islas de Guanahaní en 1492 (en las Bahamas) y la bautizan como San Salvador, también está la isla de Juana (hoy Cuba) y la Española (Se conoce actualmente como Haití y Santo Domingo). Otras ciudades se han disputado en algún momento la primogenitura continental americana, en este caso la ciudad de Coro, Maracaibo, Veracruz en México, Panamá, Darién, Acla, etcétera.

Nueva Cádiz fue el nombre con que bautizaron a Cubagua, tras convertirse en el centro de extracción perlera más importante de la región y su dependencia de Cumaná fue permanente,  la provisión de alimentos era obtenida en tierra firme, el río Manzanares proporcionaba el agua dulce.

Cumaná desde un principio fue considerada el lugar ideal para  las misiones  fundantes. Fray Francisco Córdova y Juan Garcés fueron las primeras víctimas de las respuestas violentas de los indígenas ante los secuestros perpetrados por algunos españoles  a la familia del cacique don Alonzo llamado Kawuaná en lengua caribe, quien junto a varios de sus familiares incluyendo mujer e hijos fueron vendidos como esclavos. 

Ante esa situación, envían a Gonzalo de Ocampo y Jácome de Castellón a pacificar y consolidar el poblamiento de lo que se llamaría Cumaná. Nueva Toledo y Nueva Córdova, fueron los nombres con que ambos conquistadores en 1521 y 1523 respectivamente bautizan la futura ciudad cumanesa. Legalmente para el reino de España, la fundación de Cumaná se realiza en 1569, cuando le conceden a Diego Fernández de Zerpa la capitulación para que gobernara la provincia de Nueva Andalucía cuya capital fue Cumaná.

El nombre de Cumaná
Cumaná ha sido una ciudad de contrastes y la polémica por el origen de su nombre aún persiste, no hay un acuerdo sólido ni en la memoria histórica ni colectiva, hay una respuesta clara del asunto. Henry Pittier, naturalista Suizo estableció que Cumaná significaba “turnera”; una flor.

Anick López, investigador de lenguas indígenas y profesor universitario (UDO), llegó a la conclusión que Cumaná proviene del idioma Arawak “rio grande sagrado”.

También en el reciente libro en homenaje a los quinientos años de Cumaná titulado: Cumaná 500 años una historia ilustrada, elaborado por los historiadores y miembros de la Academia de la Geohistoria del Estado Sucre: Profesores Rommel Contreras, Luis Germán Pérez, Iraidé Cotoret y   el sacerdote Alexander Castro, en el artículo firmado por el geográfo Luis Germán Pérez, sostiene que Cumaná deviene de la fito-toponimia “turnera” una flor que se ha establecido como única de esta zona semiárida cumanesa.

Se ha establecido como fecha de fundación de Cumaná, el 27 de noviembre de 1515 por la labor de los misioneros franciscanos y dominicos, aunque una vez establecidos en esta zona, los franciscanos se quedaron en Cumaná y los dominicos en Chiribichí o zona de santa fe. Fray Pedro de Córdoba hace un pacto con el cacique Kawuaná o Don Alonzo y se consolida la población aunque luego suceden  los eventos mencionados al comienzo de este escrito. 

Cristóbal colón por su formación católica y muy creyente de los preceptos bíblicos , al tener noticias del esplendor y belleza de las tierras encontradas en su tercer viaje en 1498, denomina la zona de la península de Paria como “tierra de gracia” y en verdad ese contraste del mar azul y el verde de las montañas boscosas aún impresiona, han pasado más de quinientos años del inicio de la conquista y colonización de estas tierras continentales y se conserva su belleza exuberante e idílica, es muy aceptable decir que los españoles se encontraron un lugar edénico que luego se llamó el estado Sucre, donde comenzó el joropo y se creó el cuatro para expandirse por toda Venezuela.

Por: Orlando Balbás

martes, 19 de noviembre de 2019

EL VIAJE (es cuento y es historia)

En medio del rebulicio y los gritos para llamar la atención, los vendedores de pescado competían ofreciendo los precios del producto Marino. Los desarrapados niños de los arrabales, mugrientos y flacos, esperaban la oportunidad para tomar una pieza de pescado, salir corriendo y llevarla a su casa. 
La pobreza cundía por doquier y los policías caminaban vigilantes en su guardia dentro del mercado público.
Surgían repentinos, hombres anunciando viajes a tierras de Asia, a la india, Catay y Cipango. Ofrecían cruzar la misma ruta del legendario Marco Polo, quién llegó a las costas europeas llevando en su nave , objetos desconocidos hasta entonces, animales asombrosos y también el elixir de la eterna juventud. 
Todo el recuerdo de las fábulas que transformaron en historia y al revés, historias hechas fábulas por la conversación y transmisión de exageradas experiencias que en realidad no pasaban de una serpiente cobra, un tigre de bengala y unos faquires que tragaban fuego.
Otros se montaban en pedazos de madera húmeda, recostados de los muros derruidos de la plaza pública, llamando a embarcarse a una nave que los llevaría a territorios de riquezas inigualables, donde el oro estaba encima de la tierra , las calles y las casas de la ciudad eran construidas con el metal precioso. 
Las fantasías eran un recurso para vencer el terror y el miedo producto de la proliferación de los mitos sobre monstruos marinos y  sirenas encantadoras que después de hipnotizar con su belleza, se llevaban a los marineros al fondo del mar. Esos mitos  eran una forma de evitar que los más osados marinos y los dueños de embarcaciones miraran la posibilidad de competir en el comercio marítimo.
Ya el Almirante tenía en sus manos un plan de ruta para atravesar el océano Atlántico. Estaba seguro que saliendo por el oeste, alcanzaría el Oriente y fondearía sus carabelas en las costas de las indias para llenar sus naos de especias y telas de seda.
El Almirante entonces,  no fué a anunciar su viaje a la plaza, fue a ofrecerle a los presos en sus calabozos inmundos, la posibilidad de salir de prisión si se incorporaban a la aventura atlántica con los riesgos de las creencias en monstruos, calamares gigantescos y peces que vomitaban fuego como los dragones de Inglaterra.
Un sacerdote misterioso y uraño le dijo a la reina que el periplo planteado por el Almirante, no era del todo malo, pues era posible salvar almas y difundir la existencia del Dios católico en otros lares desconocidos e incivilizados. Un comerciante perteneciente a la corte del reino le habló a los reyes de una intuición que tenía al poder hacer ese viaje , era la oportunidad de encontrar mucha riqueza, oro y plata para sacar al reino de las deudas y progresar. Uno de los oficiales del palacio real, se pronunció por el favorable viaje a territorios que iban a expandir el poderío militar.
Todo se habló se discutió y llegaron a un acuerdo, el viaje   quedaba aprobado. 
Pero había un problema, se necesitaban noventa hombres y de los presos que se visitaron solo aceptaron incorporarse quince y eso porque estaban condenados a muerte. 
El Almirante decidió ir a las escuelas de educación náutica en Nápoles y Génova y allí consiguió algunos estudiosos de los viajes oceánicos y rutas ya conocidas.
Al fin,  completo ya el contingente con los pobres reclutados en las calles y las covachas de los montes cercanos, se armaron las tres carabelas y partieron enfiladas sus proas  "Allende el mar".
Durante el viaje con buen viento y velas izadas, se llevaba una buena velocidad sin tener más seguridad que la esperanza de la precisión y acertados cálculos que aquel misterioso y moribundo piloto le explicara al Almirante con detalles y le pusiera en las manos, los registros con la orientación completa acerca de las rutas, coordenadas, vientos de época y distancia para alcanzar las nuevas tierras.
Al pasar un buen tiempo, la desesperacion empezaba a dominar los ánimos, los alimentos y el agua comenzaron a escasear , se enfermaron algunos hombres y no se veía ningún indicio de estar cerca de alguna Costa. 
Ya era el amanecer, había angustia y preocupación, todo parecía desvanecer el optimismo , cuando de pronto, en mitad del silencio abrumador, el vigía gritó a todo pulmón: tierra, tierra.!!!!
Dirigieron sus naves a las costas halladas y al poner pie en tierra quedaron atónitos de la deslumbrante belleza de los ríos, árboles y animales en abundancia, pero más aún se sorprendieron cuando un grupo de personas salieron a su encuentro, adornados  de oro y
ofreciéndoles comida, agua, vino y ropa hecha con finas telas. Eran altos y su piel tal limpia como las hojas de las plantas que brillaban con el sol. 
Allí se quedaron, aprendieron a curar con medicina tropical, comieron casabe con pescado y al pasar del tiempo, tuvieron sus parejas y procrearon hijos. Desde entonces sus ideas no eran iguales, ya se vencían leyendas y mitos, vivieron lo real maravilloso de un nuevo mundo, desarrollaron una nueva civilización y la era del intercambio humano y cultural , nunca ha terminado desde ese entonces entre los habitantes del planeta tierra.

Autor: Orlando Balbás.
             Agosto 2019.